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Se acerca San Cristóbal a Caminomorisco con el niño a cuestas

Nuestro buen jurdano y amigo Vicente Martín Martín, que desempeña con gentileza, agilidad y buena profesionalidad la Oficina de Turismo de Caminomorisco, traía a capítulo (revista “De Jigu a Brevas”, nº 109, sept. 2008) una reseña de la  sesión pública ordinaria celebrada en el Ayuntamiento de dicho pueblo, presidida por su alcalde, Nemesio Martín García.

Vicente Martín Martín, responsable de la Oficina de Turismo de Caminomorisco, jurdano de arriba abajo y director de la revista jurdana “De Jigu a Brevas” (Foto: “Alavea”)

 

Tuvo lugar el 26 de diciembre de 1920.  Entonces, Caminomorisco no era Caminomorisco, sino la alquería de Las Calabazas.  Pues bien, en dicha sesión el secretario dio lectura a dos instancias presentadas por la mayoría de los vecinos del concejo, en las que se pedía que el ayuntamiento pasara al mentado caserío de Las Calabazas y que el nombre de éste fuera cambiado por el que se conocía el concejo: Caminomorisco.

Plaza de Caminomorisco, con su chirriante fuente de granito dentro del oasis pizarroso de Las Hurdes (Foto: “Mapio”)

Para ello, alegan un sinfín de razones.  Pero hubo que esperar tres años para que, con fecha 18 de mayo de 1923, apareciera publicada la Real Orden del Ministerio de la Gobernación, mediante la que se autorizaba el cambio de nombres.  Pero lo bueno viene ahora: el ayuntamiento celebró sesión el 16 de septiembre de 1923 y acuerda: “Instalar un rótulo en la fachada de la Casa Consistorial en que así conste (el cambio de nombre) y haciendo saber al vecindario por medio de bandos y edictos que todo aquel que en adelante diga `Calabazas` se le impondrá una multa de veinticinco céntimos”.  ¡Ahí queda eso!

A lo mejor los paisanos estaban hartos que los llamaran “Calabazónih”, “Calabacéruh” o “Calabacíllah”.  Pero con el sobrenombre de “Calabacíllah” pasó a la Historia el bufón que inmortalizó con sus pinceles Diego Velázquez, aquel Juan Martín Martín, de “cuerpo enjuto y de escasa talla, que la suplía con su gran inteligencia natural y su agudo ingenio”.  Y lo llamaban “Calabacillas” por haber nacido en Las Calabazas, donde esperamos que algún día una de sus calles ostente su nombre.

La iglesia parroquial de Caminomorisco, completamente enjalbegada como un cortijo andaluz. Muchos coinciden que presentaba antes una imagen más acorde con el entorno, luciendo su mampostería de pizarra. Ahora la catalogan de bodrio. (Foto: J.M. Rey Zamora)

De Las Calabazas nos habla Romualdo Martín Santibáñez, el jurdano católico, apostólico y romano, que renegó de su segundo apellido y que fue notario en la villa jurdana de El Casar de Palomero.  En la revista “La Defensa de la Sociedad”, muy carca, carlistona y ultraconservadora, publicó por entregas “Un mundo desconocido en la provincia de Extremadura: Las Hurdes” (1876).

Caminomorisco, panorámica (Foto: “Turisbox”)

Allí podemos leer interesantes cosas sobre la aldea que cambió de nombre. “En un pequeño rellano que a su final hace la sierra Calabaza, cerca del arroyo que baja de la misma, se halla esta alquería de las Calabazas, hoy cabeza del concejo de Caminomorisco.  Su posición entre duras peñas hace su suelo poco llano, y sus calles por el estilo.  Los campos son buenos y muy susceptibles de labores; por eso están regularmente aprovechados con castaños, huertos y un pago de olivar excelente.  Cerca hay un molino de aceite y otro de harina que muele en el invierno”.  Como no podía ser por menos, dado su integrismo ideológico, Romualdo también añade lo siguiente: “Tiene también estanco, y por lo regular taberna, que ha enviciado a sus habitantes, que no mira la embriaguez como cosa ajena a la moralidad”.

Procesión de San Cristóbal enuna edición anterior (Foto: VICENTE MARTÍN MARTÍN)

Vamos de fiesta de San Cristóbal a Caminomorisco

Efectivamente, porque el lunes, día 2 de julio, se inicia la semana cultural con unos talleres infantiles bajo el epígrafe de “Los orígenes de San Cristóbal”.  Esta fiesta, relativamente moderna, echó a rodar a principios de los años 70 del pasado siglo, gracias a una peña de conductores, siendo su cabeza visible y principal promotor el vecino Justiniano Panadero Blanco, dueño del mesón, hostal y restaurante “El Abuelo”.  Por la noche, el correspondiente cinefórum.

La jornada del martes se abrirá con otro taller infantil: “Camiseta Chiqui San Cristóbal”; cuando se enciendan las estrellas, “bingo de fiestas”.  El miércoles, tercer taller infantil, dedicado a “Decoración de fiestas”.  A media tarde, “Remando entre la espuma”.  Y después de la cena, show familiar “Los muñecos de la tele”.

En lo que toca al jueves, la mañana se alegrará con el pasacalles “Chiqui San Cristóbal”.  A las 23,00 horas, acordes orquestales con “Trío Tíger”.  En un descanso, pregón de las fiestas a cargo de las peñas, y en otro receso, concurso de las camisetas preparadas exprofeso para el evento.  A las 2,00 horas, “Fitomanía” (Tributo a Fito y Fitipaldis).  El viernes, día 6, segunda verbena de fiestas, a cargo de “Alta Versión”.

El sábado, 7, será el “Día Gordu”.  Cuando repiquen las campanas de la iglesia, se llamará a los feligreses a la misa solemne, a la procesión bajo los arcaicos y tradicionales sones del tamborilero y a la bendición de los vehículos, asperjados acuosamente por el cura párroco.  La tarde traerá espectáculos tauromáquicos, y por la noche la tercera verbena, amenizada por el grupo “Liverpool”.

Pasando al domingo, continuará lo que llaman el “Gran Prix” (esperpentos taurinos, de mentirijillas y apto para todos, desde los 0 años hasta los 100 y los que sobrepasen esta barrera).  Bajo la oscuridad nocturna, Flamenco-Fusión, a cargo de Fran Flores y, al rato, la consabida disco-móvil.  Y  el lunes, como último día, a llenar la andorga con la comida de la vaquilla.  ¿Hay quién dé más?  Pues que tanto ajetreo fiestero les siente bien a nuestros entrañables amigos “calabazónih”, “calabacéruh” o “calabacíllah” y, por extensión, a todos los jurdanos y forasteros que asistan a ellas.

Publicado en julio de 2018

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