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Por tierras de Villasbuenas de Gata: el Castro de El Cahtilleju (y III)

Si nos fijamos de manera reposada en algunas estructuras que han sacado a la luz el equipo que codirigen Carlos Tejerizo García y Fran Alonso Toucido, nos percataremos que los espacios habitacionales parecen estar cortados por el mismo patrón que otros de mismo período calcolítico.  Baste con repasar los trabajos y observar las fotos de las excavaciones en el valle toledano de Huecas, por poner un ejemplo relativamente reciente.  En dicho paraje, también se alza un promontorio que recibe el nombre de El Castillejo. Tales excavaciones han venido de la mano de Primitiva (Mimi) Bueno Ramírez y Rodrigo de Balbín Behrmann, ínclitos y conocidos prehistoriadores, buenos amigos desde hace ya varios lustros; así como también de Rosa Barroso Bermejo, doctora en Historia e interaccionada con el Área de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares.  Fondos de cabañas, a las que van aparejados espacios circulares y que cumplirían la misión de silos.

“Chafurdón” muy cercano al castro de “El Cahtilleju” (Foto: José Luis Martín Pérez)
Estructuras habitacionales, con la presencia de silos. (Foto: José Luis Martín Pérez)

Echando mano de la etnoarqueología, podríamos aventurar que los barrios antiguos de muchos pueblos del norte cacereño no cambiaron, a lo largo de los siglos, sustancialmente respecto a aquellas viviendas de nuestra Prehistoria Reciente, al menos en lo que a su estructura interior se refiere.  Nos referimos, claro está, a las casas de la clase baja, de la que formaban parte la inmensa mayoría de la población.  Edificios humildes y reducidos, de una sola planta, haciendo bueno aquel refrán que oímos tantas veces a los comarcanos: Casa cuantih quépah y biénih cuántuh puédah.  Escaso menaje, en consonancia con las actividades agropecuarias.  Queremos imaginarnos que, cuando nuestros pequeños núcleos poblacionales de los septentriones extremeños alcanzaron a ver la Repoblación Medieval de los siglos XII y XIII, la tipología de viviendas sería, prácticamente, al 100% del tipo descrito sucintamente.  Seguiría perdurando hasta nuestros días, pues no es difícil encontrar algún ejemplar medio escondido entre las enormes casas que se levantaron ya en tiempos modernos en los barrios donde se originó el nacimiento de la aldea (alquería en la comarca de Las Hurdes).  De hecho, los antiguos silos calcolíticos perduraron hasta hace cuatro días, llamados en varias comarcas de la zona de estudio como capíllah santarrízah o frehquérah.  Estas singulares capillas también se conformaron en arcaicos sistemas de riego, en huertos minifundistas con norias de ancha boca y sin brocal y de las que se obtenía el agua por el sistema de cigüeñal (zaqui, calderilla y varal).  Suponemos que lo de santarriza hará referencia a que se encuentra bajo tierra, pues, por estos lugares, también se conoce a un himenóptero como avihpa santarriza, que hace sus nidos bajo la tierra y su picadura es más dolorosa y peligrosa que la de una avispa común.

Los arqueólogos Mimi Bueno y Rodrigo Balbín, dos grandes y reconocidos especialistas en relación con el mundo Calcolítico. (Foto: Archivos Arqueología)

Chafurdónih

Los chozos pastoriles de planta circular, levantados a piedra seca y con falsa bóveda se extiende con gran profusión por muchas comarcas de la Alta Extremadura.  Pero no solo por tales territorios, sino por otros muchos, dentro y fuera de la Península Ibérica.  Sin lugar a dudas, sus técnicas constructivas ya estaban presentes en nuestra Prehistoria Reciente, lo que no quiere decir, como vemos en bastantes publicaciones, que tales chozos se remonten a tales épocas.  Dicha afirmación es puro dislate y anacronía.  En la comarca de la Sierra de Gata, donde se ubica El Cahtilleju de Villasbuenas de Gata, estas construcciones reciben diferentes nombres: chafurdónih, zajurdónih, chajurdónih y sajurdónih.  Sin lugar a dudas, nuestro caro amigo e infatigable investigador sobre la citada comarca, José Luis Martín Galindo, ha sido el que más ha profundizado sobre estos habitáculos agropastoriles dentro de las tierras extremeñas. En su magnífico trabajo de campo (Los chozos extremeños: referente histórico y recurso socio-cultural para el futuro, Revista de Estudios Extremeños, año 2006, tomo LXII), este investigador, que se considera mañegu (hijo del pueblo de San Martín de Trevejo) por sus cuatro costados, que fue presidente de la Asociación por la Arquitectura Tradicional de Extremadura y codirector de la revista Piedras con Raíces, muestra su defensa a ultranza de la arquitectura a piedra seca y aboga por su urgente puesta en valor.

