“Siendo mayordomo Francisco Velaz, se gastaron nueve reales en pliego de papel para las relaciones; doce reales por dos dozenas y media de cohetes; y noventa y ocho reales por enlanchar la ermita, en la que trabajaron Pedro Segur y Juan Martín” (Data parroquial de 1797)
Los archivos parroquiales están llenos de menciones sobre las antiguas fiestas de San Blas en el concejo de Nuñomoral; una fiesta considerada siempre de gran eco en toda la comarca jurdana y muy relevante por erigirse en toda una emblemática manifestación colorista y etnomusicológica. Jurdanos de numerosos pueblos de la zona arribaban a Nuñomoral en sus caballerías, con sus mantas de colores y sus galanas alforjas, encabezados por el tamborilero del lugar o de la aldea. Todos se iban congregando el día 3 de febrero, festividad del santo, en torno a la iglesia parroquial. Luego, recorrían el pueblo, desgranando sus pasacalles al son de gaita, tamboril y castañuelas. De aquí que aún se cante aquello de “La mañana más hermosa/es la del tres de febrero,/con su sol resplandeciente/y el bello azul de su cielo”.
Ya no queda ni rastro de la ermita de San Blas. Desapareció como lo hicieran otras muchas por nuestros pueblos. Pero la fiesta continuó. Y cuando se resentía de alguna dolencia, siempre acudía alguien en su socorro. Así ocurrió en aquella década de los 80 del pasado siglo, cuando sus tradicionales danzas del “Ramu”, “El Paleu”, “El Cordón” y otras prácticamente se daban por desaparecidas. Pero fue entonces cuando los chavales del Hogar-Escolar de Nuñomoral, a los que se les confeccionaron las indumentarias correspondientes, ensayados primeramente por Domingo Rubio Crespo, tamborilero de la alquería de El Cerezal, y luego por Gregorio Martín Domínguez, tamborilero de Nuñomoral, bajaron a estrenar sus castañuelas y sus palos en la procesión y en la plaza de la localidad. Al verlos llegar, un buen puñado de hombres que habían sido danzarines en sus años mozos se emocionaron y, sacando sus castañuelas, acompañaron a los muchachos. En cabeza, Tío Pedro Alejandrino y Tío Facundo Cestero, que fueron varios años los “Mayorálih” o “Graciósuh” de la danza.
Fiestas de hogaño
Estas fiestas de San Blas han tomado últimamente gran brío, gracias al buen hacer de la asociación “Los Garrapatas”, que, sin complejo de inferioridad alguno, se ha bautizado así en honor al apodo por el que son conocidos los vecinos de Nuñomoral desde tiempos que se pierden en la noche de los tiempos. El viernes, día 2, se dará el pistoletazo de salida, con la inauguración de la barra y variopintos juegos de mesa en la carpa instalada para la ocasión. A las 19,30 horas, se llevará a cabo la apertura de la Exposición de Fotos Antiguas. Un poco más tarde, tendrá lugar el Concurso de Disfraces, cuyos premios conllevarán el disfrutar de la “suite” del hotel “Los Ángeles” (desayuno incluido), sito en la pedanía de Vegas de Coria. Cuando ya sea noche cerrada, se pondrá en marcha la discoteca-móvil DJ David.
El sábado, 3 de febrero, es el Día Gordo, la auténtica efemérides del santo, o “Día de San Brá” en el rico y antiguo habla dialectal de la comarca. A las 7,30 horas, saldrá el tamborilero a dar el tradicional pasacalles. Cuando termine, los más madrugadores podrán degustar la típica “ensalá jurdana”: todo un suculento plato tradicional de la zona. No tardando, se dejarán oír los acordes de la charanga “Chuku”. Cuando las campanas repiquen, es señal de que los danzarines deben ir preparándose para acompañar la solemne procesión. Misa de postín y concelebrada y, acabando, el personal de las danzas mostrará con chulería y con orgullo sus indumentarias tradicionales y comenzará a ejecutar las coreografías de esas piezas etnomusicológicas que son toda una reliquia conservada al calor de muchos siglos. Todo ello en la plaza mayor, presidida por la imagen del santo y el “El Ramu” adornado con dulces tradicionales, frutas del tiempo y muchas cintas de colores. Antiguamente, “El Ramu” era de tejo, un árbol que, como es sabido, fue sagrado para ciertas culturas indoeuropeas.
Finalizadas las danzas, el Ayuntamiento ofrecerá en la misma plaza todo un ágape (aperitivos y bebidas) para todos los asistentes. La tarde se irá en confraternizar con compadres y comadres. Cuando la campana del reloj marque las veintidós horas, dará comienzo la “Noche de Tito”: música para todos los públicos. Más tarde, la consabida verbena popular, a cargo de la orquesta “Ámbar”. La última jornada, día 4 de febrero, lleva el nombre de “San Brasinu”, dedicada fundamentalmente al público infantil, a los campeonatos de mus y a bailar al son de la charanga “Chuku”. Todo un ancestral festejo por el que deben velar vecinos y autoridades municipales para que sigan teniendo la resonancia comarcal de la que siempre hicieron gala, sin extrañas interferencias y demostrando que los intereses de la tradición local están por encima de políticas de partido. La honestidad de los munícipes se demuestra no dejándose pisar el terreno por extraños y rocambolescos enjuagues y defendiendo con uñas y con dientes la integridad de unas fiestas que merecen un gran respeto por parte del resto de los comarcanos.
Publicado el 30 de enero de 2018