La poesía nos enseña a mirar o, en ocasiones, a mirar de nuevo, a contemplar lo ya visto con otros ojos. A mí me sucedió hace unos años con los poemas que Álvaro Valverde dedicó a los paisajes del pintor Ortega Muñoz en Desde fuera, que me enseñaron a mirar y a valorar esos campos del sur de Extremadura, desnudos, teñidos de ocre, salpicados de troncos de vid, que a los extremeños del norte tan ajenos nos resultan. Algo similar me ha pasado hace poco con Autobús de Fermoselle, el libro de poemas con el que Maribel Andrés Llamero ganó el último Premio de Poesía Hiperión y en el nos invita a mirar de nuevo Castilla, los campos de Castilla, un paisaje llano, horizontal, tenaz, alto pero no altivo, sembrado de cereales, al que la poeta se asoma desde la memoria, sintiéndose heredera de un linaje, de un tiempo y un modo de vida aferrado al horizonte que se marchan para no volver, tratando de apuntalar el recuerdo, con la certeza de que, como dice en su poema “Origen y linaje”, “nadie recordará cómo era todo allí / cuando el tiempo iba despacio / y era pequeño”.
La autora lo hace, además, con un lenguaje franco, honrado, transparente, no exento, por ello, de hondura, salpicado con sabia medida de palabras viejas, pegadas a la tierra, que se lleva el tiempo –“granza, ceranda, peje, parva y trilla”, enumera en uno de sus versos– y que en sus poemas brillan no como alcanforadas piezas de museo etnográfico, sino cargadas de sentido y de emoción, con renovada intensidad lírica.
Vistos a través de esa mirada contenida sobre lo rural, sobre lo pequeño, sobre lo que se desvanece, los campos de Castilla dejan de ser, en los poemas de Maribel Andrés, el escenario de Villalar u otras batallas antiguas para ser el de miles de victorias y derrotas cotidianas que colman sus poemas de sentimiento y de nostalgia y que conducen, en último extremo, a una exaltación comedida del luar, de sus campos, con un orgullo sin historicismo, sin excusas ni justificaciones, del que constituyen un buen ejemplo los versos del poema “Defensa de la retama” que dicen “esto es Castilla, / nunca fue la mejor, solo la nuestra”, unos versos que encierran una lección inigualable sobre el modo adecuado y, digamos, sostenible de ensalzar y defender lo propio, que nos enseñan a amar la montaña sin menospreciar el llano o viceversa, algo aparentemente obvio y aparentemente fácil pero que a menudo nos cuesta comprender y practicar, y que le vendría maravillosamente bien a este país nuestro, tan difícil, en estos tiempos tan revueltos.
Repasando este último párrafo, no sé si no habré acabado haciendo una lectura demasiado política de un libro, Autobús de Fermoselle, que es, por encima de todo, lírico, intensamente lírico, pero no están los tiempos para menos, y creo que, después de todo, tampoco desdice, ni hace de menos, un libro de poemas extraordinario que, al leerlo, hace que te entren ganas de llenar de nuevo los campos y los pueblos de la así llamada España vacía.
Maribel Andrés Llanero
Hiperión
10 euros
Texto de Juan Ramón Jiménez para su columna Con VE de Libro
Fotografía superior: imagen de Maribel Andrés Llamero de la editorial Maclein & Parker
Publicado el 27 de diciembre de 2019