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Los prelados degollados en la ermita de San Salvador de La Vera

Septiembre, con los aires del otoño a las puertas y la caída de las hojas de los árboles, nos hace volver la vista atrás. Por estas fechas nos cuenta el escritor Gabriel Azedo de la Berrueza en su libro “Amenidades, Florestas y Recreos de la Provincia de la Vera Alta y Baja en la Extremadura”, editado en 1667, que el año 714,  que huyendo de la rabiosa persecución y dureza de los moros que barrían la península ibérica desde las tierras del Sur de Hispania muchos santos pontífices, prelados y diáconos de Andalucía y otras partes vinieron a buscar abrigo a las montañas y ocultas sierras de la Vera; y topándose con una fortificada iglesia llamada de San Salvador, que en aquel tiempo se conservaba entre los términos de Cuacos, Garganta y Aldeanueva de la Vera, y existía desde el tiempo de los godos, edificada por un obispo obilense llamado Richila, se refugiaron en ella.

Allí recogidos y fortalecidos se ejercitaban en obras de piedad, confortando y socorriendo con limosnas y santa doctrina a los cristianos que, temerosos y fugitivos, iban buscando las gargantas y esconces que aquellos altos y ocultos montes descubrían, para ampararse de la cruel persecución de los moros que les venían persiguiendo a sus espaldas con feroz y hambrienta saña.

Los hechos y las víctimas

En el documento original “Obispos y Annales Eclesiásticos”  se recogen concretamente los hechos y las víctimas con la fecha de 713-714. Cerniéndonos a la cita de Azedo de la Berrueza en el este sitio, nos dice que se recogieron los santos pontífices: Faustino, obispo de Sevilla; Floro, de Jaén; Bonifacio, de Coria; Zaqueo, de Écija; Pupulo, de Niebla; Habito, de Urce; Arcesindo, de Cabra; Teodiselo, de Baza; Ciemuldo, de Itálica; Sifribeo, de Martos; Bafilio de Baeza; Centurio, de Granada; y otros muchos obispos y santos varones, cuyos nombres se ignoran, así como  algunos sacerdotes y diáconos santísimos, que también se retiraron a estas sierras y ocultos montes de la Vera.

Estando pues estos santos prelados en la ermita de San Salvador celebrando el sagrado sacrificio de la misa, les llegó el aviso de que los moros tenían sitiada la ermita para ensangrentar su impiadosa saña y rigor en sus sagrados cuerpos y bienaventuradas vidas.

El que decía misa, confuso con el grande temor que le sobrevino, tomó la recién consagrada hostia y la echó en un pozo que allí cerca le ofreció su cuidado, y que mana debajo de los pies del santo que está en el mismo altar y sale encañado a una curiosa pila que está fuera de la iglesia de la ermita, y es agua milagrosa para todas las enfermedades.

De allí volvieron a sacar la hostia entera, como al principio estaba y la colocaron sobre el altar con grande y honorífica veneración.

 Viendo pues los moros aquel santo rebaño de fieles que no tenían otras ofensivas ni defensivas armas sino las del celestial espíritu que los llevó allí para corona y gloria de sus martirios, llegaron a ellos con grande algazara y vocería y como lobos crueles y carniceros descargaron en ellos los golpes de su rabiosa dureza, acciones por las que dejaron los santos prelados sus bienaventuradas vidas.

 Después, otros cristianos de la tierra, ausentes de la masacre, regresaron y en la ermita sepultaron a los gloriosos cuerpos de tan sagrados mártires.

En su memoria quedó la gloriosa fuente que sirvió de custodia del verdadero cuerpo de Cristo sacramentado Así mismo quedaron algunas imágenes de muy notable antigüedad, que hallaron menospreciadas y arrojadas por los suelos por las sacrílegas manos de aquella pérfida gente.

Proyecto de restauración

Con estas acciones queda eternizada la tradición de aquella santa ermita de San Salvador de la Vera, que hace algo más de una década ayuntamientos de Garganta la Olla, Cuacos y Aldeanueva de la Vera, junto con la mancomunidad de municipios y comunidad de monjes jerónimos que en aquel tiempo regían el recinto monástico e imperial, presentaron un proyecto que contemplaba  la reconstrucción de la ermita de San Salvador, que fue el primer santuario utilizado por los hermanos de la Pobre Vida, que posteriormente fundarían el cenobio verato y donde fueron degollados los prelados y otros eclesiásticos, restableciendo el culto en aquella ermita y rescatar la romería que se celebraba el día cinco de agosto.

Publicado el 6 de septiembre de 2018

 

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