
Podría ser que pensar mucho, reblandece el cerebro y endurece el corazón. Vaya por delante que este pensamiento es autoría de mi propio magín. Quizá porque uno tiene la masa encefálica recién puesta a punto y el corazón tirando a tierno con fresca brisa placentina de primavera desaparecida.
Ese apotegma -perdón por la erudición- ha surgido porque en mi cerebro se ha creado una sinapsis de neuronas y éstas han incentivado a mis dendritas, y me ha salido eso. Un pensamiento filosófico, espontáneo y algo tontorrón, pero ahí queda.
Nuestras dendritas, dicen los especialistas, estimulan las células de otros nervios, como las neuronas y otros colegas del sistema.
En mi caso, parece que esas últimas están bailando algo parecido a lo que hacían los siete hermanos en mesas, tablados y establo, en aquella peli que se tituló “Siete Novias para Siete Hermanos”. En aquella secuencia se reflejó el precedente del breakdance actual y de una buena parte de la coreografía del desaparecido Michael Jackson y algunos otros no menos reconocidos. Y eso hace más de medio siglo después del invento, claro.
Los hermanos bailaban en torno a sus novias, también alrededor de sus hermanitas, y esparcían sus ansias neuronales entre el centeno mientras espantaban a los ligones que iban lanzados con el tirón del amor, aunque esos bailaban un poco peor. En aquella película, los del campo, los naturales, les quitaban las chavalas a los listos, a sus competidores un poco amanerados y más revestidos. Rivalizaban con los pies y las piernas, los quiebros de cintura, también con el equilibrio, con los saltos y todo ello sin pérdida de ritmo y armonía. Pura creatividad.
A uno se le han ajustado y enriquecido las neuronas en Plasencia. Eso sí, ya no bailo nada en público y pista, pero mis dendritas disfrutan de una inmejorable puesta a punto para la sinapsis. El caso es que no se me para la inquietud por el saber, que es todo lo que motiva y acrecienta la calidad cerebral y hormonal. Que aquí es mucha, oiga.

Publicado el 23 de marzo de 2017
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