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Qué descansada vida

Uno lee Han venido unos amigos, de Antoni Marí, y tiene la impresión de estar leyendo un clásico. Uno piensa al leerlo en Horacio, en Marco Aurelio, en Séneca, en Montaigne, en Fray Luis de León, y lo hace no solo por el tópico del beatus ille, de huida del mundanal ruido, al que responden, en buena medida, sus páginas, sino por la serenidad, por la mesura, por el estoicismo desde el que parecen estar escritos estos hermosos versos.02

Los del libro de Antoni Marí –versión en castellano de un libro publicado originariamente en catalán– son poemas insertos, a modo de cuentas, en un cierto hilo argumental. Alguien, la voz poética, ha sufrido una operación grave, de reconstrucción –acabaremos por averiguar– de la columna vertebral, y decide marcharse para guardar reposo a la vieja casa de sus abuelos, “a unas horas, río arriba, de la ciudad”, y desde allí, desde esa soledad, escribe a sus amigos para que acudan a visitarlo. A partir de ese momento, ellos, los amigos, los que lo visitan y escriben, se convierten en su único vínculo con el mundo. Mientras, el médico le recomienda que no lea, que no piense, pero, haciendo caso omiso del consejo, leer y pensar se convierten enseguida en la principal ocupación del enfermo, y eso le va llevando a un cada vez mayor ensimismamiento, a un alejamiento cada vez mayor de lo que hasta poco tiempo antes había sido su vida, hasta el extremo de llegar a encontrar tediosa, por más que lo agradezca, la visita eventual de amigos y parientes, que aunque le ponen al día de novedades, se empeñan también en hacerlo volver a la realidad.

A pesar de todo, y por más que los poemas tengan un cierto hilo argumental, por más que formen una trama que, así contada, parece casi novelesca, el destino final de todo el proceso, de toda la reflexión de quien nos habla, es la poesía, el poema, el largo poema dividido en quince etapas que Han venido unos amigos constituye. Desde su celda la voz poética comienza evocando el pasado, la cálida sensación de deslizarse al amanecer entre los cuerpos recién despiertos de sus padres, el terrible y temprano descubrimiento de la muerte como “una sustancia inerte, densa, pesada y oscura” o el recuerdo de un amor pasado, intenso y fugaz, pero en un determinado momento una nueva visita –acaso la del propio Marí, que se desdobla– le lee de pronto unos versos y a partir de ese momento los pensamientos del que nos habla parecen dirigirse de lleno al quehacer poético convirtiendo los poemas en poética, en rigurosa indagación en torno a la poesía como “única forma posible / de comprender y expresar lo que une / a todos los seres y cosas del mundo / y descubrir en ellos las cualidades / que las identifican en lo más suyo”, como “el modo de encontrar / el lugar desde donde se nombran de nuevo las cosas” y de hacerlo “con el lenguaje propio / que determina nuestro propio comportamiento, / nuestra manera de vivir, nuestra / visión del mundo y nuestra vida diaria”, algo que poco a poco nos van llevando hasta un final en el que, trazando un bello círculo, el poeta se decide a emprender la tarea de escribir, por fin, un poema, de escribir Han venido unos amigos.

Uno lee Han venido unos amigos y al terminar se siente más tranquilo, más sereno y, a la vez, más sabio, como si de verdad hubiera compartido el retiro del poeta, como si hubiese logrado alejarse, en sus páginas, del mundanal ruido, como si después de leer sus versos supiera algo más del mundo y de la forma que tenemos de nombrarlo, como si supiera mejor qué es, a fin de cuentas, la poesía. Les aseguro que uno se siente sosegado, que se siente bien al leer Han venido unos amigos. Por eso no puedo dejar de recomendárselo.

Han venido unos amigos

Antoni Marí

Renacimiento

15,00 euros

Publicado el 2 de junio de 2017

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