El investigador José Luis Martín Galindo, en el centro, ofreciendo sus explicaciones sobre los chozos pastoriles de la comarca de Sierra de Gata. (Foto: “Mañegu”)
Pieza de cobre, un auténtico fósil-director para la datación del castro (Foto: Fran Alonso)

Cerca de nuestro Cahtilleju, integrados en el paisaje actual, que no dista mucho de aquel que caracterizaba al período Calcolítico, hace unos cinco milenios, también se levantan viejos chafurdónih.  Nada de extrañar que, en las próximas excavaciones del castro, aparezcan suelos redondeados de cabañas, que no harán otra cosa que constatar que los actuales chozos a piedra seca son hijos suyos y que sus mamposterías pizarrosas o graníticas y sus falsas bóvedas pervivieron solo como técnica constructiva durante más de 50 siglos.   Todos estos chafurdónih, la mayoría arruinados o en proceso de descomposición forman parte de un territorio que precisa ser estudiado desde la globalidad que entraña la arqueología del paisaje. Partiendo de unos parámetros ecológicos, habrá que establecer la evolución de las relaciones del hombre con su entorno e interaccionarlas con las capacidades y necesidades de la comunidad.  Es preciso que ir más allá de la simple reconstrucción del paisaje como imagen o maqueta y adentrarse por los siempre complejos campos de los elementos morfológicos y su simbolización.  Hay que superar la gradación arqueológica tendente al estudio de un asentamiento, pieza, edificio singular, hoja agraria… mediante la tradicional triada de: prospección, sondeo y excavación.  Fijar los límites de un paisaje, pero sin marcar fronteras definidas y profundizar en las relaciones espaciales y medioambientales.

Mesa en el propio castro, donde se exponen algunas de las piezas halladas en la excavación (Foto: Archivos Equipo de Excavación)

Clínica Dental Javier Vaquero PlasenciaEl término municipal de Villasbuenas de Gata está plagado de hitos toponímicos que pueden aportar mucho para la reconstrucción histórica de nuestra Prehistoria Reciente, en tanto y cuanto la Prehistoria es Historia (objetivización de datos y su cotejo con otros ya estudiados o con los resultados empírico-analíticos obtenidos mediante procesos de observación y experimentación).  Parajes como los Ehcuariálih, Lah Víllah o El Caleru esconden en sus entrañas muchas claves.  Todo apunta que El Caleru es primo hermano de aquel sitio de La Calera, en el cercano término de Santacruz de Paniagua, al pie del antiguo camino al pueblo de Aceituna, donde se trabajó el pasado siglo un depósito de caliza silícea, toda una singularidad geológica en terrenos donde confrontan el granito y la pizarra.  Aparejados a estas calizas, podrían ir nódulos de sílex, material muy buscado a lo largo de toda la etapa prehistórica, por sus buenas condiciones para la fabricación de artefactos líticos.  Otros parajes de interés, como el Vau Moríhcu, la Casa del Cahtilleju o Lah Pótrah (emparentado este último con aquellas otras Pótrah de la Rivera del Broncu, en el límite entre Montehermoso y Aceituna, o con las del río Cáparra o Ambroz, en términos de Guijo de Granadilla), quedaron, lamentablemente, bajo las aguas del embalse de la Rivera de Gata o de El Diablu, que era el topónimo que le correspondía, por haberse construido sobre el paraje de tal nombre.  En las proximidades de estas Pótrah (entrar en su etimología nos llevaría mucho tiempo), que, dada su curiosa geomorfología debieron estar mitificadas por la mentalidad mágico-religiosa de nuestros antepasados, se levantan, en estratégicos cerros, otros castros del período eneolítico.

Foto superior: Fragmentos cerámicos, incisos en banda zigzagueante y puntillados, hallados en las excavaciones (Foto: Fran Alonso).

Publicado el 12 de julio de 2021

Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.

 

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