
Volvió el viajero a esta ciudad cuando Plasencia cantaba, olía a verso de balada y a rima templada de rock. Llegó largo de ganas, las mismas con las que uno le recibió. Vino a vivir un rato de otra forma, a sentir, a verme, a mirarnos, a comunicarse participando de todo aquello que me rodea, de lo que le gusta y que ya le enrolla porque le pellizca el corazón. Y es que esta tierra, cercana a todas, arrima sentimientos, suena bien, huele estupendamente y sabe mejor.
El viajero llegó después del tiempo, de ese que se hace lastimosamente innecesario para sentirse. Tarda un año que se hace muy largo, ese que supone un “de vez en cuando” eterno pero que al fin llega apareciéndose muy añorado.
Olió a Plasencia, paseó, se refrescó y se alimentó en el Rincón de San Esteban, donde allí y en otras partes de esta ciudad le cuidan, nos miman.
Este breve viajero ya sabe atrochar enredándose con destreza por las calles de esta ciudad. Le siento nuevo con otra apariencia, le veo caminar bajo arcos y puertas históricas frente a la Catedral. Ya tiene soltura placentina, casi le saluda el Alcalde.

Teníamos que estar y oír. Robe (Iniesta romántico Extremo) cantó aquí para miles de personas aunque uno sentía que lo hacía solo casi para nosotros. Fueron dos horas en las que ambos nos empapamos de goce con buenos músicos, ritmo, voz y versos.
Después de ganarle horas al dia se fue a su casa en otro lugar de este país, donde no puedo verle. Es un hombre como agua azul, gris o verde, con sentires que se adivinan en sus mágicas profundidades y que puedes sentir cuando las buceas. Es como un maravilloso mar que poco o nada veo, pero que imagino mucho y grande. Alejo, hijo viajero, sigue con tu blues, aprende de tus libros, que le aventajas a la vida, que le ganas a la mar.
Foto: A Trulls