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La arquitectura a piedra seca peligra en muchas comarcas extremeñas (I)

Juan Caletrío Martín se nos fue, cuando la vida le peinaba las 89 primaveras, el 20 de febrero de 2018, siendo la fiesta de San Sebastián. Y al día siguiente, 21 del dicho mes, también emprendía el ignoto camino de la ultratumba su mujer, a la que todos los vecinos conocían como Benita y en su partida de nacimiento era nombrada como Leovigilda Montero García.  Juan era de natural alegre, cantaba bastante bien y fue integrante del grupo folklórico Valdelagárih, que un servidor tuvo el honor de crear en el año 2005. Con sus compañeros, Juan se encontraba en su salsa, bien fuere tocando el cencerro, que lo repicaba a las mil maravillas, o cantando rondas que se pierden en la noche de los tiempos, cargadas de melodías muy arcaicas y que jamás hemos oído entonar a los componentes de otros grupos etnomusicológicos.  A nuestro buen Juan todos los lugareños le trataban como Juan Parva y toda su vida fue un campesino doblado sobre la tierra.  Durmió muchas veces no solo sobre las parvas de las mieses trilladas, sino en aquellos viejos múruh o chozos agropastoriles, cuya agonía preconiza un fin muy cercano si no se ponen pies en pared para pararlo:

Juan Parvas Las Hurdes
Juan Caletrío Martín (Juan “Párvah”), repicando el cencerro por las calles de Retaxo (Portugal). Juan fue miembro del grupo “Valdelagares” y nos habla, en la crónica, sobre la vida en los “múruh” (chozos a piedra seca y de falsa bóveda) (Foto: F.B.G.)

“A mí m,ha tocau, pol la mi suerti o la mi dehgracia, quealmi en loh múruh, no una, sinu ciéntuh de védih.  En élluh jadíamuh la vía a temporáh no solu yo, qu,éramuh múchuh a cudial ovéjah, o guarrápuh o a los atendeéruh de los güértuh y loh genálih.  Allí, tendíamuh la camareta d,ehcóbah, sobri únah burríllah y únuh ehtaónchuh de palu y el berrendu, qu,era una manta negra de tirétah coloráh.  Si era tiempo de fríu, se jadía la lumbri en drentu del muru, en un jochi que se jadía en metá del suelu, en el mediu del muru y se arrodeaba con únah piédrah; cuántih daba en calental el sol, ya se jadía la lumbri juera del muru.  Y el muru ehtaba jechu a piedra seca: loh hay mu viéjuh y ótruh que yo he conocíu jadel y que, incrusu, yo mehmu jidi un pal d,élluh siendu entoavía mozu.  Se le jadían cumu únah alacénah de piedra y se clavaban algúnah ehtácah pa colgal loh javíuh, y el jumu de la lumbri salía pol arriba, pol un buracu que ehtaba en lo altu de la bóvida, que se jadía con piédrah de moleña o de pizarra, sigún fuera el terrenu, y arriba del tó había una piedra de quita y pon.  Loh múruh se jadían a piedra seca y eran reónduh y la bóvida se cubría de tierra acepá, con cepellónih de amójuh, y en élluh durmiámuh de ántih.  ¡Cumu pa que agora duerma la genti en élluh, con lo señoritinga que s,ha güeltu!”

Ante un habitáculo agropastoril, José Luis Martín Galindo ofrece las pertinentes explicaciones (Foto: “Mañegu”)
José Luis Galindo
José Luis Martín Galindo, escritor e investigador y que fuera presidente de la Asociación por la Arquitectura Tradicional de Extremadura y codirector, junto con el psicólogo Julián Miguel Orovengua, de la revista “Piedras con raíces”. (Foto: J. Miguel O.)

El muru, que recibe en otras demarcaciones territoriales extremeñas los más  variados nombres (bujíu, chafurdón, bujarda, bóveda o chijordu, por citar algunos), es, sin lugar a dudas, el más emblemático de los habitáculos agropastoriles.  Por cierto, corre por las redes un Mapa de palabras, que bajo el subtítulo de: ¿Qué otro nombre le damos al chozo? y enmarcado dentro de un Diccionario extremeño, presenta numerosos errores en cuanto a la denominación geográfica de tal habitáculo por los diferentes pueblos de Extremadura.  Además, da por sentado la existencia del chozo de falsa bóveda en la globalidad de la comarca de Las Hurdes, cuando solo hay contados ejemplares en su zona más meridional, fronteriza con aquella otra comarca de Tierras de Granadilla (pueblos de Azabal, Casar de Palomero, La Pesga y despoblado de Arrocerezo).

