Habíamos dejado a nuestro viajero descansando a las sombras primaverales de la Torrita de la mora. Pues llegó la hora de que levante sus posaderas y vaya a zancajear por el teso que se levanta a sus espaldas. Vuelve, de nuevo, a pisar las tierras pizarrosas, en su interacción con las graníticas, pero solo para examinar lo que le ofrece ese Lombu de la Blahca, que se descuelga, en su vertiente este, hacia la vieja carretera que conduce a la ciudad del Jerte a través de la villa de La Oliva. Desde su amesetada cima, se divisan los términos de diferentes pueblos de las comarcas de Tierras de Granadilla, Trasierra y Valle del Ambroz.
Es muy posible que el viajero levante o pise algún fragmento cerámico al trotar por esta loma. Incluso podrá verlos en las desvencijadas paredes de pizarras que sirven de medianeras entre los huertos, donde se retuercen viejos olivos. Cerámicas, algún molino rotatorio, de mano, y partido en su mitad, u otros bolos graníticos, oblongos y alimonados. Al viajero le contamos que, años atrás, la reja del arado sacó a la luz una pequeña anforilla de bronce y una moneda de plata. Nuestro buen amigo y compañero de fatigas, el arqueólogo emeritense Tomás Cordero Ruiz, gran especialista en el mundo romano, nos refiere que la moneda en cuestión es un denario de Augusto, pero antes de ser emperador: anverso: CAESAR IMP. Cabeza descubierta de Octaviano a derecha. Reverso: Leyenda de arriba abajo ANTONINUS IMP. Caduceo alado. La ceca de la moneda parece que debió encontrarse en el centro o sur de Italia y debe fecharse en el año 39 a. C. Con respecto al anforisco, Tomás Cordero piensa que estamos ante un recipiente para algún tipo de perfume. Por la simbología laboreada en el exterior de la anforilla, habría que hablar del Altoimperio o incluso de época anterior. Todo nos lleva a hablar de un asentamiento indígena, posteriormente romanizado.
Una vez que el viajero ya ha gastado sus pestañas de tanto clavarlas sobre el arcilloso suelo, volverá a la Torrita de la mora y se dispondrá, como crea más conveniente, a cruzar el arroyuelo de La Güerta de la Blahca. La vegetación se densifica y se vuelve abigarrada en esta área. Destacan numerosas matas de esas plantas que los paisanos llaman ambuérah, que no son otras que la venenosa cicuta (Conium maculatum). Sabido es que tales plantas eran repartidas por los administradores de la antigua Grecia entre aquellos que deseaban acabar con su vida por métodos eutanásicos. La eutanasia no era, entonces, un tabú, como es actualmente en numerosos países donde ciertos credos dogmáticos prevalecen entre la población. También a los condenados a muerte se les obligaba a ingerir un líquido preparado con cicuta, dados sus efectos rápidos y de escaso sufrimiento. El filósofo griego Sócrates murió de esa manera. Su ingestión puede ser letal para los bóvidos, lepóridos y carnívoros (incluido el hombre). A los rumiantes, caballos, burros y pájaros les afecta menos. Los lugareños comentan que si lah cábrah comin lah ambuérah, se ponin cumu borráchah. Como al viajero le parecerá extraño ese nombre de ambuera, y aprovechando que el Estremeñu ya ha sido considerado como Lengua por el Consejo de Europa, en su Carta de Lenguas Minoritarias, echamos mano de nuestro diligente amigo, Ismael Carmona García, preclaro investigador filológico y sabia voz en todo lo concerniente al Estremeñu: La ambuera viene de ambúi o embúi, como también se denomina a esta planta en las comarcas de Sierra de Gata y Las Hurdes. El nombre viene del latín IMBUTU, participio del verbo IMBUERE que significa ’empapar, humedecer’. El sufijo -era es la común que tenemos en Extremadura para designar las matas de las plantas: melonera, pimientera, olivera, mairoñera, etc., por lo que ambuera significaría propiamente ‘mata del embudo’. No sabemos si se llama ambuera por la forma de las flores que salen haciendo como un embudo desde el tallo o porque, como dice el étimo latino, es porque se cría en suelos ácidos y húmedos y tiene la raíz empapada (radix imbuta). Cómo pasa IMBUTU a ambuera: IMBUTU > imbudu > embudu > embud > embude > embudi > embúi > ambúi + -era > ambuera.
