“Estos cuentos proponen al menos dos itinerarios de lectura –advierte la escritora argentina Clara Obligado en una breve nota al principio de su libro La muerte juega a los dados–: el primero es lineal, y en él se percibirá la trama policíaca y la historia de la familia Lejárraga; el segundo lo puede organizar el lector a voluntad, y en él aparecerán historias que tienen algunos puntos en común. Esta forma mestiza, que lo es también en el idioma, es mi manera de plantear una escritura deslocada, fuera de los límites, extranjera.” La muerte juega a los dados es, efectivamente, un libro en la frontera entre dos géneros, la novela y el relato, y que juega con el lector ofreciéndole, al menos, dos formas de lectura. Pero no es el único juego que, a mi parecer, Clara Obligado propone, pues si, atendiendo a la trama policíaca y novelesca, el libro comienza, como los grandes clásicos del género, con “un cadáver en la biblioteca” (título del primer relato), lo que sucede a partir de ese punto, por más que el asunto al cabo se esclarezca (también como en los grandes clásicos del género), no es la sucesión típica de averiguaciones propia de ese tipo de novelas, sino, más bien, una trama familiar cuya madeja no resulta fácil de desenredar, con saltos adelante y atrás en el tiempo, de un lado al otro del océano, de Argentina a Polonia pasando por Francia, de la opulencia a la miseria y viceversa, con pistas falsas, sí, pero también con otras que se muestran desde el principio diáfanas y que acaban por despistar al lector más de lo esperado, en un libro complejo, que siempre parece ser más de lo que aparenta, y cuyas intenciones últimas acaso desvele, en el relato “El efecto coliflor”, la mujer del detective O’Brian, personaje no precisamente principal de esta constelación de cuentos, cuando dice “¿Y si el muerto no fuera el final, sino el principio de todos los problemas? He estado leyendo estas novelitas tuyas y la entiendo cómo están hechas: primero se busca un muerto y se lo pone en las primeras páginas, después, un culpable, que aparece en als últimas, y con esos dos datos bien plantados, se enreda una madeja durante doscientas páginas. Es un buen truco, pero en la vida no sucede así. La vida es puro azar, querido mío, y la muerte juega a los dados”, para más adelante añadir que, “al fin y al cabo, lo esencial no ese quién mató a quién (…) lo importante es qué sucedió con toda esa pobre gente que se quedó viva, qué les pasó después. Lo fundamental no es la solución de los grandes enigmas, sino la vida de todos los días”. Sobre esto último más bien, sobre la vida de todos los días, sobre lo que le sucede a toda esa pobre gente que sobrevive, trata más bien La muerte juega a los dados, un libro sutil, inesperado, complejo como los pliegues de una figura de origami (una de los muchos hilos que entrecruzan y enhebran los relatos), sobre el que quizá su autora, Clara Obligado, nos pueda contar algo más el próximo miércoles 29 de enero, a las 20.00 horas, en la Sala Verdugo, en la segunda sesión del curso del Aula de Literatura “José Antonio Gabriel y Galán”.
La muerte juega a los dados
Clara Obligado
Páginas de Espuma
18,50 euros
Publicado el 24 de enero de 2020
Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de libro