Patrimonio arquitectónico rural

chozo de piedra Extremadura
“Chozu” curioso, con “el sombreru a mediu lau” (falsa bóveda inclinada), en el término municipal de Montehermoso. En la comarca del Valle del Alagón, a la que pertenece Montehermoso, los chozos a piedra seca y falsa cúpula son más bien escasos, en comparación con otras comarcas aledañas, como Tierras de Granadilla o Sierra de Gata (foto: Juan Jesús Sánchez Alcón)

En 1989, el Consejo de Europa ya hacía un llamamiento para la puesta en valor del Patrimonio Arquitectónico Rural: La evolución de la producción agrícola y las transformaciones sociales habidas ponen en peligro la arquitectura rural tradicional y sus paisajes.  Refiriéndose concretamente a los chozos, afirmaba que eran uno de los componentes más auténticos de la cultura europea.  A partir de aquel entonces, comenzarán a dictarse una serie de normativas, las cuales son tenidas muy en cuenta por diversos países europeos e incluso por diversas comunidades españolas.  Pero en  Extremadura no se mueve  un dedo por parte de la Administración. En mayo de 2001, se celebra en Albacete el I Congreso Nacional de Arquitectura a Piedra Seca.  Los directores generales de Patrimonio Histórico de Valencia, Canarias, Murcia y Castilla-La Mancha suscriben la Declaración Institucional sobre Arquitectura de Piedra en Seco.  El día 28 de junio de 2001, se constituye la Asociación por la Arquitectura Tradicional de Extremadura, pasando a presidirla el escritor e investigador José Luis Martín Galindo, actualmente presidente de la Asociación Rural Tradicional de Extremadura (lo de Arquitectura pasó a Rural por las razones que luego veremos).  José Luis continúa, después de 40 años, siendo una de las voces más preclaras a la hora de salvaguardar y poner en valor el serragatino Val de Xálima.  En diciembre de 2002, nace la revista Piedras con raíces, de la mano de la Asociación por la Arquitectura Tradicional de Extremadura.  Al frente de ella, José Luis Martín Galindo y el cañaveraliego y psicólogo, y también enamorado de la piedra seca, Julián Miguel Orovengua.  En su primer número se decía, alto y claro, que la arquitectura tradicional del medio rural de la región extremeña estaba abandonada a su suerte por las autoridades locales y regionales, que han asistido indiferentes a su destrucción y desaparición.

Chozo de piedra Las Hurdes
“Chajurdu” en las cercanías del despoblado jurdano de Arrocerezo, marcando la frontera norte de la expansión de tales habitáculos agropastoriles en la región de Extremadura (Foto: José Luis Sánchez Martín)
chozo de piedra
Imponente muro con mampostería seca de pizarra, al sitio de “Juenti la Vieja” (Foto. F.B.G.)

En ciertos sectores extremeños fue calando, como agua fina, la necesidad de atajar tanto desafuero y se fue tomando conciencia de que era preciso ponerse a la imperiosa tarea de rescatar, salvaguardar y poner en valor nuestra arquitectura tradicional a piedra seca.  Había que hacer un esfuerzo para mantener en pie aquellos chozos de falsa bóveda, incardinados en una profunda y secular tradición pastoril en las tierras extremeñas.  Habitáculos que nada tienen que ver con esa denominación de chozos vetones, que corre alegremente por las redes sociales.  Ciertamente, los vetones fueron un pueblo prerromano que se extendían por miles de hectáreas de la actual región región extremeña, pero también por las provincias de Ávila, Salamanca o Toledo.  Y, paradójicamente, en la inmensa mayoría de las excavaciones arqueológicas que se han realizado, han salido al descubierto las plantas rectangulares de sus viviendas y todo tipo de recintos y refugios ganaderos, cuando la estructura de los chozos es redonda.  La tradición de levantar un habitáculo redondo y dotarle de una falsa cúpula o bóveda parece ser que hay que remontarla a épocas epipaleolíticas (14.000-10.000 AB).  Largo sería de explicar; por ello, dejémoslo para otra ocasión, que bien dice el refrán de por estas tierras que hay máh díah que óllah y que gallínah górdah.

“Magnífico ejemplar de chozo pastoril, con piara de cochinos ibéricos, inmediato al ‘Caminu del Rincón’ (Foto: Renate Löbbecke, conocida investigadora germana de la arquitectura rural tradicional, a la que guíamos por escabrosos senderos en la primavera de 2009).

Publicado el 26 de agosto de 2019

Fotografía superior: “Muru” a base de “piédrah de moleña” (ripios graníticos) en el paraje de “Loh Ajullaéruh”.  Asomando por la puerta, M. Carmen Azabal, la que me acompaña no en todos los rastreos etnoarqueológicos que este cronista quisiera (Foto: F.B.G.)

Texto de Félix Barroso Guitiérrez para su columna A Cuerpo Gentil. Las opiniones e imágenes publicadas en este espacio son responsabilidad de su autor.

Espacio cinético TaKtá

 

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