
Pasear por una dehesa extremeña es siempre una experiencia placentera, pero hacerlo por la Dehesa Boyal de Montehermoso aporta un extra a nuestra excursión. No sólo por la amplia biodiversidad del territorio, sino porque entre jaras y alcornoques se conservan restos megalíticos prehistóricos que nos transportan a los orígenes de Extremadura.
En este escenario del norte de Cáceres encontramos además construcciones en perfecto estado de conservación relacionadas con el origen ganadero de la dehesa.
Parque Periurbano de Conservación y Ocio
En el 2014, la dehesa obtuvo la declaración de la Junta de Extremadura de Parque Periurbano de Conservación y Ocio. Un territorio que está ubicado en una finca municipal con una extensión de más de 1.000 hectáreas.
Recorrer sus veredas es perdernos entre encinas, alcornoques y robles donde las vacas pastan a su aire.

El sistema agroforestal que surgió para criar el ganado se ha convertido en un plus medioambiental que invita al senderista y al amante de la naturaleza a adentrarse en sus secretos.
Lo que ha convertido en singular la dehesa montehermoseña y le ha llevado a formar parte de la Red de Áreas Protegidas de Extremadura es la presencia de una necrópolis del periodo Neolítico Final/Edad de Cobre, constituida por yacimientos megalíticos en óptimo estado de conservación.
La conservación de elementos históricos de carácter etnográfico, muchos de ellos vinculados a la gestión ganadera porcina como son la presencia de zahúrdas datadas en el siglo XVIII, complementa la visita al espacio natural.
Necrópolis funeraria en Montehermoso

En el parque periubano de Montehemoso podemos visitar en la actualidad tres dólmenes: el Dolmen de la Gran Encina, el Dolmen del Tremal y el Gran Dolmen y se sabe que en este paraje existen otros dólmenes sin excavar en un número indeterminado.
Durante las excavaciones los arqueólogos encontraron el denominado ajuar de megalito formado por cerámica, cuentas de collar, hachas pulimentadas o puntas de flecha.
Tienen estructura circular con un pasillo de acceso, orientado al este, pero no conservan las grandes piedras que cubrían la tumba.
Restos de la vida pastoril
Al pasear por la dehesa montehermoseña podemos entender cómo era la vida de nuestros antepasados y apreciar el esfuerzo que era necesario realizar para cuidar el ganado.

En muchas ocasiones los pastores tenían que pasar la noche en el campo cuidando de las ovejas, los cerdos o las vacas.
Las zahúrdas o majás de los porqueros, como se conocen popularmente, son un conjunto de edificaciones que servían para guardar a los cerdos por la noche y dar cobijo a su cuidador.
Durante muchos años este lugar fue escenario de la cría de cerdos que se alimentaban de bellotas de encina. En total son un chozo y cuatro zahúrdas construidas en piedra de pizarra y en granito.

El chozo de Daniel es otro de los restos pastoriles en perfecto estado de conservación que merece la pena visitar. Durante nuestro paseo campestre observaremos puentes, molinos o fuentes que tuvieron una destacada importancia en el pasado.
Especial mención merece la fuente del jerrao que mana agua subterránea con un alto contenido en hierro y a la que antiguamente se le atribuían propiedades curativas en el ámbito local. El agua del jerrao (hierro) movía un molino y hoy desemboca en una gran pila que conduce hasta una laguna.
Naturaleza en estado puro en Montehermoso
La excelente conservación del espacio natural se palpa en la gran biodiversidad que atesora. Se tiene constancia de que más de 130 especies de aves han elegido la dehesa boyal de Montehermoso como lugar de referencia. Entre ellas, el águila calzada, la cigüeña negra o el milano negro.

Caminando por sus senderos podemos apreciar diversas especies de orquídeas silvestres o fotografiar llamativas y deliciosas setas.
El relieve ondulado del terreno provoca que las lagunas, los regatos y arroyos formen un ecosistema propio que se convierte en toda una experiencia para vivir en primavera.
El parque periurbano montehermoseño está muy próximo a la localidad y su entrada principal está ubicada al lado del cementerio.
Un recurso al alcance de todos porque se puede visitar las 24 horas del día y los 365 días del año y se ha convertido en los últimos años en una zona de esparcimiento para realizar deporte, fotografiar la naturaleza o realizar una merienda campestre a la sombra de las encinas.
Publicado abril 2017
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