“En donde se une dicha rivera con el expresado río, se pasa uno y otro también sin puente para ir a la alquería de El Castillo, pues aunque el referido río (Esperabán) tiene allí zerca un pontón, solo puede servir para gente escotera;pásase después una rivera caudalosa en tiempo de aguas; y la referida alquería está entre dicho río que la pasa por el lado de oriente y un arrollo que allí inmediato se junta con él y que baja por la sierra del poniente. La situación es buena, mirando a el mediodía; es la alquería que en todo el concejo tiene más ganado de vacas cachanas y cabras lanecas, buena lavor y colmenas”. (Lizenziado Ortiz Xarero, 1734)
Relatan las bocas ya arrugadas que este pueblo se llama así porque, en los altos de sus sierras, se erigió desafiante el castillo de “Trével” o de “La Zambrana” o “Cembrana”, del que cuentan y no acaban infinidad de leyendas: “Cahtillu de la Zambrana,/ el de loh sieti colchónih;/ lo guarda la Reina Mora/ con un valienti garroti”. No se aprecian sillares ni otras mamposterías por aquellas serranías. Parece como si al castillo se lo hubiese tragado la tierra. Pero lo que sí se observa es una impresionante pared rocosa, forrada por blanquecina y cuarteados cuarzos lechosos, que, desde lejos, semeja un bastión amurallado. Los paisanos le dicen “La Paré de loh Móruh”. Los “móruh” y “mórah”, en Las Hurdes, son seres legendarios, de los que hay material para hacer toda una tesis doctoral. También anda por allí la cueva de “Rihcuventana”, de difícil acceso. Cuentan los viejos pastores que tiene, en su interior, todo un conjunto de rayas, puntos y otras figuras realizadas con “almazarrón”. Impresionantes paisajes, donde quedan reliquias del antiguo bosque jurdanu, del que cubría la comarca antes que la dictadura franco-fascista pisoteara los comunales de estos pueblos y los cubriera de pinos y eucaliptus. Entre espumosas caídas de agua y una maleza casi impenetrable, se levanta, imponente, con sus más de diez metros de altura la madroña de “Guijarrublancu”, declada como “Árbol de Singular Interés” por la Junta de Extremadura. Y las huellas de antañonas civilizaciones, con sus esgrafiados en los esquistos pizarrosos, se rastrean por los parajes de “La Ardoya”, “Loh Llanétih”, “Lah Érah del Chacuchorru”, “La Parra de loh Móruh”, “Loh Cováchuh de la Boya”, “El Cotorritu de lah Múah” o “La Perrubio”. Pero por encima de todos ellos, la panoplia de “El Tesitu de loh Cuchílluh”: impresionante y belicoso grabado, con orante y podomorfos asociados.
Procesionando
Procesionando vamos, al modo laico, en estas vísperas de la fiesta de la Virgen de Fátima. Ya dijimos, en otra crónica, que, no hace muchos años, muchas alquerías jurdanas fueron dotadas de capillas religiosas, imponiéndoseles como patrones por parte de los curas y monjas de la zona a tal virgen o tal santo. Años atrás, se decía que la comarca jurdana era de toda España la que más clérigos y religiosas tenía por metro cuadrado. La “reevangelización”, que partió del convento de Los Ángeles, en el siglo XIII, parece que todavía continúa. Y procesionando esperamos que llegue el día 2 de agosto, cuando los “cahtilléjuh” (vecinos de El Castillo), con la luna brillando en la oscuridad, se acerquen a contemplar la obra de teatro “La Aldea del Terror”, incardinada en el III Festival de Circo y Teatro en Las Hurdes. Finalizada y con el canguelo ya medio metido en el cuerpo, acabará infartando al pueblo la denominada “Noche de Terror”, con la dramatización de personajes sombríos y sicópatas y truculentos casos acaecidos a lo largo y ancho del orbe. Todo dentro de esos claroscuros donde resaltan esos armónicos adornos que ha elaborado con sus propias manos vecinas como Tía Rosario, Trudes, María Jesús o Irene. El miércoles, día 3, a media tarde, habrá juegos infantiles, que darán paso al partido de balompié entre casados y solteros. Por la noche, el ritual de “La Pidía pol el pueblu”, y a las 23,00 horas, verbena popular a cargo de la orquesta “Show Evanix”.
El sábado, 4 de agosto, se erige en la jornada de mayor enjundia y nuestro paseo procesional ya se tiñe de tradición y solemnidad cuando se oigan, a primeras horas de la mañana, los sones de esa emblemática figura que es el tamborilero y que algunos pueblos que perdieron el norte la están arrinconando en los momentos más ceremoniosos y ritualizados de la fiesta, sustituyéndola por las charangas, que también tienen su cometido en otras diversiones festivas. Toques de la “arborá” (alborada), para que los vecinos se vayan levantando de la cama y se coloquen el “remú” (indumentarias de las fiestas gordas). No tardando, voltearán, jubilosas, las campanas de la humilde ermita. Misa para los fervorosos devotos y procesión encabezada por “Tíu Menciu”, el tamborilero. Acabados los actos religiosos, la charanga “Fabri” animará el ambiente, mientras el personal le pega a la refrescante sangría y abre el apetito con suculentos pinchos. Más tarde, vendrá la gran “paellada”, en la que todos los presentes podrán meter el tenedor. Y para desengrasar no hay cosa mejor que dejarse deslizar alocadamente por el “Megatobogán Kamikace” y sumergirse en la fiesta de la espuma. Entrada la noche, todo el mundo a mover la musculatura en otra verbena popular, con la orquesta “Tronos”. Para remate, campeonato de tute y raya en la jornada dominical del día 5 de agosto.
La buena y empática gente de El Castillo, llevando al frente a Matilde Gómez Gómez, hija y alma festiva y revolucionaria del pueblo de El Castillo, la que corta el bacalao en cualquier tipo de eventos que se vertebren por esos serrejones, abre sus batalladores brazos a todos los que, en esos primeros días de agosto, procesionen, ya fuere de manera laica o sacra, por estos ensortijados caminos serranos. Lo tienen muy claro: la cita es en la alquería de El Castillo. No se lo pierdan: sus espíritus festivos y sus estómagos quedarán más que satisfechos.
Publicado el 30 de julio de 2018