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El pueblo de Las Erías, en Las Hurdes, celebra a San Antonio

Entre los meandros que se forman a poco de nacer el río Esperabán en el puerto que lleva su mismo nombre y que separan los terrenos de Castilla de la demarcación de Las Hurdes, le levanta el caserío de Las Erías.  Sabido es que fueron repobladores astures, cántabros y leoneses los que se dejaron caer por estos montañosos laberintos allá por el siglo XII, mezclándose con un sustrato indígena que llevaba numerosas lunas asentado en esta punta de lanza que, desde Extremadura, se incrusta en la que hoy es la comunidad castellano-leonesa.  Por ello no es de extrañar que ese extraño topónimo de “Erías” sea una herencia asturiana, pues por Asturias designan con esa voz a un terreno en parte cultivado, cercado y dividido en muchas hazas, correspondientes a varios dueños o usuarios.

Singular arco de entrada a Las Erías, que siempre otorgó al pueblo la estampa de un acceso a un recinto amurallado (Foto: B.S.S.)

El pueblo de Las Erías, a bote pronto, parece un castro del Calcolítico que pervive en pleno siglo XXI.  Su estructura es auténticamente castreña.  Y mucho más lo era antes, cuando la pizarra era dueña y señora de muros y tejados y cuando el singular arco de una de sus entradas mantenía encima una vivienda con la que se mimetizaba, siendo uña y carne de él.  Cuántas locuras arquitectónicas ha llevado a cabo una modernidad mal entendida, desposeyendo de sus raíces y de sus encantos a tantos y tantos núcleos de la comarca jurdana, con el silencio tácito de autoridades, que veían levantar ante sus ojos marmotretos de tres y cuatro pisos, como si de una ciudad se tratase, haciendo añicos las normativas de la Junta de Extremadura para zonas con grandes singularidades patrimoniales.

Buenas fiestas en tan entrañable alquería, con recuerdos de tamborileros y vecinos con los que compartí muchas veces su pan, su vino, sus romances, sus coplas de ciego, sus cuentos, leyendas y chascarrillos, su oralidad, en suma, pasada de boca en boca a lo largo de los siglos.  Inviernos de “seranu” (alegres reuniones nocturnas, en torno al fuego) y veranos de “serenu” (ratos de cháchara bajo la luz de las estrellas).

Pueblo de Las Erías, bajo una nevada invernal (Foto: Guía-Natura)

Al fondo, la oscuridad velando por los trilitos, los petroglifos, los tesoros escondidos y el misterioso y legendario castillo de la Zambrana, del que decía la voz antigua aquello de: “Cahtillu de la Zambrana,/el de loh sieti colchónih,/lo guarda la reina mora/con un valienti garroti./¡Probi d,aquel dehgraciau/que suh umbrálih trahponi”.  Y siempre San Antonio, vieja deidad convertida al cristianismo a través de todo un proceso sincrético, presente en la vida de esta antigua comunidad de pastores.  San Antonio velando los ganados y guiando, en las tenebrosas noches, a los caminantes de la sierra.  Un perrito blanco a todas horas a su vera.  Las bocas desdentadas cuentan y no acaban.

Vecinos de Las Erías (Foto: Sergio Gómez)

Este año también celebran por todo lo alto al santo.  Los primeros pasos se darán el día 9 de junio, viernes, cuando procedan por la tarde a la apertura de la barra de las fiestas.  El ambiente está más que asegurado.  Al poco, echarán a rodar un montón de juegos populares.  A punto de caer la noche, los mozos se encargarán del pregón de las fiestas.

Cartel de las fiestas (Foto: Comisión organizadora)

Hasta habrá tirada de bandera, bajo los sones antañones de esos geniales músicos tamborileros.  Después de la cena, la consabida verbena.  Animará la orquesta “Destino”.  Los vecinos se despertarán cuando el buen amigo Pablo Sánchez aporree su tamboril y suelte las melodías de la “Arborá” por los agujeros de su gaita.  Las mozas vestirán y decorarán a San Antonio, al que le cantarán la tonada de “Loh Pajarcítuh” y que, posteriormente, procesionarán por las calles del lugar.  Acabarán los actos religiosos y la charanga “Fabri” se pondrá en movimientos.  Buenos vinos, cervezas y aperitivos en la barra comunal.  A esos de las cuatro y media, campeonatos de tute, de futbolín, fiesta de la espuma y, finalmente, otra nueva verbena, a cargo del conjunto musical “Alejandría the show”.  Hasta que los huesos aguanten.  De madrugada, a hacer votos para que llegue pronto el venidero San Antonio y a enderezar el cuerpo para la brega diaria.  El personal anda metido de lleno en la campaña de la cereza.

“Juenti Tapon”, en lo alto de la sierra de “La Bolla”, por donde cuentan que se hallaba el fabuloso castillo de la Zambrana (Foto: Genaro Ramajal Rural)

Publicado el 8 de junio de 2017

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