Bien cierto es que gran parte de las alquerías de la comarca de Las Hurdes que, históricamente, carecieron de algún tipo de capilla, ermita o iglesuela no tuvieron fiestas patronales, quedando ligadas tales celebraciones a las que se llevaban a cabo en la cabeza del concejo. A raíz del actual período democrático, cuando se levantaron muchos humildes templos por toda la comarca, cada aldea se alzó con un santo patrón, por indicación o imposición de los administradores parroquiales.
Ello no quiere decir que los vecinos de tales aldeas no tuviesen otras muchas fiestas laicas, de las que la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana consideraba como paganas, siempre cargadas de gran arcaísmo, colorido y riqueza etnográfica y etnomusicológica, y sin dogmas ni homilías apocalípticas lanzadas por los clérigos desde los púlpitos. Por ello, celebraban por todo lo alto sus carnavales o entruéjuh, sus carvocháh, sus matanzas del gurrinu, sus bodas tradicionales (curiosamente, alquerías como La Huetre han mantenido la antiquísima costumbre en los acontecimientos nupciales de La Ará de la boa, que ojalá se mantuviera por el hondo significado antropológico que conlleva) y otras manifestaciones festivas que evidenciaban el sentido alegre, bullicioso y jovial de los jurdanos. Este sentido agradable, divertido, recreativo, de echar la casa por la ventana cuando llegaban esas fiestas, donde holgaban los eclesiásticos, echa por tierras todas las difamaciones lanzadas por el cineasta Luis Buñuel en su macabro y horroroso montaje de Tierra sin pan (1932), donde, con voz en off, se llega a negar la Cultura Tradicional-Popular de la comarca jurdana, afirmando que en Las Hurdes, por no oírse, no se oyen ni los cantos de los pájaros. Efectivamente, de ese Buñuel que escupió a la cara de los propios jurdanos, hiriendo su dignidad y pisoteando su trayectoria vital y socioantropológica, y al que, últimamente, se le homenajea dentro de la comarca no por el pueblo llano, de a pie, sino por una élite teledirigida por foráneos poderes mediáticos.
El caso es que la alquería de La Huetre, asentada bajo las faldas de las sierras de Lah Corújah, la que aparece en los antiguos documentos como Buetre y perteneciente al concejo de Casares de las Hurdes (en jurdano, Luh Casárih de lah Júrdih), celebra este próximo fin de semana (22, 23 y 24 de noviembre) sus fiestas en honor de Cristo Rey. Prácticamente, es el único pueblo del territorio jurdano que tiene en rojo unos festejos patronales dentro del mes de noviembre. Toda la zambra fiestera dará comienzo el viernes, a las 18,00, cuando se levante el telón y se anuncie la apertura de la conmemoración con los riquísimos aperitivos que ofrecerá el bar Guillermo. Cuando las sombras de la noche comiencen a inundar las calles del pueblo, está programa la actuación del grupo Solima, y sobre las 23, 30 horas, intervendrá el dúo Arys. El sábado, día 23, por la mañana, habrá juegos infantiles. Después de llenar la andorga, todo el mundo se preparará para cantar y bailar al compás de la charanga Man-Liao. Por la noche, gran verbena a cargo de la orquesta SPKA. El domingo, como día gordo de las fiestas, no faltará la consabida misa solemne, con su procesión acompañada por el tamborilero. Y acabados los actos religiosos, el Ayuntamiento del concejo invitará a todos los asistentes a una sabrosísima parrillada. A las 16,00 horas, se iniciará el certamen de tamborileros. En este acto, se homenajeará y se reconocerá la trayectoria del tamborilero, con raíces en La Huetre y vecino de la cercana alquería de El Cerezal: el buen amigo Manuel Guillermo Velaz, considerado, con sus 87 primaveras, el Tamborilero Mayor de Las Hurdes. Tíu Manué el Canu, como es conocido por toda la comarca y fuera de ella, es miembro de La Corrobra Estampas Jurdanas, con la que ha recorrido infinidad de poblaciones, llevando el folklore y las tradiciones de Las Hurdes, con sano y alegre orgullo, a miles de personas.
Fiestas éstas de Cristo Rey que son un sorprendente y colorista encuentro para el viajero y el turista, que puede aprovechar su visita, al objeto de observar el cromatismo otoñal de las serranías y valles de Las Hurdes, para acercarse hasta La Huetre. Podrán recorrer su interesante casco antiguo, donde se forjaron unos jurdanos que tienen fama de alentosos, sin que se arruguen lo más mínimo ante lo inesperado o lo dificultoso; gente echada para adelante, que siempre han sabido defender sus colores locales, sin retroceder un palmo o perder parte de sus derechos. Y, luego, cuando la fiesta amaine, pueden perderse entre antiguos senderos pizarrosos y encaminarse hacia La Chorrera del Ceñu, una impresionante y espumosa cascada que vierte sus aguas sobre los esquistos del Valli Jerrumbial, creando toda una sinfonía de sonidos y colores al estrellarse la garganta sobre esos peñascales férricos (jerrumbrial es una voz dialectal de la zona, que significa con semejanza al hierro, o que lo contiene). Y, de paso, acercarse a La Majá el Vaqueru, que nos dice mucho acerca de la raza autóctona de vacas cachánah, que, lamentablemente, se extinguieron en la zona. Parajes legendarios, que también nos traen el recuerdo del noble, genial tamborilero y auténtico amigo y compañero de Estampas Jurdanas, Baldomero Roncero Martín, que tantas leyendas e historias nos contó sobre esta parte de la comarca bañada por las aguas del siempre serpenteante río Jurde. Y en lo alto del todo, la Peña Rayá, todo un encuentro con la Prehistoria reciente, con épocas de un Calcolítico tan rico en vestigios a lo largo y ancho de estas fragosas cordilleras y de estos, siempre verdes, vallejos y hondonadas. Pero esto ya es otra historia. ¡Salud y felices fiestas patronales para todos los hijos de La Huetre!
En la imagen superior: El “Charcu de la Sirpienti”, en el río Jurde”, en las inmediaciones de La Huetre, cargado de enjundiosas leyendas. (Foto: M.E.A.)
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil. Las opiniones y fotografías publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor
Publicado el 21 de noviembre de 2019