Creo que no exagero si digo que Luis Sáez Delgado, el actual director de la Editora Regional de Extremadura, es una de las cabezas mejor amuebladas de esta región. De hecho, sospecho que me puedo quedar corto y cometer una injusticia al circunscribir lo dicho a las estrictas fronteras autonómicas, y no es pasión de amigo: estoy convencido de que cualquiera que haya hablado diez o quince minutos con él estará de acuerdo, más aún si ha tenido ocasión de leer alguno de sus ensayos, Animales melancólicos, de 2001, o Un duelo privado, de 2004, o, sin ir tan lejos, la introducción o las notas previas a los volúmenes de la Biblioteca Felipe Trigo, de la que es responsable, y que la Diputación de Badajoz ha ido publicando en 2016 y 2019.
Tanto al conversar como al escribir, Luis tiene una curiosa forma de decir las cosas, en apariencia insegura y dubitativa, pero contundente, dejando caer juicios brillantes, enormemente lúcidos, como si fuesen verdades de Perogrullo, empleando una primera persona del plural muy propia de él que en ningún momento suena mayestática, sino natural, modesta y muy generosa, pues parece emplearla para hacernos creer, como arropándonos con una suerte de mentira piadosa, que unos conocimientos y una capacidad de análisis tan potentes como los suyos están al alcance de cualquiera, también de nosotros, que son patrimonio común del español medio. Por todas estas razones, por lo mucho que Luis Sáez nos ilumina, comprenderán que considere la aparición -después de quince años desde el anterior- de su tercer libro, Descubrimiento del continente negro, publicado por la editorial de la luna libros, como todo un acontecimiento literario.
Vuelve, pues, Luis Sáez a publicar, y lo hace de nuevo, fundamentalmente, como ensayista, pues aunque su nueva obra haya aparecido en una colección de narrativa (la colección “Lunas de Oriente”), lo que sus “Cinco fábulas sobre el siglo XX” tienen de ficción se limita -como señala en “Una escisión”, el conjunto de notas que cierra el libro- a la corrección “de algunos detalles, un encuentro, un lugar, una fecha, para que el mundo, mejor hecho, se entienda en plenitud”, todo ello para hablarnos, no de todo el siglo XX, sino de las décadas que siguen a la Segunda Guerra Mundial, un tiempo que, pese a ser más cercano, por momentos nos resulta, como señala el autor, menos próximo y nítido que la primera mitad del siglo, y que, visto desde la distancia, nos parece “mucho más comprensible que el nuestro”.
El autor nos habla de las últimas décadas del siglo XX a partir, como decíamos, de cinco fábulas, sobre la construcción en Moscú, en los años cincuenta, del conjunto de rascacielos conocido como las Siete Hermanas, en la que asoman también el situacionismo y Gilles Ivan y el Panteón de la URSS; sobre encuentro, en los sesenta, entre el dibujante Hergé y Franklin Vilas Boas, un escultor popular portugués; sobre el triste destino de Héctor Germán Oesterheld, guionista de un mítico cómic argentino, “El eternauta”, entremezclado con la incomprendida música de Astor Piazzola; sobre la obsesión de un personaje, Teresa Osma, por hacer presente en el Madrid de los setenta la lejana Kampuchea de Pol Pot, como un modo de soñar el futuro negando las esperanzas del presente; y, por último, para cerrar el círculo, como un regreso a la megalomanía que protagoniza el primer relato, sobre el revelador viaje de Nicolás Ceaucescu a Bruselas en 1978, donde conoce el descomunal Palacio de Justicia, que acabará por inspirar el Palacio del Pueblo rumano; cinco fábulas narradas, además, por medio de fragmentos, aprovechando de manera sumamente inteligente la capacidad que tiene este tipo de escritura (cuando es bien empleada) para, alineando realidades aparentemente inconexas, alumbrar nuevos sentidos, nuevos significados, los que pueblan este pequeño tomo.
Como recién salidos de los archivos de British Pathé -sobre los que afirma, en la última de sus fábulas, que “todo está allí, esperando que combinemos las imágenes para crear nuestro propio siglo”, casi como una prefiguración de su propia forma de narrar-, Luis Sáez recopila multitud de elementos, fechas, nombres, títulos, fotografías, viñetas, planos, edificios, documentales, siglas que se atragantan, y nos los va poniendo delante de los ojos, a veces mostrándolos tan solo a medias, para reconstruir, a través de un puñado de historias y personajes, un pasado cercano y, a la vez, muy alejado de nosotros, un tiempo en el que el comunismo mostraba a ratos un rostro amable, en el que irrumpe el Tercer Mundo como una salida pacífica a la tensión entre los bloques y en el que las propias dictaduras, aunque crueles y despiadadas, parecían el reverso tenebroso de un mundo mejor, al alcance de las mano (“en algún momento de estos años una especie de principio general de la esperanza anima a cada uno por un tiempo”, dice en una de las notas finales del libro). Desde la perspectiva del tiempo transcurrido, de todo lo sucedido desde entonces, y de la pérdida de aquella tierna esperanza -aunque sin recaer, por ello, en ningún tipo de Östalgie-, sus relatos están teñidos de melancolía, de nostalgia casi de una época en la que las cosas parecían poder llegar a ser de otro modo, en que esa posibilidad existía siquiera como un sueño, en el que no eramos tan viejos ni tan resabiados. Tal vez por eso, porque éramos cándidos e ingenuos, y porque nos duele haberlo sido, como señala la contraportada, “hoy, toda esa memoria provoca incomodidad y malestar”.
He dicho muchas veces que me gustan los libros que te conducen a otros libros, libros que te presentan títulos o a autores que no conocías, o que conocías y que, de repente, alumbrados por una nueva luz, te entran unas enormes ganas de releer, esos libros que, en definitiva, te hacen crecer como lector. Descubrimiento del continente negro es uno de esos libros, solo que no nos invita a buscar solo más letra impresa, sino a viajar, a buscar fotografías y vídeos por internet, a pasear por el mundo por medio de Google Maps, a disfrutar a nuestras anchas de todos esos elementos que el autor ha ido trenzando para ofrecernos su lúcida visión de las últimas décadas del siglo XX, un libro inagotable, que merece varias lecturas, un libro, por último, que ya os está faltando tiempo para anotar en esa lista que tenéis de títulos urgentes que vais a ir a comprar a vuestra librería de cabecera en cuanto termine este confinamiento.
Descubrimiento del continente negro
Luis Sáez Delgado
de la luna libros
13,00 €
Publicado el 3 de abril de 2020