
En Extremadura no todos saben que contamos con el monasterio más pequeño del mundo. Se trata del monasterio del Palancar, fundado por san Pedro de Alcántara en Pedroso de Acim.
Cuando uno visita este enclave tan especial, percibe que la vida de San Pedro de Alcántara estuvo marcada por la humildad y la pobreza más extrema. Apenas dormía, se alimentaba con un poco de pan y agua y se bañaba en estanques helados en pleno invierno, dejando que la ropa se secase sobre su cuerpo. Y sin ir más lejos, sus aposentos en el Palancar se reducían a un pequeño hueco debajo de una escalera.

En palabras de su gran amiga, la mística santa Teresa de Ávila: “paréceme fueron cuarenta años los que me dijo que había dormido sola hora y media entre noche y día… Lo que dormía era sentado y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda, como se sabe, no era más larga de cuatro pies y medio”.

La higuera del santo
Además de las reducidas dimensiones del convento, que sorprenden al visitante, este lugar cuenta con tradiciones asociadas a los prodigios de san Pedro de Alcántara. Así, se conoce la existencia, en el pasado, de una higuera plantada por el santo en la huerta del monasterio, árbol que surgió del bastón de higuera que aseguran que siempre portaba. Esta higuera, según numerosos testigos que declararon en el proceso de beatificación de san Pedro de Alcántara, daba higos que curaban de numerosas enfermedades. En la documentación eclesiástica se conservan nombres de algunos de los enfermos que sanaron mediante este método, como Juan Martín, de Serradilla. Tanta fama cobraron los frutos de la higuera santa, que terminaron arrasando con ella, pues los fieles se llevaban los higos, las hojas y hasta las ramas.
Levitaciones
San Pedro de Alcántara es uno de los santos a los que más habilidades paranormales y milagros se le atribuye. En la investigación llevada por la Iglesia, los testigos refieren que diversos conventos extremeños que quedaban aislados en épocas de nieve y lluvia, recibían suministros de manera prodigiosa gracias a este personaje. También hablan de curaciones extraordinarias como el testimonio de María Núñez, quien manifestó en 1615 que vio cómo el santo curaba la ceguera de una niña de cuatro años.

Aunque, sin duda, lo más sorprendente es que diversos extremeños y castellanos aportaron declaraciones sobre las supuestas levitaciones que protagonizaba. Por ejemplo, según el testigo Juan del Arroyo, “fray Pedro solía subir a un calvario que está en el convento del Pedroso, donde estaba en oración y cuando el padre sentía la gente, para que no le viesen, hecho un ovillo y encogido como él estaba sobre sus mismas rodillas, como arrebatado se entraba dentro del convento, por el aire, sin perder la postura que tenía ni poner los pies en el suelo”. Por otro lado, María López del Corral declaró “que lo que sabe es que conoció muy bien al santo padre fray Pedro y oyó su misa estando el santo en la enfermería, que estando diciendo misa se suspendía y daba gemidos” y lo mismo afirmaba Juan Godínez, “que conoció al santo estar en la enfermería, le vio muchas veces decir misa, en la cual se elevaba de forma que parecía que estaba arrobado y causaba en los oyentes grandísima devoción”.

Existe otro episodio fascinante relacionado con san Pedro de Alcántara que tuvo lugar en nuestra región: cuando supuestamente caminó sobre las aguas. Tanto en las zonas de Coria y Galisteo como en Trujillo declararon varios testigos que afirmaron haber visto, por ejemplo, que “fray Pedro venía leyendo y rezando un libro junto a un compañero y mucha gente vio que como fray Pedro iba leyendo se entró en el río, y le dieron voces para decirle que no pasara, que se ahogaría y el padre se fue andando hasta la otra orilla, como si hubiera ido por tierra y su compañero se había quedado en la otra parte del río y fray Pedro dijo a todos que no dijeran nada de lo que habían visto”.

Dicen que supo con antelación la fecha de su muerte, el 18 de octubre de 1562 en Arenas de San Pedro, que en su entierro llovía a mares pero que las velas jamás se apagaron y que su cuerpo, exhumado años después del óbito, sigue incorrupto. En Pedroso de Acim, en el corazón de la alta Extremadura, todavía se puede visitar el enclave donde sobrevive la esencia de uno de los personajes más fascinantes de nuestra región: el monasterio más pequeño y más humilde del mundo.
Publicado el 13 de diciembre de 2019
Texto y fotos de Lourdes Gómez para su columna Extremadura DesVElada. Las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autora.