En El Ahigal, jacían un mercau mu antigu, de la antigüedá de loh agüéluh y de pa máh atráh, pol lo que contaban. Cuandu ya iba alantá la primavera, abajábamuh algún domingu al mercau; había allí güen génru; güénuh lichónih, coloráuh y négruh. Los mercábamuh chícuh pa crial-luh con lo de loh nuéhtruh güeltuh: bérzah, calabázah, patátah, manzarócah de luh mílluh, el centenu de luh rózuh, lah frútah de luh árbulih, c,había mucha sobranti y velaí, de loh güértuh y esu, y moh traíamuh loh lichoninuh en loh serónih de lah béhtiah. Ántih, pol la cuenta, que yo esu no lo he conocíu, ántih de la pidemia de luh cahtáñuh, ántih de que acaborin con luh rubleálih del común, contaban c,había piárah de lichónih pol tóah Lah Júrdih, peru esu jué de mu pa,tráh. Yo de siempri loh mercaba en El Ahigal y de siempri me salierun mu güénuh (Grabación fonográfica realizada a Eleuterio Martín Martín, de 82 años de edad, de la alquería jurdana de El Avellanar, el día 20 de marzo de 1997, Jueves Santo).
Desde tiempos de la Alta Edad Media, la matanza familiar, tanto por estas villas y lugares de Tierras de Granadilla, Las Hurdes, Valle del Alagón, El Ambroz y otras comarcas no solo extremeñas sino por otras muchas y a muchos tiros de arcabuz de las nombradas, era todo un blasón para los vecinos que se metían de lleno en los rituales matanceros. Para demostrar que eran cristianos viejos, se sacrificaba el puerco a la puerta de casa, con el fin de que todo el mundo lo viera y no se levantara la mínima sospecha de que allí moraban judíos, moros o moriscos. Y los llamados cristianos nuevos (gente que para salvar el pellejo había renegado del Islán o del judaísmo) hacían más ostentación que nadie, aunque, luego, de puertas adentro, hasta es posible que le echaran la carne del marrano (marranos también llamaban a los judeoconversos que seguían practicando su religión en secreto) a sus perros y a sus gatos.
El caso es que las matanzas del puerco siempre se erigieron en unas de las fiestas más entrañables, ritualizadas y tradicionalizadas de estos terruños y, especialmente, por la parte que hoy toca desgranar en la crónica, en el pueblo de Ahigal, que hogaño celebrará el próximo sábado, día 30 de marzo, la IV Matanza Paleta. Y nadie piense que lo de paleta tiene algo que ver con patán, pueblerino, inculto o palurdo. Ni con los perniles del gorrino, que, parlando en el habla de esta zona, están pa relambelsi unu y si le da compaña con una jarra de pitarra, mejol entoavía. Ni con los incisivos de la mandíbula, que hay que afilarlos bien para esta jornada cargada de suculentas gastronomías guarrapérah (propias del narranchón). El término paleta (o paletu) tiene otras resonancias históricas, que ya las contaremos en otra ocasión. Una fiesta cargada de muchos quehaceres, pero que siempre se desempeñaron con alegría, regados de vez en vez con un tragu de vinu y un cachu asau (para las mujeres, el ponchi de naránjan endulzau con miel), con mucho compadreo y comadreo y con aquella solidaridad intervecinal y apoyo mutuo que siempre caracterizaron a estas jornadas matanceras. El antiguo refranero de estas tierras es muy claro al respecto: Con la ayúa del vecinu, mató el mi padri el guarrapinu. O aquel otro de Al güen vecinu no le falta en la matanza el arrimu.
Programa
La mañana del día 30 de marzo se abrirá con toda una serie de juegos infantiles tradicionales. Sobre las 9,30 horas, el almuerzu, a base de migas, dulces, café y buen aguardiente de la tierra, al sitio de La Plazuela. Al cabo de una hora, matanza del guarrapu y otras escenificaciones matanceras repartidas entre la Plaza Mayor y La Plazuela. Cuando caigan las dos de la tarde, ya sabe lo que tiene que hacer el mucho personal que llegará tras los olores de la chamusquina: guardar cola para recibir su enjundioso plato de guisos matanceros, bien regado con un vino sin posos pero con mucho peso y, luego, a rebajar la andorga con el cante y el bailoteo. Porque no tardarán en salir los rondaórih de la Ronda Pencona (Aldeanueva de la Vera), Zambra Verata y el grupo local El JHigueral a recorrer las calles de la población, animando a los palétuh (así son motejados los vecinos de Ahigal y, como dijimos más arriba, no por lo que el común de la gente piensa), al resto de comarcanos y a todos los llegados de otros puntos geográficos a cantar y bailar hasta que el esqueleto aguante y la garganta se quede afónica. Luis Fernando García Nicolás, alcalde de la localidad, hace un llamamiento a todos los vecinos y forasteros para convertir la jornada en una incandescente fiesta, en homenaje a todos aquellos campesinos guarrapéruh, que con tanta dedicación y mimo criaban uno, dos o más (dependiendo de las posibilidades) cerdos, pastoreados por las dehesas boyales y comunales o por pegujales perdidos por esos campos de dios y del diablo. El sacrificio del cebón suponía la despensa cárnica del año. De aquí la coplilla que corría por la zona: Ya puedi llovel y neval,/ que tengu el lichón matau/ y la leña en el corral; el vinu en lah suh tinájah/ y en la artesa guardu el pan. O aquel otro dicho que dice: Con una misa y un guarrapu hay pa tó el añu: la misa corta y el guarrapu largu.
Publicado el 24 de marzo de 2019
2 comentarios
Gracias por la información.
“Sociables por naturaleza”, según Aristóteles, tiene buen ejemplo en ti en celebraciones y festivos.
Salud.
La cultura es siempre bienvenida, recordar tradiciones tambien. Asumiendo que cumplirán la normativa europea y extremeña, y el pobre animal no será sacrificado en público, totalmente prohibido desde hace muchos años ya!
gracias