El paraje que carga a sus espaldas con el curioso topónimo de Loh Cojónih de Crihtu hay que enmarcarlo dentro del Complejo Esquisto-Grawáquico (CEG), asociado al llamado Alogrupo Domo Extremeño. Este complejo es interrumpido por la intrusión de batolitos pertenecientes al corredor granítico Béjar-Plasencia. Los materiales ígneos de la zona de estudio comprenden, desde un punto de vista petrográfico, a un granito de dos micas (+/- andalucita, +/silimanita), con carácter porfídico. El río Alagón va abriendo brecha y su encajonamiento se ha suavizado, desde los años 60 del siglo XX, en el área investigada, gracias al caudal de agua que el río experimenta en su embalsamiento entre los embalses de Gabriel y Galán y Valdeobispo. No obstante, se aprecian perfectamente las fragosas barranqueras o riberos que, en tiempos de grandes lluvias, transportan sus alborotadas y espumosas aguas hasta el río. Hay que destacar la importancia de la litología metamórfica. No se hallan grandes afloramientos superficiales, pero, a lo largo y ancho de muchos cientos de hectáreas, aparecen riñones cuarcíticos, observándose no solo en los cortes de las terrazas sino también en la propia superficie infinidad de cuarcitas armoricanas, con diversas tonalidades. Igualmente, no escasean tampoco los depósitos de cuarcitas de criadero, con sus colores rojizos o negruzcos.
No entendemos cómo los prestigiosos arqueólogos Manuel Santonja Gómez y María Ángeles Querol Fernández llegan a afirmar, en sus prospecciones desarrolladas en la comarca de Tierras de Granadilla, que la cuenca e inmediaciones del pantano de Gabriel y Galán, de cantos angulosos de muy pequeño tamaño, poco adecuados, impide la observación de las terrazas bajas del Alagón en Granadilla; en sus orillas abundan los cantos rodados de cuarcita, pero no encontramos ningún indicio del Paleolítico (REEX, vol. 31, Nº 3, 1975). Increíble que no atisbaran el inmenso yacimiento en superficie (cercano a las 1000 hectáreas), donde es fácil detectar industrias achelenses, musterienses de tradición achelense y musteriense típico. Un yacimiento que solo fue alterado por la construcción del embalse de Gabriel y Galán. No tuvo otras alteraciones a lo largo de los tiempos que el arado romano o la más moderna vertedera, arrastrados por bueyes o caballerías, a fin de labrar los sembrados de avena o centeno por estos agrios campos plagados de peláuh, que es así cómo los lugareños llaman a los cantos de cuarcita. Campos que, por otra parte, presentan bastantes áreas de humedales, como los de Zurramandana, El Salgaeru o Santa María, donde antiguas fuentes no paran de echar un abundante chorro de agua hasta en los días más secos del estío. Abundan los bonálih y los reventaéruh (terrenos que se empantanan en cuanto llueve, convirtiendo incluso las mesas y mesillas (entendiendo por tales los enclaves altos, amesetados y rodeados de vallejuelos y barrancos) en parajes casi intransitables en los inviernos.
Loh Cováchuh
Aprovechando la suave primavera del presente año de 2021, con el fin desentrañar ciertas interrogantes planteadas por las industrias líticas y cerámicas que, formando un totum revolutum, se encuentran entre las brozas del suelo de ciertos abrigos rocosos, se inspeccionaron algunos de estos, en un simple examen superficial, participando en esta misión la conocida arqueóloga gallega pero con raíces paternas en la localidad extremeña de Hervás, Bea Comendador Rey; Alejandro González Pizarro, químico emeritense e investigador de los mundos pictóricos y rupestres, y el que suscribe estas líneas. Estos cováchuh, que de tal manera los conocen los comarcanos, son hacinamientos de rocas plutónicas (canchálih de moleña los llaman los comarcanos) que, en ocasiones, han conformado espacios en forma de pasillos o galerías, con algunas salas adyacentes, o terrazas de amplia visera, abiertas hacia el reposado caudal del río. Camuflados entre un inmenso bosque mediterráneo, donde ya se dejan notar algunas influencias atlánticas, como se desprende de ciertas especies arbustivas que forman parte del sotobosque.
Tenemos que agradecer de modo especial al pastor, ganadero y gran amigo nuestro, Ramón Blanco López, su bonhomía y su buen hacer como informante y estrecho colaborador en estas correrías etnoarqueológicas. Desde niño, estuvo familiarizado con estos terrenos, que conoce milimetradamente. Nosotros, los que realizamos trabajos de campo, como hemos dichos muchas veces, no somos descubridores de nada, ya que de los vestigios arqueológicos que nos salen al paso ya tenían conocimiento muchas generaciones de paisanos que se movieron por la zona. Ellos adscribían y siguen adscribiendo tales restos a cosa de “móruh”, como en otras muchas partes; pero son “moros” legendarios. Nada que ver con el moro (musulmán) histórico. Por nuestra parte, solo ponemos en valor, desde un punto científico, a ese material histórico-arqueológico, aunque también, a veces, seamos nosotros los protagonistas de nuevos hallazgos, como veremos más adelante. Igualmente, hacemos extensivo el agradecimiento al ganadero y también amigo nuestro, Luis Mordillo Jiménez, sus informaciones. Luis es nieto de Teobaldo Jiménez Mordillo, alcalde republicano de Guijo de Granadilla, torturado vilmente y luego ejecutado por sádicos sayones fascistas.
Aunque el área estudiada abarca varios parajes con diferentes nombres, los agrupamos a todos ellos bajo el epígrafe de Loh Cojónih de Crihtu, por ser un topónimo extraño, sorprendente y singular. El perfil edafológico de esta área corresponde a un área claramente minifundista, conformado por pequeñas fincas denominadas cercáuh o ciérruh, muradas con paredes de mampuestos graníticos, a piedra seca, que se destinan, en la actualidad, al ganado vacuno en plan extensivo. Tiempos atrás, debió tener su importancia el ganado porcino, a tenor de las viejas zajúrdah (cochineras), ya arruinadas, que se ven por la zona. El bosque adehesado de quercíneas, con su correspondiente monte bajo y arbustos ribereños en las márgenes del Alagón, también es parte de este perfil. Se intercalan algunas tierras sin murar, que se destinaron siempre al pastoreo de cabras y ovejas o a la siembra de cereales, así como algunas antiguas huertas, ya en declive, aprovechando los muchos veneros existentes en el sector estudiado. Igualmente, se observan grandes manchas de monte pardo, sobresaliendo la jara, aunque también una especie de abrojo, al que nombran agatuna. Esta es una planta leguminosa, herbácea y plurianual, con los tallos muy espinosos y que, al igual que sus hojas, presentan una consistencia pegajosa al tacto. Antiguamente, formaba parte de la farmacopea popular, utilizándose como un potente diurético, antirreumático y artrítico. Cociendo sus raíces, después de haber tenido el agua al sereno durante dos fases del creciente lunar, se utilizaba para fregal la cabeza, comentando los informantes que, de esta manera, se criaba el pelo sano y fuerte, cortando radicalmente la alopecia.
El topónimo de Loh Cojónih de Crihtu, que le ha servido a la arqueóloga Bea Comendador para crear un grupo de whatsapp, está rodeado de una sugestiva y antiquísima leyenda, pero ello será cuestión de narrarlo en la segunda parte.
Fotografía superior: Los dos “Cojónih de Crihtu” sobresalen por cima de las aguas del río Alagón, blanqueados en sus cimas por los excrementos de las anátidas. (Foto: F.B.G.)
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.
Publicado el 30 de julio de 2021