Conocía bien su país porque se lo caminaba. Como él mismo dijo, tomaba lo que veía y observaba el azar de sus correrías como punto de partida para sus reflexiones. Un método más que acertado para dar forma a sus grandes obras como perspicaz pensador y excelente literato de la española Generación del 98.
Algunas veces, se subía al lomo de un mulo para mirar y pensar en gentes y tierras; reflexionaba sobre todo aquello que se le caía en el mirar y le agitaba el pensamiento. Luego renegaba del animal diciendo: el macho se detienes a veces a comer un poco de carqueja y uno se impacienta.
Unamuno entró con ganas en Las Hurdes o Jurdes, porque dice son tierras que desde antaño tienen el prestigio de leyenda, y lo hizo a través de Granadilla camino del Casar de Palomero. Allí apreció los dos cortes geográficos que delimitan Las Hurdes. Según él, uno corresponde al Casar por el lado de Cáceres y el otro el de la Alberca, por el lado de Salamanca. Debió de llegar cansado de la caminata al primero de esos lugares, porque él mismo lo refleja claramente en su crónica: Buen pueblo el Casar, atractivo para quien ama la paz del retiro y el retiro de la paz. Excelente remanso de sosiego con su fisonomía serrana, sus grandes balcones de madera para tomar el fresco… Sigue diciendo que sus habitantes le informan que la leyenda hurdana empezaba ya allí, incluso antes de iniciar el camino hacia Pinofranqueado, montaña abajo, junto al río Angeles de aguas limpísimas.
Luego, se encamina desde Riomalo de Arriba a Las Mestas. Un lugar, el primero, que se le hurta a la vista entre intrincados montes para luego dejar ver en la hondonada la testudo de tejados pizarreños. Allí ve a una moza a la que describe como una hermosa visión: una moza esbelta y firme como un arbolillo silvestre que no conoce la poda. Puro estado de la naturaleza, piensa él. Y de Las Batuecas a la Alberca, y de allí a la Peña de Francia.
A lo largo y ancho de su caminar, Unamuno se muestra asombrado del paisaje que se desvela ante su mirada: Los tesos, collados y montañas se entreabrazaban unos con otros. Las Hurdes se forman en tres hondos valles casi paralelos; el del río Esperabán, el de la Fragosa y el del río Hurdano, sin contar el Angeles. Y dentro de esta traza ¡que intrincamiento de repliegues! Difícilmente se encontrará otra comarca más a propósito para estudiar geografía viva, dinámica, la acción erosiva de las aguas, la formación de los arribes, hoces y encañadas.
A uno le admira esa crónica del gran pensador y escritor vizcaíno, que en sus frases y descripciones rezuma entusiasmo y admiración, revelando la capacidad que tenía del saber y del disfrutar ante unas tierras tan contrastadas a las de su origen; a aquella distante orografía cercana al mar, quizá añorada.
Sigue los pasos de Miguel de Unamuno por Las Hurdes
Alfonso Trulls
Publicado el 1 de marzo de 2020
Texto y foto de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo
2 comentarios
Hay que disculpar a Miguel de Unamuno muchas pinceladas sobre Las Hurdes. En viajes relámpagos a la zona, no se puede profundizar ni en los aspectos geográficos, históricos o socioantropológicos. Por ello, él metió la pata muchas veces en sus páginas sobre la comarca, vertiendo inexactitudes que, luego, han sido copiadas por otros infinidad de veces. Pero como lo decía Miguel de Unamuno, ¡chitón y a otra cosa!
¡Salud y buen día!
Para reformar, no hace mucho tiempo, la iglesia de Riomalo de Arriba, que carece de todo valor artístico, SÍ HAY DINERO, pese a que no cuente con más de media docena de feligreses. Pero para salvaguardar algún casco antiguo de la mal llamada “arquitectura negra”, seña inequívoca de la cultura pastoril de Las Hurdes y, por la que han venido luchando diversas asociaciones y personalidades defensoras de nuestro patrimonio cultural, no hay ni un céntimo. La Iglesia Católica, en este país, sigue siendo dueña y señora de vidas y haciendas. ¡Salud y Libertina y Libertaria Cuaresma!