Cruzar La Raya difuminada entre Extremadura y Portugal descubre lugares maravillosos.
Apenas unos 40 kilómetros separan Moraleja de Monfortinho y el paisaje que recorremos es similar de un lado y otro del puente sobre el río Erjas, que es el que nos indica que cambiamos de país.
Un primer destino saludable y relajante son las Termas de Monfortinho. Un lugar hermano de nuestro Baños de Montemayor, porque las aguas saludables no saben de fronteras.
Los pueblos de la zona pertenecen al município de Idanha-a-Nova. Allí se dispersan una serie de freguesias, cada una con un atractivo especial. Monsanto es el pueblo más conocido, ¿quién no ha subido hasta su castillo y no se ha detenido una y otra vez a fotografiar las casas bajo las enormes rocas? Monsanto es la “aldea más portuguesa de Portugal”, así que hay que marcarla en la lista de visitas, sin duda.
Otro sitio a marcar es el Club de Tiro, en Monfortinho, un lugar muy frecuentado por gente de nuestro país, donde sirven un bacalao de esos que nos producen suspiros.
Después de Monfortinho, la primera freguesia que aparece es Penha Garcia, que se dibuja como un bonito pueblo que sube por una ladera. La cresta la coronan la iglesia, la dentada torre del castillo y el abrupto relieve de la montaña. Muchos pasan de largo, pero de ahora en adelante, no pasen sin conocerlo.
Penha Garcia, el premio está escondido
Subimos al pueblo y aparcamos en un mirador decorado con un tanque inamovible que recuerda un pasado bélico. Caminamos por las calles empinadas y nos detenemos en las ventanas decoradas con coquetas celosías. Los gatos también tienen allí un bonito refugio. Se les ve pasear entre los visitantes, sanos y amigables.
Junto a la fuente, de camino al castillo, encontramos el horno comunitario, que actualmente funciona como tahona, y varios vecinos en la puerta esperando su turno para comprar pan. Aunque la sorpresa mayor ocurre cuando llegamos a lo más alto, justo a los pies de la fortaleza, donde un mirador nos descubre una pantalla de cinemascope con algo inesperado. Ante nuestros ojos se extiende la presa del río Ponsul y los abismos de vértigo de las montañas.
Nos asomamos a un antiquísimo océano donde habitaban múltiples formas de vida. En esas paredes, hechas de inmensas placas apretadas una contra otra, se encuentran miles de fósiles, seres que alguna vez vivieron en aquellas aguas que ya no están y sus figuras casi extraterrestres aparecen en el recorrido de cuatro kilómetros que conforma la Rota dos Fósseis.
Si nos detenemos al abrigo de la Gruta de la Lapa, una cueva de piedras negras con muy buenas vistas, se puede descansar y conversar. Al fondo duermen tranquilos los murciélagos que esperan la noche.
Ese mar de montañas que es Penha Garcia es un icono del Geopark Naturtejo Meseta Meridional. Entre sus rocas se pueden visitar antiguos molinos y otras pequeñas construcciones que sirven para dar cobijo a muchos de los fósiles que se han encontrado en la zona. Otro elemento importante del paisaje es humano, es Domingo que sube y baja estas pendientes hasta cuatro veces al día. Domingo es el encargado de mostrar a los turistas los molinos y los museos de la zona, indicarles dónde están los fósiles en las alturas y acompañarlos en el recorrido. Lo reconocerán porque lleva un manojo de llaves más viejo que todos nosotros y porque es capaz de explicarlo todo en un portugués devagarinho.
Si levantamos la mirada, vemos escaladores trepando por las afiladas rocas, la piel se nos pone de gallina, así que buscamos con los ojos el suelo para seguir pisando firmes hasta llegar a la bonita piscina natural de Pego. Los rincones entre los árboles, la estrecha cascada, las pequeñas esculturas hechas con maderas del lugar le dan aún más encanto. Desde el tanque, en el estacionamiento del pueblo, sale una cuesta hacia abajo que lleva directos a la piscina y desde donde se deja el coche basta con andar una pendiente empedrada.
La fe tampoco sabe de fronteras en La Raya
En Penha Garcia podemos visitar el Museo San Pedro Alcántara, con figuras religiosas de distintas épocas. La devoción también se extiende a la Virgen de Guadalupe, que tiene una moderna ermita muy cerca de la localidad.
Para reponer fuerzas hay un restaurante de carretera con aire californiano, O Jabalí, decorado en el interior con imágenes de los pueblos de la zona hechas con cerámicas blancas y azules. Lo californiano es solo en la fachada, la comida es portuguesa y de la buena. Terminamos con una salada de frutas, de esas por la que iríamos muchas veces a La Raya.
Para dormir, el Hotel Fonte Santa regala, además, en Monfortinho magníficas vistas y una fabulosa piscina rodeada de jardines.
Idanha-a-Velha, la historia al aire libre
Otro lugar maravilloso y cercano es Idanha-a-Velha. En realidad, todos estos rincones están próximos entre sí. En tiempos romanos se llamaba Egitania y tuvo tanta importancia que es la primera localidad a la que se dirigían los viajeros romanos al cruzar el Puente de Alcántara. Luego se establecieron los visigodos, los musulmanes y los templarios. Actualmente es un pequeño pueblo cargado de historia, a donde llegan turistas y también científicos, historiadores y arqueólogos en busca del baptisterio más antiguo de la Península Ibérica.
Idanha-a-Velha es una de las doce Aldeas Históricas de Portugal, como Monsanto, en Beira Baixa, la región que linda en esta parte de La Raya con Extremadura. También es una de las zonas que cruza el Camino de Santiago cuando pasa la frontera desde la provincia de Cáceres.
Rincones de Portugal dignos de descubrir a un paso de Extremadura.
Publicado el 14 de septiembre de 2021
4 comentarios
Estimadas Amiga precioso reportaje y super acertado título hay lugares a la vuelta de la esquina que enamoran y emocionan LaRaya un destino Dos Países para ver y disfrutar
Enhorabuena, gran reportaje. saludos
Muchas gracias!
Muchas gracias, fue un placer redescubrir La Raya junto a todos vosotros.