Cuentan que “Carna” era la diosa celta de las habas y el tocino. Y refieren, igualmente, que había otro dios, llamado “Karna”, muy relacionado con las fiestas de los locos, que tenía gran predicamento
entre algunos antiguos pueblos indoeuropeos. En el “Mahabhérata” se le describe como hermano mayor los “Pándavas”, hijo del dios Sol y de la reina Kunti.
Todas esas mitologías forman de alguna manera parte de las arcaicas carnestolendas y, por ello, no resulta nada de extraño que el irreverente y alocado “Carnaval Jurdanu” esté virtuosamente contaminado por tan estridente armonía.
Al igual que a la diosa Carna, también le encantan las habas y el tocino al recién elegido “Rey del Entrueju” o del “Carnaval Jurdanu”: el hijo del pueblo jurdano de Azabal, Diego Talaván Cayo, el que afirma, sin pudor alguno, que tiene muy buena boca y un estómago a prueba de bombas. De aquí que le guste todo lo habido y por haber, sobre todo lo paella y los macarrones. Como plato tradicional de Las Hurdes, prefiere los “pípuh con bérzah”. Pero, ¡ojo!, que no le presenten un plato con huevos fritos con puntilla, porque es capaz de arrojártelo a la cabeza. No los puede ver ni en fotografía. No obstante (todo hay que decirlo), es un gran aficionado a la repostería y prepara unos postres que dejan a cualquiera con la boca abierta.
Diego vino a visitar este mundo el día 2 de octubre de 1981, cuando se festejaba a San Saturio y San Eleuterio. Por la rama paterna, pertenece a la saga de “Loh Navalíchih”, de la villa jurdana de El Casar de Palomero. Y por la materna, a “Loh Morcíllah” de Azabal.
Nos comenta Diego que su tierra de Las Hurdes es toda una maravilla, donde él vive como un rey (nunca mejor dicho después del nombramiento que le han concedido) trabajando como peón del Ayuntamiento y dedicándose también a la poda de los cerezos y a la monda de los olivos. En sus tiempos, anduvo, como tantos otros mozuelillos, guardando cabras por la sierra.
También ha sido camarero en algunos restaurantes. Se considera un buen vecino y una persona abierta y simpática, y entiende que ello ha sido el motivo que le eligieran “Rey del Entrueju”. Espera que, en estos carnavales, cuando se pasee tan requetechulo con su traje de rey a lomos de un burro, surja alguna mocita que le pueda guiñar el ojo y, así, escapar a todo correr de su soltería.
Y si no da con ella, pues ya sabe lo que cantan por el territorio jurdano al llegar los antruejos:
“Ya vienin loh carnaválih, pirulí;
de loh jómbrih eh la feria.
El que no tenga mujel, pirulí,
que cargui con la que pueda”.
Sin embargo, amigos, los ecos ancestrales cuentan que el que va ser homenajeado como “Rey del Entrueju” era un humilde campesino, trabajador pobre y sufrido, que por nada del mundo desea ser elevado a ese trono del que cree que no es merecedor. Por ello, en la mañana del “Sábadu Gordu” se encierra a cal y canto en su vieja y destartalada morada y, pese a haber sido elegido en concejo abierto, se resiste a salir de ella pese a la mucha insistencia de los vecinos.
Tiene que intervenir el “Zajuril” de la alquería (hombre respetado por todos, voz de los ancestros y fiel velador por los derechos consuetudinarios) para convencerle y, así, trasponer sus umbrales entre cánticos, vítores, “rejínchuh” (jijeos) y un gran bautizo de paja, ceniza o salvado que arrojan sobre él, como símbolo de fertilidad para el paisaje y el paisanaje. Le ofrecen la bota para que beba vino sin tasa y, con sus maltrechos vestidos, es encaramado encima de un borrico y paseado por las calles del lugar. Por la tarde, el rey saliente le entregará los atributos de la realeza: la corona, una retorcida cachiporra que hace de báculo, la capa, la espada y un enorme collar de ajos para espantar a todas las brujas, “méngah”, “encorujáh”. “jáncanah” y otros seres maléficos que acechan y asedian la aldea, escondidas entre las brumas del invierno.
Nuestro queridísimo “Rey Jurdanu” es, más bien, un rey republicano, ya que la inmensa mayoría de los pueblos de nuestra comarca de Las Hurdes se rigió, durante siglos, por una auténtica democracia natural (concejo abierto), donde la solidaridad, el apoyo mutuo, la igualdad, la fraternidad y la libertad natural a la que invitan sus enormes montañas y sus estrechos valles (no hay terratenientes ni alambradas) fueron valores que han sido transmitidos perennemente a través de su tradición oral. En la comarca jurdana, las únicas aristocracias y noblezas que existen son la del trabajo y la de los trabajadores de manos encallecidas.
Cuando las estrellas cubran profusamente el cielo y el personal despida a los antruejos paladeando los churros y el chocolate por las calles de Azabal, las imponentes cordilleras de Las Hurdes entrarán en una profunda catarsis de la que surgirá la renovación cíclica del cosmos, para que el planeta Tierra continúe girando como siempre y permita que el carnaval del próximo año siga con la misma salud que el de hogaño.
Descubre aquí el legendario “Carnaval Jurdano” de Azabal
Publicado en febrero de 2017