Con las galas recién estrenadas de Fiesta de Interés Turístico, el Carnaval Jurdanu, ya está preparando sus pieles, sus estrafalarias y simbólicas indumentarias, sus máscaras, sus cencerros, sus entiznes, sus gaitas y tamboriles, sus zambombas y castañuelas, sus panderos y panderetas, sus sacos de paja, de ceniza y de salvau, sus horcas de palo y sus viejas guadañas…, todo un mundo, en suma, de vestimentas y utillajes que nos sumergen entre la nebulosidad de tiempos ancestrales y que manifiestan el virtuoso etnocentrismo de un pueblo que ha sabido conservar el legado de sus antepasados. El próximo sábado, día 2 de marzo, efemérides de San Animado y Santa Jarana, el pueblo jurdano de El Cabezo, donde toca celebrarse la actual edición carnavalesca, ebullirá por los cuatro costados y recibirá a comarcanos y forasteros con los brazos abiertos. Empezará a correr el aguardiente desde primeras horas de la mañana y volarán las bandejas con tiruléteh, matajámbrih, frorétah, bólloh de miel y otras reposterías propias de ese concejo, hoy llamado de Ladrillar y, antiguamente, de La Ribera o de Riomalo. Para los más madrugadores, un barreño de enjundiosa y estrafalaria Ensalá de limón.
La asamblea concejil de El Cabezo eligió como Rey del Entrueju al tabarro José Luis Domínguez Marcos (los vecinos de dicha alquería son conocidos en todas Las Hurdes y fuera de ella con el cariñoso apodo de tabárruh o tabárroh; es decir, tábanos, esos insectos de la familia de los dípteros braquíceros, que llegan a alcanzar, en sus vuelos, 30 kilómetros por hora y de los que es preciso esquivar su picadura). José Luis pertenece a la saga familiar de Loh Chocolatéroh, muy conocida en toda la zona. Sus muchos valores ya serán proclamados en el Pregón del Entrueju que se lanzará por la tarde. Así que el que quiera saberlos, que aguarde hasta tal hora. Pero él, el amigo José Luis, es un rey que no quiere ser rey. Por ello, cuando la Corrobra Estampas Jurdanas desembarque en el pueblo, se dirigirán todos los congregados, en tumultuosa algarabía, en busca de él, para sacarlo, quiera que no quiera y tras los parlamentos del Zajuril, de la humilde y triste vivienda donde se ha parapetado. El que ha sido elegido Rey del Entrueju es un pobre harapiento, pidiol (pedigüeño), que no cree merecer tal nombramiento y se resiste. Pero, por fin, es sacado a rastras y montado a lomos de un burro, siendo aclamado por el pueblo, que le arroja paja y salvau, como símbolos de la fertilidad de los campos y de los hombres. Las mujeres le cantan antiguas alboráh o arboráh, y las Mózah del Guinardu romances que se pierden en la noche de los tiempos. No pueden faltar los bailes y cantares con muchos inviernos de Pericu el de Lah Júrdih Málah y de La Capaora. También el Arcarde-Mozu echará el correspondiente pregón, ordenando a la caótica comitiva que emprenda el camino que nunca se acaba.
Y a partir de este momento, toda una organización desorganizada, una barahúnda libertina y libertaria, una transgresión atrevida y alocada, una heterodoxia que altera el ritmo cotidiano y la ley y el orden que imponen los poderes civiles y eclesiásticos se apoderan de las calles y rincones de la población, atosigada por las humaredas de las Zajumáh (recipientes que contienen pelos, bolas o guindillas picantes y boñigas de los animales, a los que se les prenden fuego y se lanzan al buen tuntún). A la vuelta de cualquier esquina, puede aparecer el Toru Bardinu y levantar las sayas de las mujeres con su cornamenta. O los Diabrílluh y pinchar al personal con sus horcas de palo. O El Cenizu, El Entignaol, El Tíu de la Paja, El Tíu del Salvau o el misterioso personaje de La Regorba, medio bruja y medio adivina, a la que maldijo La Mora de la cueva de La Güesera, borrándole su resplandeciente belleza y condenándola de por vida a tener una joroba sobre sus espaldas. En cualquier momento, pueden asaltar a todos aquellos que se limitan a estar simplemente de espectadores aquellos otros personajes de Manuel Presu y Domitila la Jurdana, o la carantoña de La Vaca Cachana, que también le dicen La Dulia, la de las siete ubres y todo un símbolo cosmogónico. El Arruverdi, todo un árbol viviente, llamará a voces a la primavera, para que espante los males del invierno y haga crecer la hierba. El Obíhpu Jurdanu y el Padri Piolu del Conventu de Lah Batuécah no pararán de echar bendiciones, de espurriar a la gente con su milagrosa agua bendita y de enseñar, de vez en vez, el bahtacu (enorme falo) que llevan bajo sus ropas seglares. Y El Morcillu o Don Pericu, gigantesco pelele y mitad macho cabrío y mitad hombre muy bien dotado, figura emblemática del Carnaval Jurdanu, ajeno a la sentencia de muerte que le espera al caer el día, disfrutará en manos de El Morcilleru, recibiendo los piropos, cantares y caricias de las hembras.
