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Por tierras de Villasbuenas: El Cahtilleju (I)

Rufino Antúnez Alcalá es hijo de Villasbuenas de Gata, excelente tamborilero integrado en la ‘Corrobra Ehtámpas Jurdánah’ y buen amigo mío. Gran amante de todo lo que tenga que ver con la historia y los valores tradicionales y etnográficos de su pueblo.  Por ello, está deseando jubilarse para rehabilitar una antigua majá de las cabras, siguiendo escrupulosamente los antiguos cánones arquitectónicos de estos habitáculos agropastoriles. Gracias a Rufino supe de una interesante coplilla, que tiene más carga de profundidad de la que aparentemente muestra:

Villahbuenéruh zajínuh,

málus de la Inquisición;

cambiáhtih la vó de Crihtu

pol la jesa del Rincón.

El autor de estas líneas en medio del yacimiento arqueológico de “El Cahtilleju”, como parte de la gira etnoarqueológica del pasado 24 de abril. (Foto: Bea Comendador Rey)

La tradición oral refiere que los vecinos de Perales del Puerto, colindante con Villasbuenas, necesitaban una campana para su iglesia y no tenían recursos económicos para adquirirla.  Entonces, le propusieron al concejo villasbuenero el trueque de una de sus campanas de la torre parroquial por la dehesa llamada antiguamente de El Rincón y que, luego, pasó a denominarse de Peraléjuh.  Dicho y hecho.  Se cerró el trato y, hoy mismo, se puede observar el hueco que dejó la campana vendida al pueblo de Perales.  Puesto que era una enorme y hermosa campana, la fundieron y sacaron dos, que hoy lucen, retadoras, en la iglesia de ese pueblo.  Los comarcanos, dogmáticos cristianos de pasados tiempos, se enfurecieron y airearon la coplilla.  Llamaron zajínuh a los villasbueneros, que es lo mismo que motejarles de tozudos, duros de mollera, irreverentes y casi sacrílegos.  Hasta se atrevieron a condenarles a la hoguera, al convertirlos en reos de la temida Inquisición.  Y todo por haber cambiado la voz de Cristo (preciosa metáfora para referirse a la campana) por una dehesa que les venía pero que muy bien para sus siembras y sus ganados.  O sea, como refería el sarcástico dicho: Ménuh religión y máh chorízuh al jumeru y máh adeiti en el tinajón.

Felix Barroso
Parte del equipo que está sacando a la luz el castro calcolítico: De izquierda a derecha, Beatriz Comendador Rey, arqueóloga gallega que se presentó a “inspeccionar” la labor; Celtia Rodríguez, Guillermo, José Señorán Martín, Carlos Tejerizo y Fran Alonso (Foto: Archivo excavaciones).
Felix Barroso
El buen amigo villasbuenero, gran tamborilero e integrante de la ‘Corrobra Ehtámpah Jurdánah’, Rufino Antúnez Alcalá, que nos informó acerca de interesantes y curiosos datos sobre Villasbuenas de Gata, su pueblo. (Foto: Villasbuenera)

La dehesa de Peralejos ya figura como perteneciente al concejo de Villasbuenas en el siglo XVIII, como se desprende del Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, cuando fueron preguntados el de marzo de 1791 los vecinos Diego Calbo, alcalde primer voto, Juan Sánchez Galindo, alcalde de segundo voto, y Christoval Valencia, procurador síndico.  Los tres afirman que la Dehesa de Peralejos es montuosa, con muchas matas de robles, enzinas y alcornocales.  Pues será en esta dehesa, concretamente en el paraje denominado El Cahtilleju, donde se levantó una torre en la Baja Edad Media (siglos XI/XII), en los vaivenes de la Reconquista, período este que más que reconquista fue una serie de conflictos intestinos entre diversos reinos, taifas banderías…, donde musulmanes y cristianos lo mismo luchan entre ellos que lo hacen internamente.  A nadie le cabe en la cabeza que una Reconquista durase ocho largos siglos.  Hablamos de un promontorio situado en la margen derecha de la Rivera de Gata, que, en algunos documentos antiguos, aparece como río de La Tabla.  Nuestro amigo Rufino oyó cantar a los mayores de la villa que, en tal lugar, se alzó un castillo, que tenía una galería subterránea, por donde bajaban a hacer la aguada al río en caso de asedio.  Otros vecinos nos narraban que por tan fragosos parajes fueron derrotados los moros en una batalla.  En recuerdo de este hecho se erigió, al parecer, la ermita de la Vera Cruz, de lo que también da cuenta, en 1798, Tomás López de Vargas Machuca, Geógrafo de los Dominios de su Majestad, en su famoso Diccionario y dentro de la parte correspondiente a Estremadura.  Lo legendario se mezcla con lo histórico, pero quienes aborden trabajos de investigación en diversas disciplinas y no cuenten con los testimonios de la tradición oral, dejarán las cosas a medias.  La intrahistoria o historia de los que no aparecen en los gruesos o delgados libros pero fueron, de alguna manera protagonistas también del caminar histórico, es fundamental para comprender la globlalidad, siempre multidisciplinar, de las tareas emprendidas.

