En mis macetas se asoma la primavera y sé, lo presiento, lo he visto en fotos, que el campo está hermoso, verde y lleno de flores. Los cerezos han nevado el Valle del Jerte con sus flores y ya hay pequeñas frutas engordando en muchas de sus ramas. En mi mente, veo crecer los espárragos largos y libres en el campo. Los arroyos bajan cargados de agua y en ellos flotan esas hermosas flores blancas que los adornan en primavera.
Todo eso ocurre mientras estamos en casa. El aire se limpia, las pequeñas hierbas que pisamos en los senderos están creciendo como no lo han hecho en años. Las vacas de Valcorchero estarán preguntándose dónde estamos, por qué no nos ven por allí paseando y esquivando sus enormes cacas.
A mi hijo, un amigo que vive en la costa, le ha dicho que las gaviotas atacan los carritos de supermercado acostumbradas a comer los desechos que deja la gente en las ciudades y que han mermado. Eso me hizo pensar en los pajaritos de las terrazas, valientes ellos, que se acercan con el mayor descaro a comerse las migas que han caído a tus pies y mientras tú estás en una mesa, ellos comen relajados los restos de los platos de las personas que acaban de marcharse en la mesa de al lado. Seguro que en el campo hay suficiente comida para ellos, pero siendo de ciudad, cada día suelto las migas de mi mesa en el patio y los veo vigilarme, esperando sus raciones. Me gusta pensar, que alguno de ellos me reconoce por las veces que les he dado restos de bizcocho en La Isla o en La Parada de la Reina, en la terraza del Magari frente a la Catedral o en Los Monges, aquí mismo.
¿Y los ciervos de Monfragüe? Imagino a más de uno detenido en medio de la carretera, viendo a un lado y a otro sin escuchar ni un motor sobre el camino de asfalto. Los buitres del Santo del Gitano se dejarán llevar por las corrientes de aire y no retumbarán los ruidos de la gente a sus pies. Seguramente que se escucha amplificado cómo saltan los enormes peces que viven en el Tajo. ¿Y el Puente del Cardenal? ¿Podrá verse o estará cubierto de agua? ¿Y el Tiétar? quizás en el silencio, se pueda escuchar cómo entran sus aguas en el río grande. Y en Las Nogaledas el agua caerá potente sobre ella misma, sin llevar por suerte ninguna lata de refresco que algún insensato haya tirado al río. Y luego, el agua se detendrá silenciosa en la presa placentina, haciéndose un espejo con un país de las maravillas allí abajo, repleto de peces que nadie pesca y a las orillas del embalse llegarán las pequeñas olas que buscan los pies que ahora no están.
¿Y cómo estarán los Canchos de Ramiro? donde casi siempre dominaba el silencio. El silencio lo será todo entre el agua, las aves y los riscos. ¿Y el palacio que se otea desde la carretera? ¿quién lo ve? Estoy segura que ahora más que nunca, se escuchan en los castillos los lamentos de las princesas. No hay nadie que los acalle y el viento es solo para ellos.
Nos hemos quedado en casa y ha nevado en las montañas entre Sierra de Gata y Las Hurdes. Algo que no pasaba desde hacía años, algo que algo quiere decir. Quizás, detente, piensa, respira, vive más lentamente.
Ahora más que nunca necesitamos de los que trabajan en el campo. No solo porque salen a diario para procurarnos alimentos, sino porque pueden ser nuestros ojos allá afuera. #ExtremaduraDesdeTuVentana es eso, los ojos de los que tienen una ventana para ver nuestro mundo y lo comparten.
Los planes siguen, todo está pendiente, todo está por hacer, porque este otoño volverá a ser primavera. Celebraremos festivales de cine, caminaremos por el campo y veremos flores en los árboles, aunque sea convertidas en hojas amarillas y ocres. Y las estrellas, esas que vemos apenas en el trocito de cielo que se mete por la ventana, volverán a multiplicarse ante nuestros ojos y lloverán sobre nuestros recuerdos para hacernos más fuertes y mejores personas.
Publicado 23 de marzo de 2020
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