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SOS del Patrimonio Cultural del territorio de Las Hurdes (II)

La noticia nos llegó, hace escasas lunas, de la mano del buen amigo Juan Carlos Rodríguez Poré, militar, abogado y enamorado hasta las cachas de la comarca jurdana. 

Manuel Iglesias Álvarez, un extremeño que se pateó a conciencia los intrincados serrejones jurdanos y cuyos numerosos apuntes arqueológicos aún permanecen inéditos (Foto: Sergio Lorenzo)

Este honesto aficionado a la arqueología andaba correteando tras las huellas del pasado por estos montañosos territorios y paró a echar un vistazo al petroglifo de “La Fegacha del Rozu”.  Su mayúscula sorpresa y su justificada rabia fue comprobar que la figura que él, siguiendo  a Benito del Rey y Grande del Brío, llama “orante”, había sido completamente rayada.  La mano sucia e infame de algún terrorista arqueológico había hecho de las suyas.  Estos dos últimos investigadores, en su libro “Petroglifos Prehistóricos en la Comarca de Las Hurdes: Simbolismo e Interpretación” (Salamanca, 1995), comentan: “tal figura antropomorfa muéstrase en actitud orante, con los brazos doblados hacia arriba en ángulo recto y los dedos bien extendidos”.  Pero el arqueólogo y gran amigo Antonio González Cordero ha llegado a ver tres antropomorfos en el panel pizarroso, catalogándolos de “danzantes”: “Una escena de danza en torno a un eje imaginario constituido por un espacio simbólicamente vacío, en el que el astro solar forma verosímilmente parte invisible de la secuencia.  La idea que encierra no es en absoluto descabellada, en cuanto que la relación entre antropomorfos y esteliformes, soliformes o si se quiere signos circulares, se halla comprobada” (“Grabados de figuras humanas en Las Hurdes”.  Vigo, 1999).  Del último que, in situ, nos mostró un paisano, con el que une una gran amistad, emigrante en Euskalerría, fue el del “Letreru del Valli del Cordoncinu”.  Solo un jeroglífico de cuatro líneas quedó a salvo de la barbarie de los desalmados.  Lo que fue un rico mantel pizarroso, cubierto de mágicos manjares prehistóricos, quedó reducido a la mínima expresión.4E

Foto-documento: Gonzalo Martín Encinas y Pedro Martín Álvarez, jurdanos de la alquería de Aceitunilla, observando detenidamente el petroglifo de “La Ballihtuela” (Foto: “Galiciana”)
Francisco Xavier de Burgos y del Olmo, secretario de Fomento bajo la regencia de María Cristina de Borbón (Pintor: Antonio María Esquivel)

A estas barbaries cometidas contra el riquísimo patrimonio cultural de Las Hurdes, se añaden otras, como la maldita costumbre que tienen algunos jovenzuelos de plasmar sus nombres, a base de incisiones con objetos metálicos, en los paneles esquistosos donde están los grabados, o plasmar otros signos y ringorrangos.  Incluso han llegado a levantar hogueras  sobre tales plataformas, que, con las altas temperaturas de las llamas, han dado lugar a daños irreparables.  Otro tipo de terrorismo arqueológico, aparte del de los “piteros” (dueños de detectores de metales que invaden asentamientos arqueológicos de todo tipo), es el de aquellos que arrancan lascas del roquedo donde hay algunas figuras y se las llevan para lucirlas en los salones de sus casas.  Ya ocurrió con las pinturas rupestres de la zona jurdana de Las Batuecas y con otras, también pertenecientes a esta comarca, en términos de la alquería de La Rebollosa. No hay que olvidar nunca que el político, aparte de periodista y dramaturgo, Javier de Burgos y del Olmo (Motril, 1778-1843), en el último tercio del siglo XIX, cambió los límites naturales de Las Hurdes para favorecer a sus amigos de la comarca salmantina de la Sierra de Francia.  Ocurrió cuando tal señor, de familia muy acomodada y perteneciente a la nobleza, era secretario de Estado de Fomento bajo la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Borbón, la madre de la ninfómana Isabel II y que se casó con Fernando Muñoz Sánchez, sargento de su Guardia de Corps, a los tres meses de enviudar del rey Fernando VII, su esposo y tío carnal a la vez.  María Cristina -valga el inciso-, como tantos otros miembros de la Casa de Borbón, amasó una grandísima fortuna, conseguida al desviar fondos estatales a sus arcas privadas, en comandita con su marido, el general José María Narváez y Campos y José de Salamanca y Mayol (marqués de Salamanca y conde de los Llanos).