Felix Barroso
Excavando minuciosamente una cuadrícula. Participan: José Señorán Martín; Estefanía González Bizarro, alcaldesa de Villasbuenas de Gata, cuyo pueblo, con su Ayuntamiento al frente, se ha volcado en estas excavaciones, y Moisés González Sánchez. (Foto: Archivos excavaciones)

El castro

Todo apunta a que el paraje de El Cahtilleju, según me comenta Rufino, siempre fue un punto de referencia para los antiguos pastores de Villasbuenas.  Se alza a unos 400 metros de altura, presentando, por su parte este, una caída casi vertical sobre la corriente de la Rivera de Gata, que, en esta parte, forma un meandro que abraza la base del promontorio.  Desde su cumbre, queda patente la sensación de dominio, de control de un territorio que tenía en la mentada rivera un paso natural para acceder a las llanuras de Coria. Hoy, el embalse que lleva el mismo nombre que el río, aunque debería haber sido denominado Presa del Diablu, al estar levantada sobre el paraje bautizado con tal topónimo, marca claramente la frontera entre el llano y la zona montuosa.  Toda esta área goza de una posición privilegiada y, desde tiempos muy remotos, antiguas culturas buscaron asentarse en fondos de valles, para practicar en ellos su agricultura de subsistencia, teniendo a sus espaldas, en las áreas más montañosas y selváticas, terrenos más propios para aprovechamientos pastoriles, especialmente de ganado cabrío, cuya cabaña fue bastante importante hasta tiempos relativamente modernos.

Felix Barroso
Mapa de la zona del asentamiento (IDEE Extremadura).

Carlos Tejerizo García, salmantino, y el pontevedrés Francisco Alonso Toucido, director y adjunto a la dirección, respectivamente, de las prospecciones y excavaciones que se han llevado a cabo en el citado paraje, ambos arqueólogos, lo expresan nítidamente: (la rivera de Gata) también fue un importante paso para uno de los más preciados recursos de la prehistoria: el cobre.  Y es que en el paraje de El Cahtilleju ya anduvieron aposentadas gentes del Calcolítico o Edad del Cobre.  Desmenuzando sus entrañas, gracias al proyecto Diputación Desarrolla, enmarcado en el Plan Territorial Parque Cultural Sierra de Gata, el equipo encabezado por los dos mentados arqueólogos ha confirmado que, una vez más, el topónimo Cahtilleju, en lo que a las tierras extremeñas se refiere, alberga, en la mayoría de los casos, a poblamientos que llegaron a conocer y a manipular el cobre.  Auténticos castros, con sus bastiones correspondientes, sus acrópolis, sus agrupaciones de cabañas, sus talleres o sus espacios cultuales.  En próximas páginas, entraremos en la yema del subsuelo.  Ahora, como remate a esta primera parte, traemos las palabras de Carlos Tejerizo y Fran Alonso: El Cahtilleju es un sitio clave para entender la prehistoria de la Sierra de Gata.  Esperamos que las intervenciones arqueológicas lo conviertan también en un referente patrimonial que permita reivindicar los paisajes pretéritos por parte de España vaciada, que está, más que nunca, necesitada de una historia compleja y apasionante.

Felix Barroso
Pieza areniscosa, con claros deslascados y conservando parte de su corteza, hallada superficialmente en el área del castro. (Foto: F.B.G.)

Imagen superior: Panorámica del castro calcolítico, con la rivera de Gata al fondo.  (Foto: Archivo Excavaciones)

Publicado el 14 de junio de 2021

Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.

 

 

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