Cuando se lleva viviendo en Plasencia un tiempo más que suficiente como para intimar con ella, uno adquiere tendencias y gustos a la hora de pasear por lugares, de fraternizar con sus gentes y de tomarse con ellas un alguito a la oscurecida hora de la serenata.
Les hablo de un emplazamiento en donde aparecen buenos vinos, mejor jamón y excelentes tapas. Cuando Juanjo las tiene y Esther las cocina, se pueden degustar unas buenas raciones de boquerones y también de puntillitas adornadas para el paladar con unas excelentes rodajas de tomate que con su color, aroma y sabor acreditan su origen de huerta, entre otras muchas delicias que como si fueran plata brillan desde el alba. Y todo en torno a una calle, la de Contador, donde suele correr una brisa ansiada por la clientela en tiempos de estío, de calorón.
Enfrente de este lugar y para los tardíos, un bar de copas pequeño y afable, regentado por Javier y Álvaro, que tiene el suficiente exterior sin alameda -como todos los que nombro- y que es muy airoso y adecuado para echarle al cuerpo algún combinado espiritoso de esos que animan la charla en buena compañía. Justo a la derecha de este último, está el amador amante que tiene un establecimiento donde almorzar y cenar. Es una casa entera dedicada a la hostelería y en cuya tercera planta hay una terraza donde beber y comer algo mientras se disfruta de una puesta de sol que dora y perfila la Catedral placentina.
Junto a estos establecimientos y frente al Mercado de Abastos está la pequeña iglesia de San Esteban, pero aquí no termina la Historia.
La calle Santa Clara, paralela a Contador, acaba en la Catedral y de ella también suele surgir alguna mareína refrescante. Allí, en medio de todo ese sarao hostelero, se tiene en pie otro local -este más grandote y genuino gastrobar- que dirigido por Rodrigo está atendido por personal amable y afectivo. Entre ellos, Emilio ejerce de barman dispuesto a agradar las horas del desayuno y del aperitivo. Cuando sirve algún bebedizo, aparece misteriosamente plegado bajo el vaso un papel que desdoblado dice: “Vaya semanita…/está nublado/Tómate una copita/con algo salado”. O bien: “Y si vienes dos veces al día/te vuelvo hace una poesía”. No se pueden imaginar lo bien que sienta pedir allí todos los días un algo a sabiendas de que aquello viene acompañado de una poesía autografiada por el autor..
Hay otros emplazamientos hosteleros con terrazas en la bonita Plasencia, pero este, el del Rincón de San Esteban es uno de mis favoritos. No siempre te sirve la caña un simpático barman versado en rimas, a cuatro pasos de una romántica iglesia donde se casó el ilustre poeta José María Gabriel y Galán.
Foto: A. Trulls
Publicado en julio de 2017