El próximo sábado, día 23 de marzo, los comarcanos de Las Hurdes y todo el que tenga ganas pueden darse un garbeo por la localidad jurdana de Ladrillar, topónimo que no significa lo que parece, ya que los ladrillos no fueron conocidos por estos territorios hasta épocas recientes. Más bien, habría que decir El Adrillal, como aparece los viejos legajos. Otro caso más de la adulteración de los topónimos de la comarca, que se han venido produciendo hasta nuestros días. Basta con ver los mapas editados modernamente, donde proliferan nombres de parajes que no tienen nada que ver con los que los jurdanos le otorgan desde hace siglos. Ladrillar es hoy cabeza del antiguo concejo que, históricamente recibió el nombre de Concejo de la Ribera o Río Malo (el topónimo Rius Malus ya se cita en un documento de 1192, siglo XIII).
Pues por estas latitudes, a las sombras del Picu Rongieru, también conocido por los jurdanos como El Mingorru o Montón de Trigu (1625 metros: el pico más alto de todas Las Hurdes), se celebrará la XVIIII Matanza Tradicional Hurdana (nosotros, más bien, preferimos la acepción Jurdana, más en consonancia con las raíces filológicas primigenias).
Ladrillar es el pueblo de los veleguíneh, que así son conocidos sus vecinos por toda la comarca y fuera de ella, con el significado de persona inquieta y que no para en parte alguna. Por sus inmediaciones, aparecen los antiguos minados de oro de La Cueva del Tíu Leonciu y Charcu Paliciu o Charcu del Oru. Primero, fueron los romanos quienes explotaron estos yacimientos auríferos. Y hasta podríamos decir que, casi con toda seguridad, también fueron gente de nuestra Prehistoria más reciente los que ya fabricaron ciertas alhajas para ornato personal, como lo ponen de manifiesto los pendientes, collares, diademas y otros aditamentos que nos muestran las estelas antropomorfas aparecidas a lo ancho y largo del territorio jurdano y que se adscriben al Calcolítico. En el siglo XVI, incluso fue desviado el curso del río Ladrillar y algunos afluentes para extraer el oro de manera clandestina. El Alcalde Mayor de Ciudad Rodrigo, compinchado con otros mafiosos de los pueblos salmantinos de La Alberca y Monsagro, obtuvieron cientos de miles de ducados a costar de saquear estos yacimientos auríferos, que pertenecían a los jurdanos.
Esta matanza tradicional, rotativa anualmente por las diferentes cabezas de concejo de la comarca jurdana y en la que colaboran la Diputación Provincial de Cáceres, la Mancomunidad de Las Hurdes, la Asociación para el Desarrollo Integral de la Comarca de Las Hurdes (ADICHURDES) y el propio Ayuntamiento de Ladrillar, así como los vecinos del pueblo, dará sus primeros pasos a eso de las 10,00 horas, con la consabida degustación de los excelentes dulces de la zona y el buen aguardiente de la comarca. Al poco, se secuenciarán los rituales y quehaceres matanceros de acuerdo con la antigua tradición. Y cuando el bandujo barrunte la hora del yantar, pues empezarán a esparcirse por todas las calles de la población el humo y el olor de los asados. Tan solo se necesitan buenas manos para sujetar las tajadas y mejores mandíbulas para trizarlas. Y de vez en vez, un buen trago de vino de la tierra.
Por la tarde, cuando caigan las 17,00 horas, el grupo de coros y danzas Zangaena, del pueblo cacereño de Riolobos, pondrá el broche final a tan suculenta jornada matancera. Todos los jurdanos, comarcanos de tierras limítrofes a Las Hurdes y otros de pueblos más lejanos quedan invitados a esta tradicional matanza por parte de la corporación municipal que preside Miguel Angulo Pino, un legítimo veleguín del pueblo de Ladrillar.
Vista general del pueblo, con el casco antiguo en la parte inferior, reducido a la mínima expresión (Foto Veleguín)
*Las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.
Publicado el 18 de marzo de 2019