Después de llenar bien la panza, viene la danza. Una buena palancaná de pípuh con berzas y muchos tropezones de la matanza para todos los encarantoñáuh, enzamarráuh y entruejáuh. Mucho vino de La Sierra, mucho café y aguardiente. Algo también habrá para que los vinieron a cuerpo gentil, pero que sepan que, en el Carnaval Jurdanu, siempre puede meter mejor la cuchara los que vengan ataviados como marca la tradición. Y por la tarde, la joya de la corona carnavalesca en el pueblo de El Cabezo: la escenificación del rejuiju de La Osa: todo un ritual de antruejos cimentado en la dualidad muerte-resurrección, tan presente siempre en las carnestolendas de estas tierras. Como en aquel otro de Loh Araórih del Rozu o La Cricona, que tan magistralmente interpretan los mozos de La Vieja Era de Horcajo, escandalizando a todas las almas puritanas si es que hay alguna en estos esperpénticos carnavales. Un sinfín de rejuíjuh (escenificaciones propias del antruejo) que culminarán con la entronización del nuevo Rey del Carnaval, las puyas entre los hombres y mujeres en el cortejo que va a apalear, ahorcar y quemar al Morcillu (el llanto de las féminas se oirá por toda la comarca), la bendición del Obíhpu Jurdanu y una gigantesca parrillada con carnes del gurrinu, acompañada de una buena borrajá de patatas. La batahola, el desgobierno, el tumulto y el pandemónium continuará adueñándose de la aldea hasta que la noche no pueda más y se despida al gentío con un chocolate bien caliente y unos reconfortantes churros. Y habrá quienes continúen, bajo el resenciu (fresco de la madrugada), rondando por las calles. Los sonidos de la gaita y el tamboril y las viejas rondas subirán hasta la cima del Rongiero, Mingorro o Montón de Trigo, que así es conocido el pico más alto de Las Hurdes, situado a las espaldas de El Cabezo, y las mozas despertarán para sacar a los rondadores los dulces y el aguardiente: Dihpierta, cravellina,/ vai dihpertandu,/ que la ronda a tu puerta/ ya ehtá llegando… Y, luego, a dormirla y a esperar los antruejos del próximo año, cuando las mujeres de la alquería de Pedro Muñoz (Peroti), en el concejo de la villa jurdana de El Casar de Palomero, se emperifollen para recibir ansiosamente a su amante El Morcillu o Don Pericu, con todo su extravagante, canallesco y esperpéntico cortejo. Pero ello será el 22 de febrero de 2020. Así que a esperar toca.
AVISO A LOS NAVEGANTES: Pese a que la organización del CARNAVAL JURDANU rogó que no se celebrasen actividades paralelas pseudocarnavalescas en la comarca jurdana el Sábadu Gordu del Entrueju, todavía ha habido municipios que han hecho caso omiso, organizando y subvencionando esos desfiles de disfraces que son la antítesis de los antruejos y denominados despectivamente como Carnaval de Plástico. Así no se hace comarca, no se es solidario ni se respeta el título de Fiesta de Interés Turístico, que, con mucho sudor y esfuerzo, ha conseguido una de las más emblemáticas carnestolendas del mundo ibérico. Un gran aplauso para aquellos pueblos que han trasladado sus pantomimas y concursos de disfrazados al Domingo de Carnaval, dejando el Sábadu Gordu libre de polvo y paja, para que los vecinos pudiesen disfrutar de su simbólico, representativo e icónico Carnaval Jurdanu.
Publicado el 25 de febrero de 2019