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Suma y sigue

Hojeo Guardas, el libro que acaba de publicar María Jesús Manzanares, y tengo la impresión de que sus páginas encierran, condensan, registran, mucho de lo que, en sus más de dos décadas de trayectoria, ha venido siendo como artista.

Su factura, cuidada al detalle, es muestra el interés que siempre ha tenido por el libro como objeto, como obra de arte, y que ya demostró en el diseño de las entregas de la colección Alcancía o en los catálogos de muchas de sus exposiciones. Su formato, y el material que soporta las obras que contiene, elaboradas sobre libros de entrada, salida, almacén o registro de los diferentes silos en los que trabajó su padre desde 1955, son ejemplo, una vez más, de su diálogo con el tiempo, con la tradición, con artes y oficios que relegados a las salas de los museos etnográficos. Diálogo con un tiempo en el que el mundo se registraba a mano, laboriosamente, con elegante caligrafía (esa forma tan oriental de arte), pero también diálogo con una tradición, la de tipógrafos, cajistas e impresores, que está a punto de desaparecer, sustituida por procesos de impresión mecanizados. Con su mirada atenta a la belleza de las cosas, María Jesús nos hace reparar esta vez en el potencial plástico, estético, de aquellos viejos libros contables, elaborados con esmero y pulcritud, sobre cuyas hojas, hoy amarillentas, acaba por hacer recuento de sus intereses como artista, confeccionando así los diez libros o capítulos que contiene Guardas: “Madre”, “Naturaleza muerta”, “Paisajes de papel I y II”, “Cactus”, “Paisajes quemados”, “Diligencia”, “Mujeres sin rostro”, “Dibujar el tiempo” y “Juguetes”.

Club Natación PlasenciaEn ellos están la relación entre madre e hija; el dibujo de tallos y hojas secas como símbolo del paso del tiempo; la reflexión sobre nuestro lugar en el mundo y sobre el paisaje como forma de ser y estar; el diálogo con la caligrafía en la reducción de cactus a trazos unas veces sutiles, otras vigorosos; la potencia generadora del fuego; la muerte y la voluntad de crear a partir de sus restos; el grito, la protesta, la indignación por la cosificación, por la relegación que, durante tanto tiempo, ha sufrido la mujer; el paso del tiempo y nuestra relación con el pasado y el futuro; y su interés por los juguetes como objeto o soporte de elaboración artística. En ellos están la tinta china, el lápiz de color, el grafito, el acrílico, el rasgado, el frottage, los degradados, troquelados y estampaciones, resumen de las distintas técnicas utilizadas en sus experimentos con el papel. Y en ellos están también sus referentes, artísticos, literarios y filosóficos, de los que va dejando constancia en los textos breves que abren cada entrega, y en los que destaca su diálogo con otras mujeres, de Emily Dickinson a Angélica Liddell, de Sonia Delaunay a Eva Lootz, de Tokuyama Gyokuran a Kiki Smith, como una forma, también, de reivindicar el papel, tantas veces silenciado, de la mujer en el arte, la literatura y el pensamiento.

Uno observa Guardas, su formato grande y apaisado, su aspecto sólido, que recuerda al de aquellos viejos libros contables a los que la autora rinde homenaje, y le parece un objeto conocido, familiar. Luego lo hojea y piensa que no puede haber nada mejor para dibujar un tallo que un estadillo de movimientos de trigo, que qué mejor soporte que las hojas de un libro de registro para construir paisajes a golpe de espátula, que qué mejor que las páginas numeradas de un libro de actas para hacer recuento de las humillaciones sufridas por la mujer. Lo que quiero decir, en definitiva, es que en sus experimentos con el pincel, la espátula, el lápiz o el fuego y las distintas texturas de papel, la artista alcanza, de nuevo, una suerte de naturalidad, de estar ahí sin artificios, que me parece atributo de las grandes obras de Arte. Quizá por eso, cuando te enfrentas a Guardas, lo contemplas también con naturalidad, como si no fuese más que un libro de registro, como tantos que hay, en el que alguien ha hecho recuento de lo que sucede, de las cosas que almacenamos, de las que nos llegan, de las que se nos marchan, una naturalidad, a fin de cuentas, que, como digo, es signo de que nos encontramos, una vez más, en este nuevo trabajo de María Jesús Manzanares, ante una indiscutible obra de Arte.

Guardas

María Jesús Manzanares

Libro de artista

Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de Libro

Publicado el 11 de junio de 2021

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