
Hablar del pintor madrileño Antonio Tello Gil y de la poética locura que cometió un día de 2004, cuando se enamoró de una vivienda en la alquería de Aceitunilla (Las Hurdes) y acabó comprándosela a nuestro común amigo Vilasio Rubio Duarte, es hablar de toda una paleta de gamas multicolores. Por cierto, nadie conoce a Vilasio, en la comarca jurdana, por tan extraño nombre, sino que saben de él por Augurio, si cabe más estrambótico aún. Antonio, celebrado autor e ilustrador de literatura infantil, creador de esos chipirifláuticos y hermosos dibujos de Fray Perico y su borrico (premio El barco de Vapor, 1979), de El pirata Garrapata o de El secreto de la arboleda, pasa temporadas, en compañía de Toñi, su mujer, y, a veces, de sus hijos Isaac (su nuera Elena) y Héctor, viendo, desde su terraza, cómo la garganta de Arrotunilla serpentea desde los altos serrejones de Lah Canchérah y del Lombu labrau y va a morir al río Jurde, o río Hurdano, que dicen los castellanoparlantes.


Las puertas de su casa, en Aceitunilla, siempre han estado abiertas de par en par para todos aquellos que nadamos a contracorriente y que, de vez en vez, celebramos nuestros correspondientes Encuentros Heterodoxos, animados, como es preceptivo, por esa gente jurdana que atesora y canta, con antañona voz, perdidos romances, y por nuestros siempre apreciados tamborileros. Por ello, hemos tenido ocasión de probar las ricas gastronomías de Toñi Sánchez, la media naranja de Antonio y que desciende de tierras extremeñas. Ni que decir tiene que Antonio Tello y familia están locamente enamorados del territorio jurdano y ya se tienen pateada la comarca de arriba abajo, habiéndose granjeado numerosas amistades.
Como pintor, Antonio ha participado en diversas exposiciones colectivas desde 1969. Y entre sus muchas exposiciones individuales, destacan la llevada a cabo en las Galerías Studium, en Valladolid, o la de la Caja de Ahorros de Córdoba, ambas en 1974. En 1981, trabajó en un mural y una escultura para el aeropuerto de Barajas, y, en 1987, fue el encargado de llevar a cabo el mural en la medianería urbana para la Dirección General de Acción Social. Ha seguido pintando y exponiendo a lo largo de estos últimos años, aprovechando los huecos que le dejaban sus trabajos de ilustración de textos didácticos para editoriales como Santillana, Mangold, SM, Júcar, Edelvives, Libertarias, Prodhufi, Álabe y Susaeta. Y aparte también de sus dedicaciones al diseño gráfico, creación de colecciones y cubiertas, carteles, folletos y otros materiales para distintas editoriales, universidades y asociaciones, así como la realización de logotipos, grafismo y otra cartelería promocional para numerosas empresas.

Piedras que hablan

Desde que Antonio llegara a Las Hurdes en 2004, todo un fluir de sensaciones fueron impregnando sus epitelios y calando más adentro. Procedía del mundo madrileño, una realidad sociológica, de paisaje y paisanaje, que estaba a años luz de las legendarias e intrincadas montañas de la comarca jurdana. Aquellas sensaciones hicieron vibrar a sus exquisitas sensibilidades y, fruto de ello, fueron una serie de pinturas que, ahora, se expondrán en el nombrado Centro Cultural Tamara Rojo, en el pueblo madrileño de Villanueva del Pardillo, bajo el título de Diálogos hurdanos: Piedras que hablan. Se inaugurará el próximo sábado, 4 de octubre, y estará abierta hasta el día 23 del citado mes. Acerca de esta exposición, dejamos que sea el propio Antonio el que haga las oportunas reflexiones con sus palabras: En las obras que componen esta muestra, las piedras de pizarra hurdanas sustituyen a los trazos gestuales, representando el mundo natural y primigenio y que simbolizan el instinto, la intuición, la fuerza y la dureza de las condiciones de subsistencia y el histórico aislamiento que forman parte del pasado del mundo rural hurdano frente a formas geométricas en ocasiones de colores planos y poco saturados, y en otras velados y vivos, con incorporación de materiales procedentes del mundo industrial, chapas, rejillas, etc., que simbolizan lo orgánico y estructurado del mundo urbano en el que se va integrando y que forma parte de su entramado social. En fin, dos universos antaño alejados que confluyen y se interrelacionan entre sí.

Toda una expresa llamada para que los cientos de jurdanos a los que la cruel diáspora arrancó de su tierra y desparramó por la capital de España y su entorno se acerquen a esta pizarrosa y simbólica exposición. La pizarra es parte consustancial de la gente de Las Hurdes. Esta antigua comunidad de pastores nació, creció y se desarrolló entre canchérah (roquedos de pizarra); habitó en reducidas viviendas bioclimáticas (casa, cuántih quépah, y biénih, cuántuh puéah) de mamposterías pizarrosas y con tejados de lanchas del mismo material. Y sus antepasados duermen el sueño eterno de la nada en camposantos levantados sobre terrenos esquistosos. Nuestro querido Antonio Tello ha sabido captar, de manera emotiva y fraternal, las gamas negras y azulencas, con toda su carga antropológica y sentimental, de las sempiternas pizarras de Las Hurdes.

Imagen superior: Antonio Tello y Toñi Sánchez, su mujer, repartiendo las ricas gastronomías preparadas por esta última. en la terraza de su casa, en el pueblo jurdano de Aceitunilla. Uno de los “Encuentros Heterodoxos”, donde se reflexiona, se come, se bebe, se canta, se brinda y se sumerjen los asistentes en el mundo de la Cultura Tradicional de Las Hurdes (Foto: José María Domínguez Moreno)
Textos de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil. Los textos e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad del autor
Publicado el 1 de octubre de 2019
1 comentarios
!Qué guapo! Estoy deseando llegar para disfrutar de esos colores y vidas intrincadas por la mano de Antonio. ¡y claro, todo el mundo conoce a el Pirata Garrapata, a Fray Perico y su borrico… Pero además también dibujó en catalán en El Tresor del molí vell. ¡Olé!