Multiplicar alimentos, levitar, bilocarse o el don de la sanación son algunos de los prodigios que se le atribuyen a este santo de origen extremeño.
En septiembre se celebra la festividad de san Juan Macías, religioso extremeño al que se le asignan numerosos hechos milagrosos. Nacido en Ribera del Fresno en el año 1585, las crónicas aseguran que su primer prodigio lo habría obrado cuando tan solo era un niño, consiguiendo que un cerdo se elevara a la superficie: el animal habría caído, por accidente, al interior de un pozo con agua. También dicen que a corta edad se le apareció un misterioso niño que le acompañó durante toda su vida, como si de un amigo imaginario se tratase. Juan Macías creía que se trataba de san Juan Bautista.
Ya de mayor, trabajó durante muchos años en el campo, desarrollando labores agrícolas y ganaderas en nuestra tierra. Sin embargo, allá por 1622 decide cambiar de vida y se marcha a Perú, ingresando en el convento de Santo Domingo de Lima. Allí ejerció de portero y llevó una vida de lo más humilde. Su preocupación por los pobres extendió su fama de santidad por toda la capital peruana.
Se dice que fue capaz de comunicarse con la Virgen María en el transcurso de un terremoto. Cuando tuvo lugar el sismo, Juan Macías estaba orando en la capilla de su convento. Mientras todos los monjes huían despavoridos, él ni se inmutó. El motivo: dijo haber escuchado la voz de la Madre de Jesús de Nazaret, que le decía: “fray Juan, ¿A dónde vas? Regresa y estate tranquilo que aquí estoy yo para protegerte”.
Si esto de por sí ya es sorprendente, más lo es el hecho de que, al parecer, era capaz de levitar. Esto aseguraba uno de sus compañeros de convento, tras una noche que accedió a oscuras a la capilla, golpeándose con algo en la cabeza. Dijo que era el pie de Juan Macías, que flotaba junto al techo, ensimismado en la oración.
También se le atribuye la capacidad de comunicarse con la ánimas del Purgatorio, de curar a enfermos -entre ellos se da noticia de una niña que había sido atropellada o de un niño llamado Antón; a ambos les habría sanado- y de bilocarse, esto es, de estar en dos lugares a la vez; exponen las crónicas que podía estar en la portería y, al mismo tiempo, asistiendo a la eucaristía.
El Milagro del Arroz en Olivenza
Otro de los milagros que supuestamente obró fue la multiplicación de alimentos. Cuando salía a repartir comida a los pobres, aunque tuviera poca comida, dice la tradición que siempre alcanzaba para saciar a todos si el religioso bendecía lo que llevaba en el zurrón. En esta línea, precisamente, se encuentra el milagro que le llevó a la canonización. Tuvo lugar el 23 de enero de 1949 en Olivenza (Badajoz), en plena posguerra española.
Aquel domingo, no había comida en la casa parroquial del municipio para alimentar a todos los pobres del pueblo. La cocinera, Leandra Rebollo, solo tenía una taza de arroz. Se dispuso a poner al fuego aquella cantidad con el fin de alimentar al menos a una o dos personas necesitadas. Mientras encendía el fuego se acordó Juan Macías -pues Leandra procedía igual que él de Ribera del Fresno- pronunciando estas palabras: “Ay beato, hoy tus pobres sin comida”.
La cocinera se ocupó de otros quehaceres mientras se iba cocinando del arroz. Su sorpresa fue mayúscula cuando al volver a la cocina se encontró con la olla rebosante de comida, tanto que se estaba saliendo del recipiente. Dieron aviso del suceso al párroco del municipio, don Luis Zambrano. Tanto él como decenas de testigos observaron durante cuatro horas -de la una a las cinco de la tarde- cómo cuando vaciaban la olla, del fondo volvían a brotar granos de arroz como por arte de magia.
En palabras de Fernanda Blasco, una de las testigos del milagro, a quien he tenido la oportunidad de entrevistar: “Llegamos y vimos el arroz al borde del puchero y el párroco pidió una fuente; la llenó y con un cucharón empezó a servir a los niños. Cuando quedó vacío el puchero, nosotros, que estábamos allí alrededor, vimos cómo del fondo de la olla empezaban a brotar unos granos de arroz duros otra vez, como un arroz recién echado. Y seguían el rato normal de la cocción hasta que llegaban al borde, y así una y otra vez”.
Cuando terminaron de servir arroz a todos y cada uno de los pobres del municipio, el sacerdote ordenó que apartaran la olla del fuego, cesando así el milagro, que no solo contempló la materialización del alimento; también que este estuviera totalmente cocinado y condimentado sin intervención humana y que el carbón vegetal que Leandra Rebollo puso al principio de su preparación, no se consumiera durante todas las horas que se prolongó este suceso.
El hecho fue investigado por la Iglesia, en primera instancia por el obispado de Badajoz y más tarde por el Vaticano. Algunos granos de arroz procedentes del milagro fueron analizados en laboratorios de Badajoz, Valencia y Roma. Así mismo, los testigos fueron interrogados en diversas ocasiones: “participé en los interrogatorios y tuve que ir dos veces al obispado. Había un canónigo que era el abogado del diablo, que intentaba ver si decíamos mentiras. El arroz fue analizado y resulta que era totalmente natural”, me explicaba hace unos meses Francisco González, otro de los presentes en el suceso. Finalmente, la Iglesia aprobó el milagro y el Papa Pablo VI canonizó a Juan Macías en 1975.
Estos son solo algunos de los muchos milagros que se le atribuyen al santo extremeño, a este religioso cuyos prodigios nos siguen fascinando hoy en día.
Publicado el 16 de septiembre de 2018
Imagen superior: San Juan, fuente: es.aleteia.org
Texto de Lourdes Gómez para su columna Extremadura Desvelada
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