
Aquí no los hay de madera y techados como los de Madison, esos que aparecen en la peli de Clint y Meryl, pero pueden ser tan románticos como aquellos. Si paseas a lo largo del río Jerte -a su paso por la ciudad de Plasencia- puedes encontrar algunos puentes que te pueden servir para atrochar tu camino, fotografiar el paisaje e incluso provocarte algo bueno. La prisa no se aconseja, la cámara fotográfica puede ser normalita, pero lo del afecto a la naturaleza y a las personas se hace imprescindible en la mochila personal de los sentimientos.
Uno, que ha aparcado el romanticismo a la izquierda del camino, tiende con la edad a ser pragmático por el lado derecho de la carretera del corazón. A pesar de todo, cuando cruzo el puente de San Lázaro y miro abajo, arriba y al frente, siento que la generosidad afectiva me anega las arterias del ánimo.
El Jerte, a su paso por esta ciudad lo hace con aguas bravas en sus recodos más agrestes, mientras que otras veces se remansan cuando se deslizan bajo los puentes más antiguos como el ya mencionado y el de piedra. Este, también llamado puente Nuevo y cercano a La Isla, es menos ciudadano, más silvestre que el de San Lázaro porque no tiene edificios cercanos ni tampoco una ermita que remate la vista. Hay más puentes sobre este río, aunque en ellos prima más la utilidad ciudadana que la melodía y la fantasía
En otros textos hice mención a cierta musicalidad pero no puedo cortar este artículo sin repetirlo con más detalle. Si te paras durante el día en el puente de San Lázaro y afinas el oído, el Jerte te puede sonar a Händel; pero si caminas por la noche y te detienes en el de piedra, ese mismo río te puede estremecer con los lamentos de un blues. En cualquiera de los casos y sin contar con la imaginación, en esos puentes al igual que en los de Madison, se afina la sensibilidad y se te sellan las grietas del espíritu.
Texto y foto de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo