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Plasencia, compañera, amante culta y bella

A decir verdad es una chavala que se mantiene en buena forma, es alta, madura y de cuerpo prieto, como para ligársela. Te pone -en aquel sentido- porque aporta buenas sensaciones, frío o calor a tu cuerpo en cada momento adecuado. La puedes mirar sin recato, la puedes tocar y sentirla a tu lado siempre que quieras. Ha tenido esposo que la gobernaba mal, novios e incluso amantes que le han ampliado el cuerpo e incluso le han hecho un ligero lifting histórico y vivencial que la mantienen  viva y tersa. Ha enriquecido su espíritu a pesar de traiciones. Se ha excedido bebiendo agua del cielo, ha castigado su espalda y costillas con daños por ayudar a otros en lo húmedo, en lo helado, en lo ardiente de la enfermedad. Ha prestado su casa para goce y disfrute de otros. Ha sufrido en soledad mientras aquellos que la quisieron dormían olvidándola bajo el amparo de otras. A pesar de todo eso y si te amigas con ella, te regala cultura, paisaje, historia, gastronomía e incluso ocio mezclado con música y diversión.

Uno la adora, porque siempre está ahí contigo, para lo crudo y lo cocido, para calentar lo frío de tu corazón y templar tu alma. Te mira y se abre de brazos sinceros aunque no te deja besarla hasta que comprueba tu buena condición y mejor voluntad. No detalla día ni hora para visitarla, no tiene manías, siempre recibe bien, como es ella, abierta y sociable hasta el punto que te abre su vientre y te enseña el arte que encierra en él.

A. Trulls
A. Trulls

Es una amiga especial a la que uno ya quisiera por novia porque está muy buena, porque apetece admirar su cuerpo, ese que esconde abundantes recovecos asombrosamente sensuales que no muestra a cualquiera y que hay que saber descubrir. Le van todos los estilos en su vestir, incluso la mezcla de lo clásico con aquello otro más moderno. Enseña curvas y pilares que insinúan secretos llenos de mucho arte, frescos en su edad, la que ella tiene y que es adecuada para todo y todos. Da gusto admirarla, placer observarla.

Cuando la conocí y al pronto de mirarla intuí que había que tratarla con respeto y cariño. Dicen que antes era clásica y guapa y que después le añadieron algo nuevo para mostrarla más asombrosamente bella.

Uno, que ha sido un viajero sin brújula, constante contador de personas, costumbres e historia de ciudades y que ha conocido a muchas, se inclina ante su presencia y saluda -día a día y noche a noche- a la única que ha sabido conquistarme con su espíritu lleno de sangre ardiente en el corazón. Un alma que mantiene vivo a todos aquellos que la quieren. Discúlpenme por mis excesos románticos, pero es que ella es así.

Publicado en abril de 2017

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