“La Torrita”, dentro de los terrenos de la alquería jurdana de La Rebollosa, usurpados por Xavier de Burgos, secretario de Fomento con María Cristina de Borbón (1831), para entregárselos al pueblo salmantino de Herguijuela de la Sierra (Foto: NAVE-GANTE)

Javier de Burgos, por caprichosa donación, concedió el territorio jurdano de Las Batuecas al pueblo salmantino de La Alberca, el que había ejercido un férreo yugo concejil durante siglos sobre los jurdanos.  Igualmente, le regaló la alquería de La Rebollosa con sus términos (en ellos se encuentran las pinturas rupestres del “Rihcu de loh Altárih” y las ruinas del convento del Santo Niño de Belén).  También concedió a un tercer pueblo de dicha comarca salmantina, Sotoserrano, las alquerías de Cabaloria y Martinebrón.  Todo estos términos eran aguas vertientes hacia Extremadura, pero el senador granadino y que también llegaría a ser ministro de Hacienda y de la Gobernación, debía bastantes favores a sus caciques de la Sierra de Francia y, de aquí, el desafuero que se cometió con Las Hurdes, desgajando parte de su comarca natural.  Ni que decir tiene que los vecinos de La Rebollosa, Cabaloria y Martinebrón, con muchos de los cuales hablamos en diversas ocasiones, siempre se han sentido jurdanos de arriba abajo.  Hoy, Cabaloria y Martinebrón son despoblados.  Corrieron la misma suerte que Granadilla, al inundar sus tierras el embalse de Gabriel y Galán.

Pinturas rupestres del “Rihcu de loh Altárih”, en términos de La Rebollosa (Foto: NAVE-GANTE).
El danzante más significativo del panel de “La Fegacha del Rozu”, desfigurado recientemente, como ha denunciado Juan Carlos Rodríguez Poré, autor de la foto.

Por otro lado, nos encontramos con grabados realizados en piezas líticas exentas y que han desaparecido de la noche a la mañana.  Esto es lo que ha ocurrido con la piedra pizarrosa donde aparecía un antiguo alquerque grabado y que se encontraba embutida en la pared frontal de la casa  conocida como la de “Quica la del Manco”, en la alquería de La Fragosa.  O aquella otra pieza rectangular, de esquisto muy negro y duro, hallada en las cercanías de la ermita de la Cruz Bendita (puerto del Gamo, en la villa jurdana de El Casar de Palomero).  Se apreciaban grabados que parecían responder a hojas de l anzas, espadas y alabardas.  Con trazos más finos, casi imperceptibles,  se entreveían figuras al modo de rosetas y otros símbolos circulares.   Esta pieza se custodiaba en el Hogar-Escolar de Nuñomoral, junto con otros vestigios, como un ídolo-oculado, pero todas ellas desaparecieron a raíz de las obras emprendidas para transformar ese Hogar-Escolar en el centro asistencial actual.  Noticias hay de otras pizarras grabadas  que aparecieron en el sitio de “La Güertita” (alquería de El Cerezal).  Por lo que tenemos entendido, han ido a parar a Palma de Mallorca.  En esta misma alquería, al hacer obras de alcantarillado, se descubrió una piedra redondeada, de grauvaca, con simbología varia insculpida en toda su redondez.  Hoy, nadie conoce su paradero.  Y de estos términos era la conocida como “Piedra ehcrita del Alcornocá”, que se esfumó de la noche a la mañana. También cuentan que arrancaron y se llevaron todo un panel pizarroso al sitio del “Valli Caveru”, en el que dicen que es el valle más estrecho habitado de toda Europa, donde se distinguían los grabados de dos caballos y otros animales que, al parecer de algunos lugareños, eran como “venáuh”.  El suma y sigue nos llevaría a escribir muchos renglones.  Algunos de ellos escribiremos en la tercera y última parte de esta sintetizada exposición que plasmamos en esta, siempre acogedora e ilustrada, revista PLANVE.

 

 

Dibujo del “Canchal del Letreru”, en los fragosos terrenos colindantes entre Torrecilla de los Ángeles y el concejo de Lo Franqueado (Foto Miguel Cantero Mozos)
Juan Carlos Rodríguez Poré, militar y abogado, entusiasta de la comarca de Las Hurdes y, fundamentalmente, de su pasado histórico y arqueológico, con su hija Victoria, en el singular e impresionante meandro de “El Meleru” (Foto: Anónima)

 

Dibujo-calco de algunos de los grabados de “La Fegacha del Rozu”, donde se observan perfectamente los tres danzantes descubiertos por el arqueólogo Antonio González Cordero (Dibujo: A. González Cordero).

 

Publicado el 21 de agosto de 2018

Colaborador de planVe
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