
Estuvo a punto de conseguirse hace unos años. La Administración regional estaba por la labor de adquirir la llamada “Casa del Cura Moru”, dentro del barrio más antiguo del pueblo, “La Cuehta”, y recrear allí aquel mundo a caballo entre lo romántico y lo trágico que tuvo por escenario los campos extremeños en buena parte del siglo XIX. Nos referimos al fenómeno sociohistórico del bandolerismo, que, en algunos casos, adquiere un auténtico perfil antiabsolutista y de acusada reivindicación social. Tal es el caso de la cuadrilla de “Los Muchachos de Santibáñez”, de la que el bibliógrafo, profesor y ensayista extremeño Manuel Pecellín Lancharro (Medalla de Extremadura, 2011), dice lo siguiente: “Aquí se encuentran todos los rasgos de ese bandolerismo, típico en las zonas rurales, bien estudiado por Marx y Bakunin, como fenómeno de protesta social primitiva ante unas estructuras económicas precapitalistas, radicalmente injustas; para combatir a las cuales aún no existían organizaciones colectivas como los partidos políticos y los sindicatos obreros”.

El pueblo de Santibáñez el Bajo tiene motivos más que sobrados para convertirse en el centro emblemático del bandolerismo extremeño de cuño social del siglo XIX. La cuadrilla de “Los Muchachos” estaba integrada, en su mayor parte, por hijos de dicho localidad, casi todos guerrilleros que habían peleado valientemente contra la francesada, cuando las tropas napoleónicas invadieron España. Muchos de ellos fueron condecorados por sus hechos de armas, como las celadas tendidas contra los gabachos al sitio de “El Canchu de la Silleta”, cerca de la aldea de El Arco; en los parajes de “La Morisca” y “La Puente de Piedra”, en términos de Montehermoso; en la toma del castillo de Trevejo; en el “Camino de Santa Ana” (paraje de “La Francesa”), en las cercanías de Béjar, o entre los predios de “Loh Carázuh” y el cercano camino de Ahigal a Guijo de Granadilla. Sus tres capitanes o jefes de la guerrilla eran conocidos por “Los Tres Migueles”: Miguel Caletrío, Miguel Dosado y Miguel Gutiérrez, todos hijos de Santibáñez. Detrás, en la sombra, estaba José Montero y Montero, clérigo del ala progresista y que, al parecer había participado en las Cortes de Cádiz. Colgó los hábitos y, por ello, era conocido como “El Cura Moru”. Fue el autor intelectual y que dotó a la cuadrilla de toda una serie de puntos programáticos que bien podría firmar cualquier militante del actual sindicato Confederación Nacional del Trabajo (CNT). De aquí que algunos investigadores conozcan a esta partida guerrillera como “los primeros anarquistas extremeños”. También destacaban otras dos guerrilleras santibañejas, conocidas como Florentina Jiménez, “La Tanquilla”, y Basilisa “García”, “La Galopa”. Otros adalides del mismo pueblo eran Francisco Corrales, Julián Jiménez, Matías Palomero, Santiago Cabezalí, Manuel Gutiérrez y los hermanos Saturnino y Miguel, apodados “Picholos”. Del cercano lugar de Ahigal, se nombran en los antiguos legajos de la Real Audiencia a Polo García y Blas “Paleto”. También hay cuadrilleros pertenecientes a los pueblos de Valdeobispo, Montehermoso, Aceituna, Santacruz de Paniagua, Mohedas de Granadilla, Palomero, Granadilla y de la ciudad de Plasencia.

Tradición oral

Como no podía ser de otra triste manera, los que detentaban el poder (el rey borbón Fernando VII y sus cuerpos represivos y absolutistas) dejaron ensangrentadas páginas escritas sobre los muchos “crímenes” cometidos por los “facinerosos”, que llegan a ser tachados como “los hombres más inhumanos que ha tenido la Península”. Años más tarde, al acabar la terrible guerra civil provocada por el franco-fascismo, los guerrilleros antifranquistas (maquis) fueron vejados y criminalizados de igual forma. Hoy ya se les ha hecho justicia a estos últimos, que no a “Los Muchachos de Santibáñez”. No obstante, en la tradición oral, tal y como se demuestra en el material que hemos recogido, quedan historias, romances, pliegos de cordel y otros cantares que alaban las hazañas de esta cuadrilla de antiabsolutistas, que contaron con el apoyo de bastantes alcaldes de aquella época y de las clases campesinas más proletarizadas.
Este museo podría ya estar en pie si no hubiera sido por la cerrazón, la escasa talla intelectual y las cortas miras de ciertas fuerzas vivas. Claro caso de caciquismo decimonónico, que no ve más allá del campanario de su aldea. Ahí están, por ejemplo, el Museo del Bandolero erigido en Ronda (Málaga), o el Centro Temático del Bandolerismo Romántico, en la aldea de Jauja (pedanía de Lucena, Córdoba), donde se recrean las figuras tan emblemáticas de bandoleros como José María “El Tempranillo”, Diego Corrientes, “El Vivillo”, “Pernales” o “Tragabuches”. Museos con sus tiendas “on line”, visitados por miles de personas y que dejan buenos dividendos en sus respectivos pueblos, contribuyendo enormemente al desarrollo de un turismo integral, en especial el de corte histórico y cultural. En cambio, la histórica y, en algunos aspectos legendaria, cuadrilla de “Los Muchachos” continúa siendo más conocida fuera de Extremadura que en la propia región extremeña, habiéndose realizado en algunas universidades tesis y otros trabajos de investigación sobre esos guerrilleros tachados por el poder jacobino y totalitario de “bandoleros”. Ni siquiera cuentan con una anodina calle en Santibáñez el Bajo.

Dibujo de un antiguo bandolero, con su faca en la mano (Blog “Fuera de Línea”)
Publicado el 9 de octubre de 2017