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El bendito legado de Harry Potter

Leí la saga de Harry Potter a los pocos años de comenzar el boom. Propusieron Harry Potter y la piedra filosofal en un club de lectura en idiomas, la leí a medias por curiosidad y a medias para practicar el inglés, me enganchó y luego, poco a poco, fueron cayendo los restantes seis títulos. Aunque me entretuvieron (si no, no los habría leído), me parecía entonces que venían a ser un remedo de las aventuras de Los Cinco, los héroes de mi infancia, aderezados con magia y mucha imaginación. Luego, con el tiempo, Antonio Orejudo nos hizo ver con Los cinco y yo que los libros de Enid Blyton eran de todo, menos imaginativos, y tuve que reconocer que los de J. K. Rowling eran más complejos en todos los sentidos; que iban creciendo con sus lectores; que, más allá del habitual cóctel de aventuras de cualquier saga infantil, incorporaba elementos, como el racismo o la pureza de sangre, que podían servir para despertar a los chavales no sólo a la lectura, sino también a horrores más o menos recientes del mundo que nos rodea; que eran mucho mejores, vamos.

Desde el pasado verano, mi hija Mafalda ha ido devorando, uno tras otro y con creciente entusiasmo, las siete entregas de la colección, y luego, para rematar la faena, ha leído también Harry Potter y el legado maldito, basado en una historia de J. K. Rowling, aunque sea obra del dramaturgo Jack Thorne, y la verdad es que le ha gustado regular. Por tener mi propia opinión, y para rematar yo también esa faena que comencé hace cerca de quince años, lo he leído después y, como a ella, me ha gustado solo a medias.

En su favor diré que, como le sucede a uno de los personajes de la historia, Albus Severus Potter, hijo pequeño de Harry Potter, es difícil sobrellevar con dignidad el peso de un padre famoso, en el caso de El legado maldito, el de una colección de novelas de tanto éxito como las de Harry Potter, y que quizá el libro no sea tan sumamente malo como sostienen los fans más exigentes.

En contra yo diría que los personajes a veces resultan demasiado planos y que no se corresponden del todo con el carácter descrito en las novelas, lo que resulta raro y difícil de comprender, cuando algunos de ellos han sido retratados en toda su complejidad a lo largo de siete novelas. Además, de todos los dei ex machina que el autor podría haber empleado, de todos los trucos de magia de los que podría haber sacado partido para traer de nuevo a escena a Lord Voldemort y su amenaza de un mundo oscuro, ha venido a elegir el más endeble y cenagoso de todos, el de los viajes en el tiempo con un aparato fabuloso, el giratiempos. La decisión me parece torpe, porque si con el recurso de la magia J. K. Rowling se atribuía casi una patente de corso para hacer lo que le diera la gana sin poner demasiado en peligro la verosimilitud de sus historias, el de los viajes en el tiempo –que ella misma utiliza, por cierto, en Harry Potter y el prisionero de Azkaban– es arriesgado, porque se pone en juego una lógica distinta, abonada por la ciencia, pero también por la ciencia ficción, en la que ya no todo vale, y que, después de darle muchas vueltas al asunto y casi marearse, puede llevar al lector más exigente a afirmar sin ninguna duda, en medio de un universo en el que todo es absolutamente dudoso y fantasioso,Esto no es posible. Si, además, se utiliza el truco no una sola vez, sino dos, tres y hasta cuatro, como hace el autor de El legado maldito, el resultado es que trama entera se tambalea y acaba pendiente de un hilo, con lo que no es extraño que los frikis más frikis de Harry Potter pongan el grito en el cielo denunciando cosas que no les cuadran ni por asomo.

La única solución es agarrarse a ese delgado hilo suspendiendo una vez más el juicio, disponiéndose para creerlo todo y tratando de disfrutar de una historia que, por lo demás, intenta recuperar para esos mismos frikis tan críticos los elementos de la saga que les hizo vibrar de niños, una saga que, por lo demás, bendita sea –de ahí el título de esta columna–, porque ha logrado acercar a miles y miles de chavales a los libros. (Otra cosa es que luego, al terminar, sigan enganchados a la lectura, pero esa es también labor de nosotros, los padres, que bastante ha hecho ya la señora Rowling.)

 

Harry Potter y el legado maldito

Jack Thorne

Salamandra

10,00 € (edición de bolsillo)

Publicado el 10 de mayo de 2019

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