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Es tiempo de Navidad

Queramos o no, seamos o no afectos a la celebración de las próximas fiestas, es tiempo de Navidad. Para muchos entre los corolarios más importantes de estas efemérides sacras figura la reflexión a la que nos lleva este tiempo, junto a la irremediable añoranza de nuestra infancia.

La reflexión que nos suscitan está clara: en el marco de la marabunta del consumo que nos zarandea en estas fechas nos impacta la cantidad de hambruna que existe en nuestro planeta. ¿Se puede estar tan ufanamente alegres con las perspectivas de esta realidad? Pues si la buena nueva del nacimiento de Jesús se basó en la paz y la caridad hay que mirar las necesidades de la humanidad en nuestro entorno; y conste que no es tan importante dar un pez cuanto enseñar a pescarlo, esto es: procurar, aunque de momento se trate de remediar el mal, los medios para que ellos aprendan a desempeñarse en sus lugares de origen, evitándoles abandonar sus raíces, su país –su vida–; proporcionarles la educación y cultura precisos que les dé como resultado el bienestar. Por otra parte, hemos de destacar que esa  hambruna la acusa en estos últimos tiempos la misma TIERRA, bajo la presión de la pérdida de sus ubres maternales, por lo que es preciso también que seamos generosos y solidarios con las generaciones que van a heredar este planeta, que no es nuestro sino prestado para vivir un espacio de tiempo determinado. Tenemos, por tanto, que conservar e incluso mejorar nuestro planeta TIERRA, como decía Waden-Powell, fundador del Escultismo a primeros del siglo pasado: “Hemos de dejar el mundo al morir mejor que lo encontramos al nacer”.

A estos objetivos añadimos la añoranza de nuestra infancia, que nos debe llevar también a hacer felices a las tiernas generaciones, a nuestros pequeños… y no nos referimos a la sensiblera cursilería de panderetas, juguetes y turrones cuanto a la transmisión de las tradiciones que recibimos de nuestros mayores, pasar el testigo del mensaje de paz y amor, de generosidad de los hombres de buena voluntad.

Estas reflexiones son válidas para todos, porque todos estamos obligados a poner ese grano de arena en la educación y conservación de nuestro medio ambiente y en la solidaridad con los humanos que nos rodean, y por la parte que nos toca de manera particular: arrimar el hombro, aunque esta labor corresponda sobre todo a los potentados (políticos, acaudalados, banqueros,  etcétera) de nuestro planeta.

Quizás sea este un discurso que por manido nos puede resultar repelente pero es la pura y dura realidad, aunque nos duela…    

Arrimando el ascua a nuestra sardina, como proclama el popular refranero, lo cortés no quita lo valiente y a Dios rogando y con el mazo dando, o sea que sin perder esa meta, sin olvidar esos objetivos de paz, solidaridad y buena voluntad, vivamos con los nuestros estos días de celebraciones navideñas.

 Todo dependerá de que seamos eso: “hombres de buena voluntad”.

Felices fiestas navideñas y próspero 2020.

restaurante santa marina

Publicado el 12 de diciembre de 2019

Texto de José V. Serradilla Muñoz para su columna Bitácora Verata

Bitacora verata

 

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