Estamos casi a mitad de mayo. Habíamos empezado a ilusionarnos con la primavera, que brilla como un diamante en la Vera de Extremadura. En cierta forma era como saborear el color de los buenos tiempos respecto a estos meses pasados de pandemia. Y el personal quiere celebrar el fin de estado de alarma. Es normal que todos queramos celebrarlo pero no con bulla sino en la intimidad y la satisfacción que produce la libertad interior. Vale. La alegría es incontenible, quiero decir. Hasta la sierra se ha vestido de blanco. Los cerezos han comenzado a colorearse. Según los expertos en meteorología no es más que un pequeño paréntesis. Porque en breve retomará la vara de mando la risueña estación de cuantos vivimos en este paraíso. A este respecto recojo un texto de Internet que me viene como anillo al dedo y transcribo a continuación:
“Un fotógrafo americano de vacaciones por nuestro país se encontraba en Sevilla tomado fotos de la Giralda y la Catedral. Entonces detectó un teléfono dorado sobre la pared con un cartel que decía “10.000 Euros por llamada”. El americano, intrigado, le preguntó a un sacerdote que pasaba por allí para qué se usaba aquel teléfono. El sacerdote le contestó que era una línea directa con el paraíso y que por 10.000 euros se podía hablar con Dios. El americano le agradeció la información y siguió su camino. La siguiente parada fue en la Sagrada Familia en Barcelona. Allí le sorprendió el mismo teléfono con el mismo cartel. Se preguntó si era el mismo teléfono que vio en Sevilla. Se acercó a una monja y le hizo la misma pregunta. La religiosa le contestó que era una línea directa con el paraíso y que por 10.000 euros se podía hablar con Dios. “Ok. Gracias”, dijo el americano. Entonces viajó a Burgos, León y Santiago. En cada catedral vio el mismo teléfono con el cartel de 10.000 euros por llamada debajo. El americano decidió entonces ir a Extremadura para ver si también tenían el teléfono dorado, pero esta vez el cartel decía “Un euro por llamada”. El americano sorprendido le preguntó a un monaguillo : “Oye, muchacho, he viajado por toda España y he visto el mismo teléfono dorado en muchas catedrales. Me dijeron que era una línea directa con Dios, pero en el resto de España el precio era de 10.000 euros por llamada, ¿Por qué es solo de un euro aquí? El monaguillo sonrió y respondió: “Está en el paraíso, esto es Extremadura y aquí la llamada es local”.
Pues eso, estamos en el paraíso: naturaleza pura que nos invita a comunicarnos con Dios, ese supuesto ser que creó y ordenó en mundo. La sierra se ha cubierto de nieve en el silencio de las alturas.
Y en esta hora quizá sería bueno recordar los versos del poeta.
Nos resta el recuerdo,
el sueño, la ilusión de vivir…
esta vez en un orden, en una onda distinta,
embalsamados por la ausencia,
la mortaja del viento afilado
y la eternidad indestructible.
Publicado el 13 de mayo de 2021