El Templo de Diana es una de las sorpresas que guardan las calles de Mérida. Está muy cerca de otra: los restos de un recinto monumental que se construyó, como el templo, en el Siglo I d.C.
Porque cuando recorremos Mérida, las sorpresas se suceden una tras otra. Su enorme teatro es irrepetible y sobre todo muy activo, siempre con una programación variada donde destaca, por supuesto, el Festival de Teatro.
Si tomamos el teatro romano como punto de partida podemos caminar hacia la calle del Museo Nacional de Arte Romano. Una calle llena de restaurantes, bares y locales de artesanía y souvenirs, ideal para no irse de la ciudad sin un buen recuerdo gastronómico o decorativo.
Un recinto por la grandeza de Emérita Augusta
A pocos metros de iniciar nuestro paseo encontramos la calle Sagasta. Recorriendo esa calle vemos pequeños edificios, casas antiguas, bonitos hostales, pero nada que llame mucho nuestra atención, hasta que de pronto, en una esquina encontramos los restos de un recinto al que coronan dos medallones, a la izquierda Medusa y a la derecha Júpiter. Detrás se ven tres hornacinas del templo, dos de ellas con figuras del imperio romano. Las excavaciones cercanas confirman que esta construcción era enorme y los expertos aseguran que el edificio reproducía el programa escultórico del Foro de Augusto en Roma. Era uno de los lugares donde hacía vida Emérita Augusta, especialmente la vida política y de propaganda del imperio.
El Templo de Diana
Si seguimos nuestro recorrido, cuando la calle Sagasta se convierte en Romero Leal nos topamos con la mayor de las sorpresas de esta zona, el Templo de Diana.
Diana, la diosa cazadora y protectora de la naturaleza da nombre este templo, que en realidad nunca estuvo dedicado a ella. Se trata de un recinto dedicado al culto imperial.
Aquello parece un libro abierto de Historia del Arte, las columnas de fuste estriado, los capiteles de orden corintio se alzan allí ante la mirada del que pasea por las calles tranquilas de la ciudad Patrimonio de la Humanidad.
El Templo de Diana tuvo que ser uno de los templos principales de la ciudad, los restos aún hablan de su grandeza. Detrás de él vemos el Palacio de los Corbos, del siglo XVI que hoy acoge un centro de interpretación.
El Palacio de los Corbos se construyó con restos del templo romano que aún pueden verse en la obra, a la que agregaron las características arquitectónicas del renacimiento.
La línea de columnas frontales del Templo de Diana están decoradas arriba con un arco de piedra que nos recuerda a “los mármoles” de Augustóbriga, junto al embalse de Valdecañas. Las piezas arquitectónicas están hechas de granito de canteras cercanas a Mérida, que estuvieron cubiertas de estuco rojo para darle mayor distinción, un color que aún se adivina en algunas zonas. Lo mismo que ocurre cuando visitamos Cáparra, en el norte de Extremadura, porque en su famoso arco tetrápilo aún se conservan algunos restos del color rojo que lo decoró.
Emérita Augusta es sin duda el lugar ideal para seguir las huellas de Roma en Extremadura.