Llega puntual la Feria de Plasencia acompañada como siempre de sus habituales características, la alegría y el calor. La gente abanica sus sonrisas en las terrazas, se muestra todavía más cercana y generosa ante el disfrute de una de las celebraciones más significativas de esta ciudad. Se preparan los escenarios dentro y fuera de las murallas para recibir, tamborradas, músicas y folclore. Se aprecia un ir y venir de camiones y furgonetas que aprovisionan a bares y restaurantes. Los hosteleros preparan sus casetas porque es ahora cuando el bar se vacía y saca sus refrescantes adentros para ofrecerlos en la calle. Todos están contentos con el acontecimiento que trocea la semana habitual para convertirla en porciones alegres de una golosa tarta festiva. De un lado para otro, del Ferial a la Plaza Mayor, desde plazuelas a barrios, el caso es no parar de recrearse en lo de festejar después de extasiarse con los fuegos artificiales que saltan al cielo desde el parque del Cachón. Cascadas de luces que entusiasman el breve camino que hay hasta abrir las orejas y escuchar a los Celtas Cortos.
A veces se echa de menos un poco de aire fresco, el que hace al punto de la mañana cuando el sol todavía no turra. Hay calles en esta ciudad que se caracterizan por su frescor mañanero. Los placentinos las conocen y los que nos quedamos aquí a vivir las apreciamos. Algunas de ellas tienen terrazas en las que la gente pilla mesa y silla con tiempo y adelanto para sentir procesionar la ansiada brisa a las horas en las que los cuerpos se acaloran.
Ni qué decir si caen unas cuantas gotas del cielo, todavía mejor, porque si la lluvia es generosa se refrescan los adoquines, enlosados y el personal sin molestarse, se moja al gusto. La marea ventosa, esa que refresca con su olor a lluvia y que aquí se le adjudica el típico diminutivo extremeño, viene a seducirnos a todos -placentinos y visitantes- por el día y a la noche, al calor de las cañas y el rebujito, a la alegría de la Feria placentina, a la placidez de la mareína.
Texto y fotos de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo
Publicado el 6 de junio de 2017