Uno no tiene ninguna intención de parecer reiterativo, aunque mi espíritu sí que es frecuentativo de un lugar de Plasencia que encierra poesía, sentimientos e Historia. Es que en ese lugar la gente hace compra en el Mercado de Abastos, surte sus necesidades cuchilleras con oferta y diversidad, come, bebe, se casa y hasta celebra su acto fúnebre. Y todo en un breve sitio -por su extensión- lleno de alegría o tristeza, según corresponda a la circunstancia. Allí, como ya he dicho, pasan muchas cosas y personas, y de estas últimas la mayor parte de las que transitan por su entorno se quedan un rato. Comprobado.
Un foráneo ilustre, hijo de labradores, nació en un pueblito de Salamanca, Frades la Sierra. Practicó las labores del campo en su pueblo y años después ejerció como maestro después de haber estudiado magisterio en Salamanca. Era un hombre sensible y algo melancólico, carácter que tal vez le hizo manifestarse como escritor lírico, dando a luz sus primeros poemas a temprana edad, los titulados ‘La fuente vaquera’ y ‘Adiós’. Este último parece una intuición acerca de su futura vida, ya que José María (que así se llama nuestro hombre) se enamora de la extremeña Desideria y se casa con ella. Intuyo que alguien se estará percatando de a quién me refiero. El caso es que celebra su boda en Plasencia, en la iglesia de San Esteban (o San Estebán, así con tilde en la a, como figura sin recato alguno en la placa de su fachada), esa que preside el Rincón de su mismo nombre y que a uno tanto le complace.
A partir del casorio, la pareja se va a residir a Guijo de Granadilla, Cáceres, y en esta tierra le llega la inspiración. Muestra genial de esa época lo constituye ‘El Cristu benditu’ un poema escrito en la lengua vernácula ‘castúo’. Un foráneo de aquí al lado, viene a estos lugares y construye en ellos casi toda su obra poética. Nada que ver con el que esto escribe, que lo único que tiene en común con José María Gabriel y Galán es su cariño hacia lo extremeño y aquello de haber nacido en otro sitio y madurar aquí su obra; la del poeta, obra universal, mayor, y la de uno, obra muy menor, minúscula, pero obra al fin y al cabo.
Escribiendo ya en serio, falta menos de un año para celebrar el 150 aniversario de su nacimiento y de paso también, de su acertada elección para la ciudad en la que casarse; así como establecer esta región como base donde crear sus joyas poéticas siempre dirigidas al campesino, a la familia, a la tierra y a su paisaje, literatura lírica que fue entonces la más leída de toda España. Uno espera que esta comarca que le vio crear y procrear, le festeje en su momento con los actos y recordatorios que este buen hombre y gran poeta se merece.
Publicado el 1 de febrero de 2019
Texto de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo