
Hay iniciativas discretas, casi invisibles, pero que, por su consistencia y su voluntad de perdurar, van creciendo, fortaleciéndose y dejando a la sombra, sin demasiado ruido, un poso que intuyo que ayuda no poco a construir y consolidar eso que llamamos Cultura. Un claro ejemplo de este tipo de labor silenciosa son las “Voces sin tiempo” de la Fundación Ortega Muñoz, una coleción de libros de poesía con el paisaje como protagonista dirigida por los poetas Jordi Doce y Álvaro Valverde, cuyo “Imaginario” (una serie de poemas inspirados en la pintura de Ortega Muñoz publicada primero por la propia Fundación y recogida luego en el libro Desde fuera) bien podría ejercer como pórtico de la colección por más que no forme, en realidad, parte de ella.
Desde su nacimiento hace diez años, “Voces sin tiempo” ha publicado los libros Aires, de Philippe Jaccottet, Desde el fondo de los campos, de Mario Luzi, una Antología poética de Marià Manent, La voluntad de perdurar, de Ángel Crespo, Partitura, de Gunnar Ekelöf, El paisaje se hace en el poema, de José Corredor-Matheos y Gente que trabaja en los tejados, de Harkaiz Cano, en ediciones bilíngües cuando de autores en otras lenguas se trataba y con uno de esos diseños entre sobrios y elegantes siempre tan reconocibles que solían perpetrar a medias el desaparecido Julián Rodríguez y Juan Luis López Espada.
A ritmo lento, la colección alcanza ahora su octavo número con Palabra Naturaleza, de Pureza Canelo, un recorrido por su obra desde la perspectiva del paisaje, de la naturaleza, en edición de la propia autora. Jalonada por la escritura de hasta cuatro poéticas (Habitable, de 1979, Tendido verso, de 1986, Tiempo y espacio de emoción, de 1994 y No escribir, de 1999, todas ellas recogidas en un cuidado volumen publicado por Pre-Textos en 2011), la de Pureza Canelo es una poesía exigente y despojada, en continua búsqueda, que tiende a lo esencial, a la pureza, condición ésta que se hace visible en el propio título de esta última entrega, Palabra Naturaleza, dos sustantivos entre los que, en buena medida (“Y no se sabe si ha sido la Naturaleza quien me ha llevado a la Palabra o esta a la otra. Las dos reinan (…). Desde mi adolescencia quise a la tierra y a la escritura. Así fue el círculo de existir”, afirma Pureza en la introducción del libro), ha venido transcurriendo su aventura poética y que yuxtapone prescindiendo de artículos, adjetivos o preposiciones, como clave, en parte, de lo que el volumen contiene, pero sobre todo, diría yo, como muestra de su afán de indagación, de búsqueda, como si la aproximación especular entre ambos términos, su exposición desnuda, sin aderezos, en la portada, apoyados tan solo en las enormes fuerza y riqueza de sus significados, pudiesen alumbrar algún sentido o sugerirnos la inabarcable cantidad de relaciones que se pueden trenzar entre uno y otro.
Los poemas que integran Palabra Naturaleza –que abarcan desde Lugar común, de 1971, hasta Habitable, de 2019– se sitúan en el interior del triángulo que forman el paisaje, la palabra y la voz poética. En ellos, ya desde el primero de la antología, “Niñez ayer”, el paisaje se muestra como cómplice, como confidente en la lucha de la autora por alcanzar un decir certero, en su búsqueda de la palabra justa, entablando un diálogo cuyo objeto es a menudo el quehacer poético, pero que muchas veces se vuelve hacia el propio sujeto lírico, convirtiéndose en indagación en torno al ser, a la vida, al pasado, y entonces aparecen una y otra vez los paisajes de la infancia, los del territorio alejado, fronterizo con Portugal, de su Moraleja natal –al que la autora rinde homenaje, quizá como en ningún otro, en su libro Oeste– o los de la casa familiar, a cuya ausencia, a su vacío canta en la emocionante serie de poemas “Aire donde estuvo una casa”.
Palabra Naturaleza es, por lo tanto, una aproximación parcial, temática podríamos decir, a la labor poética de Pureza Canelo, pero no por ello deja de resultar inspiradora y de merecer mucho la pena, pues nos ofrece la oportunidad de acercarnos a su obra de otro modo, de un modo, acaso, más amable, y porque recorriendo el libro, recorriendo esos paisajes, uno tiene a ratos la impresión de que bien puede ser uno de esos rodeos que en algunas ocasiones, casi sin darnos cuenta, acaban por llevarnos derechos hacia el centro, hasta el corazón de lo que andábamos buscando.
Palabra Naturaleza
Pureza Canelo
Fundación Ortega Muñoz
Publicado el 4 de septiembre de 2020