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Radiografía

Hay algo de ridículo y grotesco, pero también de heroico, en esos insectos que alguien ha pisado sin querer y que, pese a tener el cuerpo partido por la mitad y dos o tres patas inútiles, se obstinan en alejarse del lugar de su desgracia para seguir con su vida diminuta, cuando su único pronóstico es el de una muerte inmediata. Sin embargo, cuando ese insecto aplastado es tu padre, cuando tu padre es el enfermo irreversible que se sacude y patalea y lucha, contra todo pronóstico, por seguir vivo, desaparecen lo ridículo y grotesco, su agonía se reviste de dolor y surge la necesidad de encontrarle a todo ese dolor algún sentido. Treinta y tres años duró la larga enfermedad del padre del escritor Ricardo Menéndez Salmón, treinta y tres años que comienzan con una dolencia cardiaca grave, temprana e irreversible, se complican con el alcoholismo y desembocan en un cáncer terrible contra el que ya nada hay que hacer. Sobre esa prolongada enfermedad, sobre en qué fue transformando a su padre, a su familia, al propio escritor, sobre en qué medida determinó su vocación literaria y los temas que lo obsesionan, sobre su papel como hijo, sobre la figura en segundo plano de su madre, sobre muchas cosas duras, pero también hermosas, situaciones a menudo incómodas y que nos interpelan, trata su último libro, No entres dócilmente en esa noche quieta, que parte de un reto ya difícil, esquivar la tentación de convertir a su padre en personaje, de dar una imagen reductora y caricaturizada de él, retratándolo, al contrario, como un hombre normal, de carne y hueso, ni un santo ni un demonio, con sus luces y sus sombras, y que además trata de contar lo sucedido evitando otra fácil y tramposa tentación, la de construir un relato que los redima. En esa narración, que exige un difícil distanciamiento y que tiene mucho de bajada a los infiernos, entra en juego, de manera más intensa que en sus novelas, el filósofo, el pensador, pero también el escritor, el poeta, por la necesidad de llevar a sus últimos extremos las posibilidades del decir, del lenguaje, intentando construir un discurso justo y honrado, un discuso en el que, junto a lo más crudo, abundan pasajes narrativos de una belleza dolorosa y que discurre, pasando por la culpa, entre la presencia inevitable del mal –hilo que vertrebra buena parte de los libros del autor– y la bondad como posibilidad esperanzadora. No entres dócilmente en esa noche quieta es, en definitiva, un libro doloroso, incómodo, que no me atrevo del todo a recomendar, pero que creo que merece la pena leer, pues nos lleva plantearnos asuntos cruciales como qué es vivir, si merece la pena hacerlo a toda costa o dónde están los límites del sufrimiento, lo que somos o lo que la sociedad y la cultura en que vivimos hacen que seamos, porque es uno de esos libros, uno de esos buenos libros, de los que uno no sale exactamente igual a como había entrado.

No entres dócilmente en esa noche quieta

Ricardo Menéndez Salmón

Seix Barral

20,90 euros

 

Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de libro 

Publicado el 7 de agosto de 2020

Múltiópticas Plasencia

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