
No es fácil que los niños lean, y cuando lo hacen, no es fácil tampoco conseguir que lean algo distinto de los Tea y Gerónimo Stilton o los diarios de Greg y de Nikki, libros que –no lo pongo duda– ayudan a mejorar la comprensión lectora pero que sospecho que buscan crear no tanto lectores como consumidores, es decir, chavales dispuestos, más que a devorar cualquier otro libro que caiga en sus manos, a seguir consumiendo los productos de la serie, sean libros, películas, muñecos o cuadernos de actividades. Por eso se agradece encontrar libros que, sin tanto marketing al medio, logren captar la atención de los pequeños, les abran los ojos y les descubran que hay más páginas e historias más allá de esas sagas. Pues bien, Tania Val de Lumbre, de la escritora noruega Maria Parr, es uno de esos libros.
Publicado por Nórdica –una editorial, como su propio nombre indica, orientada hacia el norte–, Tania Val de Lumbre es un libro bonito, bien hecho, agradable de tener entre las manos, de páginas limpias, que se dejan leer, salpicadas de ilustraciones que ayudan al aprendiz de lector a sacudirse el vértigo de sumergirse en un océano de letras, y la historia que cuenta es amena, –al menos para nosotros– exótica, con leves dosis de aventura y de misterio y un final feliz, dulce sin llegar a ser empalagoso. Su protagonista es Tania, una niña de nueve años que vive en un valle en el que no hay más niños y cuyo mejor amigo es Gunnvald, su padrino, un tipo hosco que podría ser su abuelo y cuyo pasado, que ni el lector ni la niña conocen al principio, acaba convirtiéndose en elemento fundamental de la trama.
Como buen libro infantil, en él no falta un malo, el arisco Klaus Hagen, propietario de un camping en el que no deja hospedarse a niños para que no molesten a los adultos que vienen a disfrutar plácidamente de las montañas, ni faltan ni los novillos ni las travesuras, que convierten a Tania en un personaje libre, indomable, muy del gusto –estoy seguro– de los lectores de su edad. Pero en el libro hay también, de fondo, otros elementos que lo enriquecen, la realidad de una sociedad envejecida, el peso doloroso del pasado, el orgullo que impide a los adultos reconocer sus errores, lo complicada que resulta a veces la reconciliación, pequeñas rendijas estas por las que el lector puede asomarse al siempre complicado mundo de los mayores.
Para terminar, Tania Val de Lumbre tiene, a mi modo de ver, otra virtud mayor, la de dejar abiertas puertas de lectura, ya que leyéndolo entran ganas de leer Heidi o de recordar las aventuras de la célebre Pippi Calzaslargas –con la que Tania tanto tiene que ver–, y uno, que lleva años enredado en el interminable laberinto de la lectura, sabe bien lo importantes que son los libros que, como este, te empujan sutilmente hacia otros libros, lo fundamentales que pueden llegar a ser, desde su tierna sencillez, para la forja de un lector.
Tania Val de Lumbre
Maria Parr
Nórdica Libros
17,50 euros
Publicado el 10 de noviembre de 2017
Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de libro
