Sumergidos aún en este increíble estado –pandemia–, que sacude al mundo, me duelen psíquica y físicamente los caídos y los pacientes que continúan sufriendo este esperpento…También me duele el esfuerzo y sacrificio de cuantos trabajan sin descanso en cualquiera de las facetas para hacer llevadera esta situación… incluyendo a los confinados, los aislados, los crticados, los encerrados… pero es así.
Mientras tanto, me vienen a la mente otros eventos, como el aniversario de un amigo que se fue hace un lustro. Me estoy refiriendo al fallecimiento del periodista, profesor, escritor, cronista, conferenciante y amigo, preocupado por la cultura y la buena gente, Diego Blázquez de Yáñez, que trabajó, desde Madrid por su tierra, Extremadura.
Su gran interés por aprender y enseñar le llevó a titularse en Derecho, Psicología, Ciencias de la Información (especialidad Periodismo). Así mismo, obtuvo el Máster en Periodismo Profesional por la Complutense y ABC, así como el doctorado en Periodismo que es lo que más me vinculó con él.
Entre sus libros figuran: “Historia de la Prensa Placentina” (dos tomos), “Historia de la Prensa en Badajoz”, “El asesinato del primer obispo de Madrid-Alcalá” y el antiguo y más conocido de sus volúmenes en lo que corresponde a la Vera: “El cura Mora, liberal y cismático en la Alta Extremadura”, junto con el último: “Apuntes para una historia de Plasencia”.
Con Diego mantuve una estrecha vinculación y muchas horas de conversación bien sea en mis andanzas periodísticas por Madrid en el diario “Ya” en el que trabajé unos años, siendo director y amigo el gran periodista Alejandro Fernández Pombo; en Ibiza donde me visitó también mientras yo trabajaba como redactor del “Diario de Ibiza”, y aquí en la Vera, en nuestra Extremadura donde presentó y hasta prologó alguno de mis libros.
Yo, por mi parte, asistí a las presentaciones que pude de sus creaciones y engendros literarios en Plasencia o Madrid, a algunas de sus intervenciones, conferencias y actividades sobre todo literarias y periodísticas en otros diversos puntos de la geografía española.
Diego vivió y se fue casi en silencio hace un lustro, pero nos quedó la fragancia de su vida entregada al servicio de Extremadura, y la sabia labor realizada: conferencias impartidas, premios y reconocimientos a su ingente trabajo, colaboraciones en diarios (sobre todo en el regional “Hoy”) y revistas, así como sus lecciones en la facultad madrileña de Periodismo, de la que fue profesor…
No soy yo quien tenga que organizar, reconocer o ensalzar su labor, que debía partir de las instituciones correspondientes, pero sí plasmar mi personal homenaje a un hombre entregado con alma, vida y corazón a su tierra y más concretamente a esta alta Extremadura a la que él dedicó su tiempo y afecto.
Mucho podía hablar de su persona, pero como él mismo decía: “Nuestros hechos, nuestra labor callada será la que hable por nosotros”.
Vaya por él y para todos aquellos que continúan feneciendo en este año 2020 a causa del maligno corona virus, y otros accidentes. el descanso en ese paraíso. Diego y todos los fenecidos podían disfrutar de un epitafio como el que días antes de morir, paseando junto al Tormes, en su querida Salamanca, deseaba para él nuestro gran Miguel de Unamuno: “Méteme, Padre Eterno, en tu seno, misterioso hogar, dormiré allí pues vengo deshecho del duro bregar”.
Texto de José V. Serradilla Muñoz para su columna Bitácora Verata
Publicado el 4 de septiembre de 2020