A propósito de que en la Noche Abierta podremos volver a ver Plasencia desde lo alto del Palacio de Mirabel y recordando lo bonita que también se ve desde la Catedral, he revisado aquella leyenda que leí recién mudada a esta bella ciudad, la del Ícaro placentino.
La leyenda cuenta que el escultor Rodrigo Alemán, un judío converso autor de la magnífica sillería del coro de la Catedral, un día tuvo alas para volar. Una de las versiones de la leyenda dice que la Inquisición acusó al escultor de blasfemo por algunas de las tallas que podemos ver en la sillería. Porque sí, llama la atención que hay un perro lamiéndose sus genitales, una mujer lavándose las piernas con la falda más arriba de lo permitido, un monje dando un sermón a unas gallinas, una dama dando nalgadas a un guerrero y otras, también es verdad que de esa misma época hay cosas parecidas en otras iglesias. La otra versión dice que Rodrigo Alemán había contraído muchas deudas y que debía ser castigado. Las dos versiones convergen en que al escultor lo encerraron en lo alto de la torre de la Catedral y allí estuvo largo tiempo, que lo único que pedía para comer eran aves y que también las cazaba él cuando ellas, despistadas, se posaban allí, en las alturas. Gracias a las plumas de esas aves y a que tuvo tiempo de estudiarlas, Rodrigo Alemán se construyó un par de alas y un día pudo salir volando de la Catedral de Plasencia. La historia dice que cayó en la dehesa de los caballos, donde ahora está la zona industrial, yo prefiero pensar que pudo escapar y que cruzó el río y que los siglos han borrado sus huellas.
El Pez Volador, una curiosa patente
En la Oficina Española de Patentes y Marcas hay una galería de patentes curiosas donde encontramos el pez volador de José Patiño que viajó por los aires entre las ciudades de Plasencia y Coria en marzo de 1784. En el texto de la página web encontramos la descripción de este viaje que “apareció en una gaceta alemana de la época y mereció su ilustración en un grabado francés, que de tan delirante que es resulta hasta entrañable”. Y es cierto, la ilustración que lo acompaña es encantadora, una Plasencia entre las rocas de una montaña y Coria del otro lado y entre ellas el agua, quizás un río que podría ser el Alagón en alguna crecida, pero que curiosamente está surcado por barcos. En el cielo hay tres hombres sobre un pez, que reman con unas plumas o unas hojas enormes. Por supuesto, la página afirma que esta patente es un engaño. Sin embargo, a pocos días de que muchos de nosotros volvamos a ver la ciudad desde lo alto es bonito imaginar que Rodrigo Alemán en el Siglo XV o XVI y José Patiño, en el XVIII, vieron el mismo trazado de calles estrechas y consiguieron disfrutar de Plasencia desde las alturas.
Publicado el 7 de septiembre de 2018