Hace unos días corría por las redes un vídeo que contaba que con una parte mínima del producto interior bruto de las naciones podía enderezarse el dichoso cambio climático, y que con un porcentaje no mucho mayor (la mitad de lo que los países se gastan en defensa, decían) era fácil cumplir a corto plazo los famosos y deseados objetivos del milenio. Pese al vehemente entusiasmo de sus protagonistas, el vídeo me resultó desolador, pues, estando como parece que están la salvación del planeta y la nuestra propia tan al alcance de la mano, sospecho que insistiremos en seguir destruyendo la Tierra, en destruírnos a nosotros mismos, disfrazando mientras nuestra terca y letal determinación con raquíticas concesiones medioambientales que nada conseguirán solucionar al cabo.
Pero, en fin, pesimismos aparte, si no recuerdo mal, el vídeo comenzaba hablando de plantar árboles, que es justo el punto de partida del libro que andaba leyendo esos días, Un bosque en el aire, el título con el que Beatriz Osés ha ganado este año el prestigioso Premio Barco de Vapor. La idea original del libro, según ha contado la autora, nació precisamente del debate en un foro de internet en torno a un proyecto de reforestación, debate que enseguida la llevó a ponerse manos a la obra, no plantando árboles (o a lo mejor también), sino poniendo en pie una historia ejemplar, la de todo un pueblo (aunque todo puede sonar aquí casi excesivo, pues el pueblo que protagoniza el libro es muy, muy pequeño, con apenas un puñado de habitantes), Solana del Infante, entregado a la fabulosa tarea de poblar de árboles el monte.
Por el tema del que trata, Un bosque en el aire me recuerda a otro libro muy hermoso que hace unos meses pude disfrutar en versión teatral, El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono, pero mientras en este reinan el tesón, la soledad, la sobriedad y el laconismo, el de Beatriz Osés es toda una explosión de energía y de color (las ilustraciones de Luna Pan son, por cierto, muy bonitas), con personajes que no dejan de hablar, diciendo en unos casos disparates y, en otros, verdades como puños, y que subraya el valor de la cooperación, de lo que podemos llegar a hacer juntos si aunamos esfuerzos, todo ello contado con un fresco sentido del humor que es marca de la casa y que está, en este caso, muy presente en las extravagantes peculiaridades de los vecinos del pueblo, pero también en la crítica feroz que Beatriz Osés hace de un cierto pijerío ajeno al mundo, representado, en este caso, por el narrador, Borja, y por su padre, enredados en una inteligente artimaña del abuelo para hacerles, de una vez, poner los pies en la tierra.
Un bosque en el aire es, pues, un libro ágil y divertido, muy recomendable para niños y no tan niños, que estaría bien que sirviera para concienciar y para que algún día, esperemos –por la cuenta que nos trae– que no muy lejano, nos pongamos todos manos a la obra para cuidar más, mucho más, de este planeta y hacer de él, por muchos años, un lugar habitable para todos.
Un bosque en el aire
Beatriz Osés
Editorial SM
12,50 euros
Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de Libro
Publicado el 20 de agosto de 2021