Ti Vergiliu Zorongollu
Después de desembarazarse de tan enmarañada vegetación, el viajero se topará con las ruinas de una antigua caseta, reluciente y llena de vida cuando el fornido y rudo lugareño Virgilio Martín Rodríguez, más conocido por estos contornos como Ti Vergiliu Zorongollu, y su mujer, María Hernández Fernández, criaban, en tan reducido espacio, a sus ocho hijos (cinco hembras y tres varones). Todos ellos salieron buenos y guapos mozos. Una hermosa huerta se extendía a lo largo de un tramo del arroyuelo de La Blahca. Al menos, productos hortelanos no les faltaban. Años de la posguerra, duros, de hambre, piojos, estraperlo y dictadura. Había que sacar adelante a la numerosa prole. Si no lo había, era preciso buscarlo. Cuentan que el arrendador de la huerta y la caseta, un tal Tíu Vidalón, del pueblo de Ahigal, se dirigía muchas veces a Ti Vergiliu, que era el arrendatario, y, viendo las buenas mañas que se gastaba, le espetaba: ¡Ay Vergilión, Vergilión!, // Dioh te llevi pol andi no haiga, // que, de habel-lu, tú solitu t,encárgah. Virgilio Martín salió adelante. Como tenía buen ojo, aunque nunca pisó la escuela, se metió en los negocios de leñas y carbones y amasó bastante dinero. En estos tiempos de buena fortuna, modificó su forma de hablar y, en todas sus conversaciones hacía un uso desmesurado de los sufijos despectivos uco y uca. De aquí que se echó el olvido su mote de Zorongollu y se ganó a pulso otro nuevo: el de Ti Vergiliu Bobadúcah. Aunque nunca tuvo carné de conducir, venía a ser el abanderado de las fiestas de San Cristóbal, a raíz de que el gremio de conductores del lugar pusiera en marcha tal festejo.
Puesto que el viajero ya habrá madurado sus reflexiones después de patearse los altozanos de El Cercau, Vientu Cierzu y El Lombu la Blahca, es hora de que regrese a aquel locus amoenus del que hablamos más atrás, al prado de El Valli de loh rehpónsuh, donde se encuentran los dos lagares rupestres al aire libre. Y lo mejor es hacerlo en compañía del amigo José María Domínguez Ruano, también citado en el capítulo anterior. La familia paterna de este gran amigo siempre llamó a esa finca con el nombre de El Plau laeru. Y José María la recibió en herencia. Mira por dónde, hará ya una gavilla de años, al realizar una pequeña excavación, aparecieron fragmentos cerámicos de clara factura romana. Vajilla doméstica, pero de buena textura; algo así como si se tratara de esos recipientes de loza fina, sin albedríu (engobe usado para el barnizado), que, junto con las porcelanas de Talavera o Puente del Arzobispo, heredadas de tiempos inmemoriales, sacaban nuestras abuelas en días señalados. Pero permitamos que el viajero escuche a nuestro insigne camarada Tomás Cordero Ruiz, el arqueólogo emeritense: fragmentos de olla o cuenco un poco alto, de un diámetro aproximado a 15 centímetros, sin decoración. La pasta recuerda a ciertas cerámicas romanas de la meseta castellana. Apostaría por su pertenencia a la época Altoimperial; fechada entre los siglos I-III, con todas las reservas, pues la cerámica común romana, en todas sus variantes, carece de exhaustivos estudios de referencia. Los trozos de la vasija no tienen más contexto que los dos lagares rupestres, ya que no se han hallado más ripios cerámicos en el área, examinada concienzudamente. Los asentamientos de los que hablamos más arriba se encuentran más alejados, con bastante tierra de nadie por medio.
Llega el momento en el que nuestro viajero debe dar cuenta de sus conclusiones. Pero démosle algo más de tiempo. Repose sentado en los umbrales de la caseta que, con mano tan atinada, rehabilitó el amigo José María Domínguez Ruano y deléitenos con uno de los poemas de ese libro que lleva en su mochila: Charlando junto al río Charles: monólogos con Pedro Salinas:
INTERÉS
Todo lo de Ella me interesaba:
su seno, el coseno y la hipotenusa.
Absolutamente todo: su blusa,
sus uñas, su ombligo, su alma, su baba
y foto con hiyab y sin chilaba.
Todo, hasta suave y pilosa pelusa
de su brazo y su aureola de musa,
más que musa, y otras cosas que ocultaba.
Infiltrarme quería en su pensamiento
(lógico era en un loco de remate).
Su interés: ¿a qué tanto por ciento…?
Pedro: ¿A que sabía baba de tu Kate?
La de Ella (soñando nunca miento),
a un batido de fresa y chocolate.
Foto superior: cerámicas de vasija de paredes finas
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil. Las opiniones e imágenes publicadas en estas columnas son responsabilidad de su autor.
Publicado el 22 de mayo de 2020
2 comentarios
Qué barbaridad de tío, meste, Félix Barroso, que toemne um vulturón enorme, que tiene una pasión grandiosa por el habla extremeña, que manifiesta unos conocimientos Ciclópeos de arte, de la cultura antigua, de las hierbas, del campo maravillso extrmeño.
Es undeleite leerle…. Antes recibía en mi correo sus escritos; y me gustaba mucho….
Qué barbaridad de tío, este, Félix Barroso, que tiene um culturón enorme, que tiene una pasión grandiosa por el habla extremeña, que manifiesta unos conocimientos Ciclópeos de arte, de la cultura antigua, de las hierbas, del campo maravillso extremeño.
Es undeleite leerle…. Antes recibía en mi correo sus escritos; y me gustaba mucho….