Un año más la primavera, fiel e implacable, sin hacer caso a la pandemia que sufrimos, llama a nuestras puertas; y el paisaje adquiere con el buen clima una visión inusitada: los valles reposan tranquilos, los montes se extienden plenos del aroma y color, los prados, salpicados de reses y rebaños de cabras y ovejas pactando al tintineo de sus esquilas, llenan de serenidad y nostalgia el interior.
A pesar de la lejanía, las aguas transparentes de los arroyos y torrenteras serranas discurren cantarinos hasta toparse con el curso de las gargantas que serpentean en las hondonadas como una fantasía… y la sierra de Gredos, que aún luce los picachos blancos, se derrama por sus inmensas faldas azules y violetas, como si tratase de transmitir al visitante espectador la sensación de un derroche mágico.
Más a la mano, nos arropa la arboleda con una gama infinita de verdor que anuncia el milagro de la vida en ciernes; la tierra ocre, preparada para los plantíos, rezuma el sopor de su desnudez prometedora, y los frutales nos muestran sus retoños y flores que afila el viento en una danza infantil y enternecedora.
Dentro de este panorama primaveral, emocionante para quien quiera darse una vuelta por nuestra comarca, los cerezos han comenzado a despojarse de su floración, aunque aún resta blancor compitiendo con la floresta de las escoberas y los cantuesos que vienen a suplir o complementar el color de la Semana Santa.
Pero todo es posible gracias a la luz, esa luz limpia y casi tangible de la primavera, sin nieblas o lloviznas de cristal. La luz que procura una brillantez especial a la naturaleza y nos satura de la “encerrona” de la confinación y el desgaste de las cosas.
Esa es la razón que nos anima a describir o transmitir esta paleta de color primaveral. Saber que tras la guerra viene la paz, que por mucho que llueva y nos zarandee la tormenta después viene la calma y el sol vuelve a brillar, quizás con más fuerza y nitidez… la luz que nos da la esperanza para que los sueños no mueran, esos sueños que no tienen edad… porque no podemos dejar de soñar y en este mundo, quizás ahora más que nunca, lo necesitamos todos…
En una entrevista con el veterano y primer astronauta español, Miguel López-Alegría, le preguntaron qué sensaciones tuvo al contemplar de lejos, desde su cápsula, la tierra, y contestó que se veía tranquila y nimbada de una gran paz…
Con este pensamiento concluimos este artículo.
La primavera ha llegado. Salgamos a la luz del paisaje, de la naturaleza y la paz que necesitamos…
Felices pascuas de Resurrección.
Publicado el 2 de abril de 2021
Texto de José Vicente Serradilla para su columna Bitácora Verata
1 comentarios
Amigo Jose Vicente. Certifico lo que expresas con tan bellas palabras. Ayer me di una vuelta por la Vera (desde Tejeda hasta Madrigal) con la familia, y disfrutamos de un paraíso lleno de luz, belleza y vida. La naturaleza es generosa, no puede dar más.