Uno lee El día de la lechuza, de Leonardo Sciascia, después de haber visto El Padrino, la angustiosa serie de televisión La Piovra, las imágenes del atentado contra el juez Falcone o de leer Gomorra, de Roberto Saviano –por nombrar sólo algunos hitos de nuestra educación literaria y audiovisual sobre el tema–, y los hechos que relata le parecen esenciales, consabidos, como de curso de iniciación al crimen organizado. Sin embargo, se da la circunstancia de que, como el autor señala en una advertencia publicada en la edición de 1972, al margen de ensayos y encuestas parlamentarias, cuando la novela apareció por primera vez en el año 1960, los dos únicos acercamientos literarios al, digámoslo así, fenómeno mafioso eran dos textos teatrales que, como Sciascia advierte, acababan siendo una apología, “si no de la mafia como asociación de delincuentes (cuya existencia en este sentido se negaba), sí de aquello que el gran estudioso de las tradiciones populares sicilianas, Giuseppe Pitré, llamaba el sentir mafioso”. El hecho es que, en fechas tan recientes, y pese a que en los años del fascismo se había nombrado un prefecto, Cesare Mori, enviado a Sicilia para “reprimir, con plenos poderes, cualquier manifestación mafiosa”, todavía se negaba la existencia de la mafia como crimen organizado, como si fuese más un sentimiento, un folclórico modo de ver la vida. Sin embargo, la mafia existía, con toda la poderosa y terrible influencia con la que hoy la conocemos, y buena prueba de ello es que Leonardo Sciascia dedicó un año entero a recortar la versión original del texto, y no por motivos de calidad literaria, sino por evitar que su novela traspasase ciertos límites, incurriendo en un delito de injurias, pero también, probablemente, para evitar la indignación y el castigo de los aludidos.
Sin embargo, con esa operación de recorte, de pérdida de de páginas, Leonardo Sciascia no solo logró mantener el frágil equilibrio jurídico –entre lo que era posible decir y lo que podía llegar a constituir un delito– que muestra la portada de la edición de Tusquets, sino también, a través de los silencios, de las omisiones, de las vaguedades, de las voces que parecen sonar y conversar fuera de plano, ser enormemente sugerente, contar lo que cuenta y dejar caer, de paso, muchas otras cosas sobreentendidas, que entonces cabía imaginar y que hoy, en que tanto se ha hablado a las claras sobre el asunto, damos por hecho. Y todo ello contado con la fluidez, con la prosa certera y cercana, como de narrador oral por escrito, de Sciascia, que logra retratar a la perfección las tensiones, los mecanismos, el ambiente, y que consigue que queden atrapadas en nuestra retina, y en nuestra memoria, como manifestaciones seguras del fenómeno mafioso, el sordo asesinato de Colasberna, el silencio obediente de los testigos, la resignación del confidente Parrinieddu, la prepotencia cínica y gallarda de don Mariano Arena o la soledad del capitán Bellodi paseando por Parma, lejos de los lugares del crimen, escenas que resumen este relato primero y primordial sobre la mafia de un autor, les aseguro, imprescindible.
El día de la lechuza
Leonardo Sciascia
Tusquets Editores
12,50 euros
Publicado el 29 de mayo de 2020