
Durante un siglo, o quizá más, el carbón fue el auténtico combustible de nuestras vidas, el que movía los trenes, los barcos, la industria, el que calentaba nuestros hogares, el que producía la electricidad que poco a poco iba haciéndonos la vida más confortable. Durante décadas, incluso tras la llegada del petróleo, fue fundamental: los países y empresas trataban de conseguirlo a toda costa horadando las montañas, desmigajándolas, explotando todo lo explotable, generando una enorme riqueza y un enorme bienestar y haciendo surgir, de paso, un peculiar ecosistema humano, el de las cuencas mineras, hoy en trance de desaparecer, con el propio carbón, por razones económicas y ecológicas.
La escritora Noemí Sabugal nació en uno de esos lugares, un pueblecito de la cuenca minera en la Montaña Central leonesa, y de pequeña pensó, como nos sucede un poco a todos, que el mundo era su mundo, que el mundo entero era aquel paisaje peculiar en que todo giraba en torno al carbón, en que los hombres –cuando no morían antes aplastados a muchos metros bajo tierra– envejecían acosados por la silicosis sin dejar de nunca tener un apego y un respeto reverencial a la mina, y en que la empresa, un ente para los demás extraño, ocupaba buena parte del papel del Estado, proporcionando vivienda, educación, sanidad y ocio a sus trabajadores como un modo de atraerlos a aquellos lugares remotos, como del lejano Oeste, pero también de uncirlos, durante generaciones, al yugo de la explotación. Luego el carbón se fue depreciando en todos los sentidos, hasta que llegó un momento en que se cerraron las minas, y luego las térmicas, y en que el capital se marchó de un día para otro, sin miramientos ni contemplaciones, dejando atrás regiones desoladas, sin futuro, cada vez más despobladas, para volver sólo a veces, como un espejismo, pero no para quedarse, sino para aprovecharse, más bien, de las subvenciones y las falsas promesas de reconversión.
Indignada, y a ratos enfadada, en Hijos del carbón Noemí Sabugal toma distancia y nos muestra su mundo en un interesantísimo viaje por las comarcas mineras del país, por Asturias, León Palencia, las cuencas del Ebro y el Segre, Teruel y Barcelona, Ciudad Real, Sevilla, Córdoba y A Coruña, sitios distantes entre sí pero que a menudo parecen los mismos, calcados con papel carbón, una suerte de no lugares marcados por el abandono, el declive del patrimonio industrial y la desesperanza, y que nos sirve para acercarnos a una realidad que nos resulta ajena pero, a la vez, próxima, no ya por una cierta cercanía sentimental –fueron muchos los extremeños, por ejemplo, que emigraron a esas tierras–, sino porque a menudo nos reconocemos en la desolación, en el abandono, en la incertidumbre de los lugares que muestra la autora, quizá porque, como dice una de las personas a las que entrevista, lo que se está destruyendo para siempre no es el carbón, o la agricultura, lo que se están llevando por delante es el mundo rural, ese en el que también nosotros crecimos.
A caballo entre en ensayo, la crónica periodística y la road movie, el de Noemí Sabugal es un libro rico y luminoso, de esos que nos gustan, primero, porque nos conduce a otros libros, además de a cómics, fotografías, películas o documentales -haciendo que la lectura, en sentido amplio, no se acabe del todo nunca-, pero también porque nos muestra otros paisajes, no sólo los de ese hábitat en peligro de extinción que describe en sus páginas, sino también, por ejemplo, a los orígenes del flamenco, a nuestro pasado esclavista (tan negro, tan ominoso), al papel fundamental, pero invisible y nunca lo suficientemente agradecido, que la mujer desempeñó durante años en muchos sectores de la economía, a la megalomanía a la que se entregaron nuestros políticos antes de la crisis económica o a la errática deriva de los planes de reconversión y los dineros públicos.
Un libro, pues, para aprender, para disfrutar, para indignarse a ratos, pero también para pensar, tomando un poco de distancia, sobre el lugar y la cultura en que habitamos, aquí, en el corazón de la España vacía, un lugar no mucho menos amenazado, en el fondo, sin que sepamos muy bien qué hacer para salvarlo, que los sombríos territorios de los hijos del carbón.
Hijos del carbón
Noemí Sabugal
Alfaguara
18,90 euros
Fotografía superior: Noemí Sabugal presentando su libro Hijos del carbón en la Feria del Libro de Plasencia 2020 (tomada de la página Facebook de la autora)
Publicado el 16 de octubre de 2020