
De sobra es sabido que cuando decimos que la historia que un libro nos cuenta es verosímil no queremos decir tanto que pueda resultar factible desde los parámetros del mundo exterior -por no decir real, pues lo que llamamos realidad resulta muchas veces más que dudoso- como que respete la propia lógica marcada por el libro, que resulte coherente, que no rompa sus propias reglas de juego. Por esa razón podemos considerar verosímil un libro de fantasía como El señor de los anillos o uno de ciencia-ficción como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? sin esperar ver hobbits o replicantes por la calle. Bien pensado, puede que sea en estos territorios, los de la fantasía o la ciencia-ficción, donde más difícil resulte mantener la coherencia, la verosimilitud, pues, rota la regla de lo real, desatada la imaginación, supongo que a veces debe de ser complicado atenerse a las reglas, por más que sean reglas que uno mismo, como autor, ha decidido, y que la escritura exige, en esos casos, especial contención.
En el ámbito de la literatura infantil y juvenil, debido a los gustos de sus lectores, es frecuente tirar de fantasía, y también en esos casos la escritura requiere pisar el freno. El problema es que creo, por libros y películas infantiles y juveniles que he visto o leído, que algunos autores, quizá por considerar a su público poco exigente o experimentado, resultan poco exigentes consigo mismos y con sus propias reglas de juego, que tienden a saltarse a la torera, dando pie a historias que pueden resultar atractivas, no digo que no, o que incluso enganchan y venden, pero que enseguida comienzan a hacer aguas, que se caen de las manos y dejan al lector –que puede ser un adulto o, peor aún, un niño- con la sensación de que le han tomado el pelo, algo que no creo que sea muy bueno para el fomento de la lectura.
No es el caso, todo lo contrario –al menos eso me ha parecido a mí– de Apestoso tío Muffin, de Pedro Mañas, ganador del XV Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, protagonizado por un individuo, Montgomery Muffin, que, literalmente y a pesar de sus esfuerzos por estar limpio, huele mal, y que acaba sufriendo el rechazo de vecinos, amigos y compañeros de trabajo. Todo hasta que en su vida triste y pestilente irrumpe una niña y le abre los ojos. No conviene, creo, contar mucho más del libro, no conviene desvelar la trama, pero sí debo decir que se trata de un libro bien escrito, con una prosa cuidada y asequible, en el que todo está bien hilado, sin artificios ni juegos malabares, que no trata al lector, al pequeño lector al que va destinado, como si fuera estúpido y que, con más moraleja que moralina y con inteligente acidez, construye una metáfora que asocia eficazmente el mal olor y los miedos, esos miedos a menudo tontos que nos impiden disfrutar plenamente de la vida.
Una magnífica opción si estáis pensando en un regalo para niños, no sé, de entre ocho y doce años, os lo aseguro. Para que no tengáis que volver atrás y releer, aquí os dejo los datos:
Apestoso tío Muffin
Pedro Mañas
Editorial Anaya
12 euros
Preguntadle a vuestro librero.
Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de libro